Revista Comunicación

La temporada cultural de otoño-invierno de 2021-2022 en Madrid

Publicado el 01 octubre 2021 por Universo De A @UniversodeA

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Este artículo es uno de los los llamados artículos recopilatorios, que se actualizan continuamente (hasta que termina la temporada que dice el título, momento en el que se publica uno nuevo en esta misma sección de Turismo), por lo que, para estar informado de todas las novedades, se recomienda volver a visitarlos a menudo. No obstante, los seguidores del blog (correo electrónico, redes sociales… etc) reciben actualizaciones de todo lo que se hace en Universo de A.

Aclarar que, en este artículo en concreto, las últimas actualizaciones siempre son las más pegadas a estas líneas, es decir, las que están más arriba del artículo; y por tanto, las que están más abajo, son las que he comentado hace más tiempo.

Para una información más extensa o sobre otras cuestiones culturales (Turismo, críticas de Películas o Teatro… etc), visitar las secciones correspondientes que aparecen permanentemente en un listado a la derecha.

Si hay algo que aún no he publicado, y sin embargo te interesa, pregunta a través de un comentario, puede que te ayude, ya que a lo mejor lo he visto, pero no he tenido tiempo de escribirlo.

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Bien, como se ve, he hecho un cambio al inicio de esta nueva temporada, de momento está de pruebas… pero todos sabemos que casi siempre que llevo a cabo estas es porque estoy muy seguro de su resultado, y el asunto acaba saliendo adelante.

El cambio consiste en unificar los tradicionalmente tres artículos recopilatorios, o al menos, dos de ellos, exposiciones y eventos, que de ahora en adelante, se comentarán aquí conjuntamente (las muestras en primer lugar, y los otros acontecimientos a continuación, en el apartado especial que crearía si llegara la necesidad de ello).

Y de ahí el cambio del título, a uno más genérico, y que puede abarcar más cosas con mayor facilidad.

Sea como sea, en cualquier caso, es hora de ir calentando motores para….

Palacio Real del Buen Retiro

Archivo:Salón de Reinos (Madrid) 10.jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre

Me duele terriblemente colocar esto aquí, entre lo temporal, pero no es para menos: es un hecho, finalmente, el Museo del Prado tendrá los fondos para apoderarse de lo que queda del Real Palacio del Buen Retiro, hacer su horterada del Campus del Prado, y, en definitiva, destrozar el Salón de Reinos (para colmo, posiblemente para nada, como hizo con el Casón del Buen Retiro)… así que nos queda poco para ver este soberbio edificio en su (aunque deteriorado por el abandono de los últimos años) estado histórico original, antes de que los arquitectos-divos contemporáneos lo destrocen con esa arrogancia, falta de respeto y desprecio por el pasado tan propia, desgraciadamente, de nuestros tiempos. Sobra decir, que Universo de A se opone rotundamente y no se apoya tal barbarie contra el patrimonio histórico-artístico.

En un principio, que la pinacoteca española por excelencia pase a ocuparse del Salón de Reinos parece una buena idea, y más cuando se podría reconstruir de forma fáctica la grandeza de lo que fue el salón del trono de tal Real Sitio, precisamente, y con todo fundamento, con los cuadros que para él fueron pensados y destinados. Eso y no otra cosa es lo más lógico, pero, como no, muy probablemente ello no se hará.Y aunque esta anterior sea una razón de importancia para evitar tan peligrosa anexión, no es la única, pues si algo ha demostrado el Prado, es ser una organización terriblemente predadora. Con la excusa de su importancia, relevancia institucional (ser uno de los museos más importantes de España y del mundo incluso), ha depredado (sigue haciéndolo, sin intención alguna de parar) inconsecuentemente, creyéndose intocable, a quien ha querido sin pudor ni remordimiento alguno.

