Revista Educación

La temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde

Por Siempreenmedio @Siempreblog

La temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde

El pasado miércoles 6 de junio moría a la edad de 91 años el maravilloso escritor de ciencia-ficción Ray Bradbury. Un escritor al que debo mi fascinación por ese género literario desde que leí por primera vez “Crónicas Marcianas” y “Fahrenheit 451″. Un poeta de las emociones humanas que prefería hablar de lo que sucedía en el interior de sus personajes antes que de guerras entre planetas o de alienígenas asesinos. Bradbury fue uno de mis escritores de cabecera en mi limitado campo de lecturas, junto con J.R.R. Tolkien, Theodore Sturgeon, Edgar Allan Poe o Stephen King. Porque confieso sin pudor que lo que más me atrae de la literatura es la posibilidad de trasladarme a otros planetas y a otras realidades. Poder abrir la portada de un libro y dejar de ser yo mismo y viajar por el espacio o por la Tierra Media o aterrarme ante presencias innombrables y terroríficas. Por eso para mí los libros siempre han sido puertas mágicas  hacia otros mundos (que están en éste). Y a ese mágico “viaje”, contribuye en buena medida el libro en sí; su olor, su tacto, su peso, su cuidada edición… son cosas que proporcionan a un lector habitual un placer especial e insustituible y convierten la lectura en una suerte de ritual.

Bradbury decía que había cosas peores que quemar libros y una de ellas era no leerlos. En España se lee poco y parece que cada vez menos, sobre todo entre los jóvenes. Las causas se me escapan pero a ojo de buen cubero podríamos especular con: el bajo nivel del sistema educativo, la educación en ese sentido fomentada por los padres que prefieren regalar a su hijo de 8 años una vídeo-consola antes que un libro, la sobre-saturación de tecnología e información audiovisual en nuestra sociedad que para la gente joven convierte a la lectura en algo plano y aburrido y también, digámoslo claramente, el precio de los libros en España. Y en esta última Feria del Libro de Madrid, el gremio de libreros no ha dudado en nombrar a un nuevo enemigo de la venta de libros: Amazon y su Kindle. Lo cual sí que deja clara una cosa; que a los que hacen libros no les interesa tanto que en España se lea o no, sino que se compren libros. Y que se compren al precio que ellos impongan. Para los libreros los E-books son aparatos que no sustituyen a un libro ni la experiencia lectora.

La realidad, señores libreros, es que Amazon y los lectores de libros electrónicos han llegado para quedarse. La realidad es que la información ya no se transmite por un único canal de distribución, sino que ahora mismo yo podría acceder a un libro (o una película, o una canción o lo que sea) que acaba de publicarse al otro lado del mundo. De forma inmediata. La realidad es que, si tardan un año en traducir un libro del inglés y además lo ponen a la venta a un precio de 46 euros (SÓLO en tapa dura), habrá algún fan que lo haga en un mes y lo ponga a disposición de los demás en formato electrónico y de manera altruista. Porque para los lectores, como para Bradbury, hay peores cosas que quemar libros, como no poder leerlos.


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