Repasemos algunos casos: posiblemente, casi todos conocerán la actual y continua pugna, batalla, con el Museo nacional centro de arte Reina Sofía, por parte del Museo nacional del Prado, debido a la permanente, polémica, descarada y fuera de lugar intromisión en etapas de la historia del arte que no le corresponden en absoluto a este último, y que están totalmente fuera de su competencia (y tampoco es algo tan reciente, no olvidemos, hace ya unos años, las exposiciones dedicadas a los contemporáneos Bacon o Arroyo); las cuales saltan a las páginas de la prensa especializada (y no sólo) últimamente cada dos por tres (no es para menos, dan ganas de decir o estipular la norma: “si prefieres el arte contemporáneo o no te gusta el clásico, no trabajes en el Prado por más que te metan a dedo, o al menos no vengas a joder”)… aunque si eso fuera lo único, o lo más grave, que el Prado ha llevado a cabo contra el principal museo de arte contemporáneo del Reino de España… precisamente, se llegó a valorar instalar el “Guernica”, ¡en el propio Salón de Reinos!, y de hecho, el anterior director de la histórica pinacoteca por excelencia, estaba empeñado en arrebatar el cuadro de Picasso al Reina Sofía para llevar a cabo tal despropósito sin sentido alguno (al parecer, querían hacer una especie de irrisorio proyecto de salón de la paz, en el que, supuestamente, también se incluiría algún cuadro de Goya y Velázquez para culminar la necedad absoluta)… bien es cierto que el cuadro del pintor malagueño es realmente una propiedad del Prado (llegó a estar expuesto en el Casón… o sea, el Salón de baile o de fiestas del antiguo Palacio Real del Buen Retiro) en depósito en el museo de arte contemporáneo español por excelencia… pero también es absolutamente innegable que le pertenece a este por derecho, porque, si no, ¿qué sentido tiene tener el Reina Sofía si el Prado pretende abarcarlo todo? aunque quizás, el problema de esta última institución radique en qué piensan precisamente eso: “¿qué sentido tiene ningún museo si ya está el Prado?, ¡que se queden con la morralla y se alegren de seguir engrosando nuestros fondos, además de estar a nuestro servicio!”… y para el resto de las instituciones culturales, el viejo refrán español de “encima de cornudo, apaleado”.  

Pero como ya digo, el caso anterior, no es otra cosa que el más reciente: así, el mueble de aseo de Fernando VII llevaba al menos un siglo en el Museo del Romanticismo… hasta que el Prado decidió reclamarlo de nuevo (en esta cuestión, el retrete también, técnicamente, le pertenece, y debo reconocer que es de los pocos casos en que considero justo y lógico que esté en la pinacoteca nacional por excelencia, puesto que es el lugar para el que fue creado), y teniendo en cuenta como se las gasta la institución del Paseo homónimo, los de la dedicada al estudio del siglo XIX pueden irse olvidando de recuperar la histórica y excepcional pieza.

Pero ahí no se acaban las infamias del Prado, que no contento con acaparar sin descanso (muchas veces ni siquiera para exponer, sino para guardar y enterrar -literal y figuradamente-, aquello de lo que se apropia), ha llegado a asaltar las más altas instituciones del estado, en este caso, el propio Patrimonio Nacional, que ni siquiera depende del Ministerio de Cultura o Educación (como sí lo hace el museo mencionado), sino de la propia Vicepresidencia del gobierno (es decir, un órgano estatal más alto), al gestionar como gestiona, el organismo antes mencionado, los bienes de la Corona… este en concreto, es un caso conocido, el robo más descarado de un cuadro famoso, nada más y nada menos que “El jardín de las delicias” de El Bosco, cuya ubicación original, desde hace siglos (es más, ¡desde que se mandó hacer por Felipe II!) ha sido el Palacio monasterio de san Lorenzo de el Escorial… hasta que el Prado lo pidió para una exposición temporal hace décadas… sobra decir que en la antigua residencia regia del Rey prudente aún esperan que se lo devuelvan (y es evidente que no tienen la más mínima intención, no sólo por como renovaron el forzoso depósito con motivo de la exposición temporal retrospectiva… sino que, para colmo, han creado un nuevo montaje museográfico y lo han anunciado a bombo y platillo! -verdaderamente, sólo los museos presumen con desfachatez de sus hurtos-)… y así un largo etc.

Aunque, si nos metemos en esto, también acabaríamos yendo a la mella del asunto y cuestionando la existencia del propio Prado, puesto que, ¿acaso no se nutre este de las Colecciones Reales y de lo desamortizado a instituciones religiosas? lo primero se puede justificar sobradamente, puesto que el museo nace gracias a la voluntad y empeño del Rey Fernando VII (al que siempre se le pretende escamotear toda bondad y mérito, incluido la creación de uno de los mejores museos del mundo, intentando incluso atribuírselo a una de sus esposas, algo ridículo, pues ni las obras de arte eran suyas, ni estaba casada con el monarca español cuando el proyecto se inició, y tampoco estaba viva cuando finalmente se concluyó… de modo que, simplemente apoyó el filantrópico deseo de su esposo de acercar la cultura y el arte a sus súbditos), y dado que las obras eran de su propiedad, podía hacer con ellas lo que quería… pero lo segundo (es decir, lo proveniente mayoritariamente del extinguido Museo de la Trinidad), ya no tanto… y lo primero sólo hasta cierto punto, ya que no olvidemos que muchas de esas obras de la regia colección fueron pensadas para sitios muy concretos de los palacios (a unas alturas, con unas iluminaciones y con programas iconográficos muy precisos… ¡e incluso para estaciones determinadas!), de modo que en el museo, con su iluminación general o sus posiciones uniformes y artificiales, pierden mucho de su significado (el ejemplo arquetípico por excelencia: “El príncipe Baltasar Carlos a caballo” de Velázquez, pensado para estar encima del dintel de una puerta, donde se apreciara debidamente con la perspectiva desde abajo… y expuesto en el Prado a la altura de la vista y con la misma luz que para el resto de las obras… aunque lo dicho, tampoco es un caso único, “Las meninas” tendrían que estar a la altura del suelo… etc) … pero mejor no seguir por ese camino, pues ello nos llevaría a cuestionar la esencia y sentido mismo del museo como contenedor didáctico. 

Aunque no hace falta irse al siglo XIX para ver como el Prado se apodera del patrimonio de una institución privada como la Iglesia, tal y como se ha comentado antes, de hecho, y esa es otra prueba de hasta que punto es un organismo depredador, hace no demasiados años, devoraba el claustro de los Jerónimos y se lo apropiaba con descaro, fagocitándolo, tragándoselo dentro de una ampliación realizada por Rafael Moneo que estuvo rodeada de polémica desde el primer segundo (y que muchos destacados expertos y arquitectos criticaron implacablemente)… aunque la rapiña de su escaso resto histórico monacal no fue en lo único en lo que se vio perjudicada San Jerónimo el Real (y cualquiera que visite el lugar), puesto que aún tuvo que soportar que el nuevo edificio, engendrado por la ampliación, tapara su entrada de luz natural, opacando las vidrieras de un templo fundamental para nuestra historia, donde ha habido desde Proclamaciones Regias, Juras de Príncipes de Asturias, Bodas Reales… etc. En definitiva, lo dicho, una vez más, todo para beneficio del Museo del Prado, la institución egoísta por excelencia.

Hay quien podría pensar que quizás, que la pinacoteca nacional por excelencia posea, ya completamente (lo único que queda, actualmente, del que fue un palacio inmenso, vital, fundamental en nuestra historia -sería inútil citar, por demasiados y excesivos, todos los importantes acontecimientos históricos que se dieron allí, aunque sí quiero comentar que algún historiador definió tal arquitectura como el perfecto reflejo de la Monarquía de Felipe IV con el Conde Duque de Olivares: “aparentemente grandiosa, pero en realidad, frágil como el papel”-, son dos edificios, el Salón de Reinos y el de bailes o fiestas) lo que queda del Palacio Real del Buen Retiro le dará una uniformidad, que será el comienzo de una investigación seria y reafirmación histórica de este; puesto que las cosas han podido cambiar, ya que no es menos cierto que se ha puesto bastante esmero en la reconstrucción del Gabinete de descanso de Sus Majestades (aunque sea a costa, como ya he dicho, del Museo del romanticismo) en el histórico edificio de Villanueva… pero ello sería muy ingenuo: la prueba es que el Casón del Buen Retiro llevaba décadas cerrado (y antes expuso, inadecuadamente, pintura del XIX), antes de reabrir como biblioteca para unos pocos privilegiados investigadores… hoy día, el público general sólo lo puede visitar a una hora y día de la semana (sábado a las doce), siempre en visita guiada sumamente calculada en tiempo, restringida, con cita previa y dependiendo del capricho del Prado. Por su parte, la sala, invadida por un mobiliario cutre de biblioteca, ha perdido el encanto original que debió de tener (recordemos: salón de bailes y fiestas… ¡del palacio de celebraciones y ocio por excelencia!), y su actual uso resulta un insulto para el propósito para el que se creo (sin duda, combinar una función de reproducción, en todo lo posible, del espacio original -a modo expositivo- con la de auditorio, lugar para conciertos y eventos hubiera sido lo más adecuado)… aunque, como ya digo, eso tanto da, porque total, es casi imposible de visitar… lo que nos hace ver, y entender más que nunca, con semejante y alarmante precedente, lo peligroso que es que el Salón de Reinos acabe en manos de este museo depredador que es el Prado.

¡Aunque si eso fuera lo peor, si la ampliación de Moneo estuvo cargada de polémica, con esta nueva no hay menos razones para escandalizarse!… muy desgraciadamente, nadie parece quejarse, a todo el mundo parece darle igual lo que hagan con esa imprescindible parte de nuestra historia, ese poco que queda de tan importante conjunto palaciego; tal vez porque, en la anterior ocasión (como queda dicho) muchas personas importantes se quejaron, alzaron la voz en contra, y, sin embargo, se hizo todo igualmente (y sin embargo, yo estoy convencido de que siempre hay que luchar por aquello en lo que se cree). Con todo, no deja de ser necesario rebelarse contra la barbaridad que supondrá la aquello que llaman “restauración”, pero que no supone más que la destrucción del palacio de Felipe IV, además de una completa falta de respeto a su evolución histórica.

Ya en su momento, critiqué ferozmente (en un artículo como este que recomiendo leer) los distintos proyectos de los estudios de arquitectura que se habían presentado, a mi parecer, todos insultantes e inadmisibles; y si bien el que se eligió finalmente (de Norman Foster y Carlos Rubio) era el ejemplo perfecto de ese refrán que dice “en el país de los ciegos el tuerto es el Rey”, continuaba siendo repulsivo; así, los arquitectuchos han decidido deshacerse de una fachada entera, de todo el tejado, alterar toda la distribución interna del edificio (no vaya a ser que no se encuentre con facilidad la tienda, las taquillas o la cafetería, lo único que parece importarle al museo)… etc. ¿Y todo esto para qué?, ¿para qué se van a gastar más de 300 millones de euros? pues, al parecer, ni siquiera para reconstruir el Salón de Reinos (lo más lógico y legítimo, sobre todo sabiendo que el propio Prado cuenta con todos o la mayoría de los cuadros que fueron pensados para estar allí, especialmente cuando tal palacio tenía una importante función de pinacoteca para Felipe IV que antecede claramente al propio Prado -aunque este, como se ha dicho, se deba integramente al reformismo ilustrado de la dinastía Borbón, y concretamente a Fernando VII-), idea que una serie de críticos palurdos han tachado de desmesurada y excesiva; junto a otros que no consideran que se deban separar los cuadros de Velázquez… pretendiendo ser más papistas que el Papa, puesto que el propio artista pintó esas obras pensando en a dónde irían destinadas, lo mismo que su encargante… de modo que ni siquiera el argumento de la cuestión didáctica es válido, ya que la mejor manera de entender y aprender sobre el pintor es apreciando su obra en el contexto para el que la pensó y trabajó….

Así, muy por el contrario a lo que sería lógico, los españoles vamos a gastar esa millonada para que el Prado tenga otro ridículo sitio más para exposiciones temporales (lo que hace que formulemos la cruel pregunta de ¿entonces para qué se gastó antes otro dineral -de, repito porque es importante recordarlo, el dinero público, nuestro dinero- en la ampliación de Moneo?, ¿qué sentido tiene esta ahora?, ¿quedará de adorno?), o para albergar otros cuadros de la colección que nada tengan que ver con el lugar donde están (lo ridículo que es esto ni me molesto en comentarlo); o quién sabe, después de la tontería de pretender albergar allí al “Guernica” (al que se separaría de los otros cuadros de Picasso en el Reina Sofía, aunque eso no lo tuvieron en cuenta… tampoco si se planteara, como se hizo, meter allí otra obra de Goya… etc), tal vez decidan hacer la instalación más grotesca imaginable de arte contemporáneo… aunque bueno, hasta se ha hablado de un lugar para exposición de fotografías (prefiero ni hablar de semejante idiotez de posibilidad) o, aún más humillante, ¡para contar la propia historia del museo! (¡en el Palacio que, en muchos aspectos, es la génesis no reconocida de este!, ¡es el colmo de la desvergüenza y vejación hacia este Real Sitio!)… en definitiva, que, lo mires como lo mires, nada puede ser peor para el Salón de Reinos (en realidad, para el Palacio Real del Buen Retiro en general) que caer en las garras, bajo el poder y dominio, del depredador Museo del Prado (aunque, visto lo visto, para cualquiera que se le ponga minimamente a tiro).

Pero en Universo de A siempre se ha pensado que las críticas sin propuesta de solución de nada sirven, y esto es lo que se propone desde aquí: una vez libres del antiguo Museo de artillería, a posteriori del ejército (“libres” entrecomillado, pues ha supuesto una gran pérdida para la ciudad quedarse sin ese museo decimonónico, contenedor de grandes -incluso míticas- piezas… aunque es muy difícil criticar su nueva ubicación, el alcázar de Toledo, lugar y ciudad incuestionablemente ligados a la historia militar, y, aunque tenga actualmente una museología caótica, por situación, tal ubicación es sin duda apropiada e incluso mejor que donde estuvo); incuestionablemente, el Salón de Reinos fue, y es, parte de un Palacio Real, como también es el caso del llamado Casón del Buen Retiro, de modo que, lo más lógico es que ambos no formen parte del Prado, sino de Patrimonio Nacional (la institución que gestiona los bienes de la Corona, y en general, todos los Reales Sitios y Patronatos), que los dos edificios sean restaurados como los restos que quedan del importante conjunto palaciego que fueron (pero siempre respetando todas las intervenciones posteriores, que también forman parte de la arquitectura -y, por supuesto, limitando al máximo, o directamente excluyendo por completo, los divismos, el ego de los arquitectos actuales y su obsesión por emponzoñarlo todo con su huella-), y que se distingan y realcen precisamente por eso, como ejemplo, monumento perfecto a esa etapa de nuestra historia (quizás incluyendo San Jerónimo el Real, del cual partieron), la de la Monarquía de los últimos Austrias, especialmente de Felipe IV, el Rey planeta y la riqueza cultural que supuso el siglo de oro español, incluso a nivel universal (todas ellas, cuestiones que el Prado ha decidido obviar, ignorar o directamente despreciar… algo totalmente imperdonable, para cualquier institución cultural, y no digamos para una de tal nivel como esa). Sobra decir que, según esta propuesta, la principal pinacoteca debería ceder las obras correspondientes para la reconstrucción de los espacios históricos lo más fielmente posible; cosa que tendría que hacer, ya simplemente por nobleza moral o aunque sólo fuera por el recuerdo de que, sin la Monarquía y los espacios que construyó para albergar las obras que hoy poseen, no tendrían nada que custodiar. Hablando claro: se lo deben, tienen esa deuda con el antiguo Real Sitio. Esto, sinceramente se cree en Universo de A que es lo mejor que le podría pasar a lo poco que queda del Palacio Real del Buen Retiro… porque con lo que le van a hacer, hasta sin ese poco nos vamos a quedar, y como queda dicho, en el peligroso depredador que es el Museo del Prado, no podemos confiar en absoluto.

Museo Thyssen-Bornemisza

ALERTA: La tradicional incompetencia, inutilidad, impertinencia y mala educación de a quienes se subcontrata para trabajar en este museo sigue siendo épica (ya hay tantos precedentes de su incapacidad para hacer su labor, que se están volviendo tan incontables como vergonzosos).

Desde luego, es innegable que es un problema el que el museo delegue tal cosa en esas empresas de recursos humanos que sólo son un intermediario que roba a ambas partes (sobre todo al trabajador, pero también a quién recurre a sus servicios, y dado que el museo lo pagamos todos, pues, en consecuencia, nos hurtan a todos) y que siempre son incapaces de escoger a una persona mínimamente apta; al fin y al cabo, ¿cómo se puede esperar que lo hagan, llevando tantos procesos como llevan, con necesidades tan distintas (e incluso opuestas) y en sectores de los que no saben nada? es lógico y obvio: nada bueno puede salir de tal cosa. Pero prometen lo económico. Y así la administración pública (y otros muchos) cae, olvidando, precisamente, que lo barato sale caro, y que de ese modo perdemos todos.

Así, durante mi visita al museo, me fue casi imposible leer una sola cartela o texto de sala, y para hacerlo, tuve que hacer ejercicio de una concentración enorme, porque las salas parecían un bazar árabe, y la propia Puerta del sol envidiaría el ruido y el bullicio que había en la exposición temporal, donde la gente ni se molestaba en hablar disimuladamente por lo bajo, sino que gritaba directamente. Mientras, los vigilantes de sala, se dedicaban a hacer el vago o hablar entre sí, y de vez en cuando daban algún paseo, ni siquiera por el qué dirán o para que pareciese que merecían que se les pagase algo, sino por el simple deseo de estirar las piernas.

Aunque estaba perfectamente permitido sacar fotos o vídeos a las obras (excepto casos muy concretos señalados en la cartela); alguna que otra persona tuvo que aguantar los improperios y la grosería de más de un vigilante de sala de mal humor que tenía ganas de cargar contra un pobre visitante que sólo quería tener un recuerdo o compartir su experiencia en las redes sociales; al cual tuvo el descaro de decirle que no hablase en un vídeo que estaba grabando delante de una obra, mientras se oía a una señora al fondo contando a gritos la operación que había tenido hace un mes; o le mentía diciendo que no se podían hacer vídeos, cuando a apenas tres metros otro señor tenía el descaro de hacer fotos con flash… no obstante, diré que uno de los casos que vi, tenía que ver con que claramente la persona a la que se persiguió y atacó repetidamente, pertenecía a un colectivo desfavorecido muy concreto, y con seguridad se trataba de un caso de acoso, discriminación y marginación, lo que hace el asunto incluso más grave; pues ello demuestra que el museo concuerda oficialmente con ese tipo de actitudes al permitírselas, sin consecuencias, a quienes trabajan allí… pero lo dicho, dado que las salas, debido al comportamiento de la gente, ya parecían de una institución tercermundista, ¿qué más se puede decir?… en fin, qué poca vergüenza.

Indudablemente, es indispensable despedir a esa gentuza (porque yo siempre diré lo mismo: si se pretende levantar a este país, lo primero es dejar de premiar la incompetencia -y haciendo eso se resuelven todos los problemas por sí solos, ¿pues no es acaso negligencia lo que vemos continuamente en política?, ¿y cómo nos vamos a quejar, si todo eso sale de las bases de nuestra sociedad? por eso es tan importante condenar y remediar la ineptitud-; y es que, es imprescindible instituir el concepto de que, por un vago o nulo que despides -el cual usurpa un puesto que no le corresponde, porque no es competente para él-, millones de personas válidas reciben la oportunidad que necesitan y merecen), pero no solo; también es necesario que el museo (y todas las empresas e instituciones en general) vuelvan a implicarse en sus procesos de selección, eliminando definitivamente al intermediario, la infame y siempre incapaz empresa de recursos humanos, origen, en realidad, fondo y superficie, de toda la ineficacia… al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar de unos inhábiles sino que contraten a otros iguales? pues eso.

Sin embargo, ante casos intolerables como estes, ¿qué podemos hacer los visitantes, los ciudadanos que estamos pagando estas ofensas? pues indudablemente no quedarnos callados: debemos quejarnos por escrito por los medios oficiales, también difundirlo públicamente a través de internet y redes sociales; porque siempre hay que dejar testimonio, ya que si no, difícilmente habrá optimización alguna. Y cuántos más lo hagamos, mejor haremos este país y el mundo en general. Yo, personalmente, lo considero un deber moral y cívico.

Más cerca: El Thyssen trae a un Magritte que va más allá de los iconos |  RTVE Play

-LA MÁQUINA MAGRITTE: todos sabemos que los museos (como tantas otras organizaciones, públicas o privadas) llevan una racha muy mala desde que comenzó la pandemia… pero el Thyssen parece haber querido coger el toro por los cuernos y ha optado por recuperarse sí o sí; así que ha decidido hacerlo con una apuesta ganadora: algo extremadamente comercial, muy visual, insertado en la cultura popular, fácilmente reconocible, y no necesariamente muy intelectual (acordémonos, por ejemplo, de cómo fue usado en la exitosa serie “Mujeres desesperadas”, lo cual analicé en su momento); pero, sobre todo y ante todo, que asegure venta de entradas a la exposición, además de una buena caja en las tiendas, con una mercadotecnia exagerada (no hay que dejar de pararse en la tienda al final de la visita, es el desafío o provocación definitiva de la culminación de lo surrealista -cuál si fuese una instalación artística contemporánea hecha ex profeso-: no sé que es más escandaloso, si la profanación y prostitución de Magritte; o los precios tan exagerados y abusivos que son de reír por no llorar: ¡casi 100€ por una funda de cojín!, ¡más de 70€ por una tabla de cocina o de 30€ por una pequeña bandeja!) con la que no se sabe muy bien qué se vende, si un objeto, o el buen nombre del museo y el propio prestigio del arte… pero mejor no encaminarse a esas reflexiones sobre lo sucio de la comercialización del arte (al fin y al cabo, se permiten hacer fotos y vídeos en la exposición -y todos sabemos el inmundo negocio que ha llegado a haber, y que sigue habiendo en algunas instituciones museísticas, con el copyright de las obras- , y eso ya es algo… a menos claro, que te encuentres a más de un vigilante de sala ignorante, embustero y metomentodo que afirma, cuando sabemos que no es así, lo contrario… aunque, al tema de la incompetencia de estas personas ya he dedicado suficientes párrafos arriba, que ruego leer con atención), y más en instituciones públicas con la eterna y descarada excusa de lo caro de su mantenimiento….

Sea como sea, y enfocándonos en la cuestión turística, lo cierto es que el Museo Thyssen ha conseguido la que sin duda será una de las grandes sensaciones (quizás “la” gran sensación) por excelencia de la vida cultural de Madrid de esta temporada; y no se le puede negar que con méritos (si, repito, no la hunden antes, con contumacia los vigilantes de sala incompetentes que tan erroneamente han sido contratados y que impiden, a todas luces, disfrutar de la experiencia).

De todos modos, la llamada al público ha dado incuestionablemente resultado: las antes colas vacías, vuelven a estar llenas hasta arriba y dando vueltas; además, los viejos (y terribles) horarios de ingreso a la muestra, emplazados muchas horas después de la compra, vuelven a estar plena (y espantosamente) vigentes… sin duda, señales de la recuperación de la salud del museo y de la definitiva vuelta a la normalidad (eso siempre y cuando la comentada mala educación de los subcontratados no acabe expulsando definitivamente al público)… para bien o para mal (no negaré que los amantes de los museos teníamos un sentimiento agridulce al ver estos vacíos: por una parte, era más fácil la visita… pero también sentías pena al ver el lugar abandonado de público, y eras consciente de lo malo que era eso… así por ejemplo, cuando viví en Nápoles, era facilísimo conseguir entrada para cualquier cosa -incluso la más espectacular imaginable-, y era maravilloso… pero también entendías, y eso dolía, que ello se debía a la falta de interés por la vida cultural de muchos habitantes de la ciudad o la pereza de cara a organizarse en ese aspecto; de hecho, en el trabajo, cuando sabían de mis andanzas, los napolitanos siempre me preguntaban: “¿pero tú cómo te enteras de las cosas?”, entendiéndose así, que no existía costumbre de crear una agenda en ese aspecto).

En cualquier caso, hay que reconocer que la exposición vale el esfuerzo, bien es cierto que no se trata de la primera retrospectiva de Magritte (el honor de hacer eso lo ostenta la Fundación March… pero ¡ay, como ha decaído a nivel expositivo desde entonces!), pero sin duda puede entrar en el libro de honor.

Es verdad que, a nivel de montaje, para ser una exposición del tipo que es, comete el error de no ser cronológica y optar por el orden temático (tan excesivamente querido del Thyssen, que lleva bastante tiempo aburriéndonos y resultando una equivocación en demasiadas ocasiones), pero la realidad es que lo que todo lo que se exhibe tiene tal interés y calidad que te olvidas del resto, y es que la selección de obras es magnífica (además de una oportunidad única, muchas han venido de colecciones privadas).

Pero, por lo demás, el montaje es el típico y cargante del museo, sin ninguna novedad, y las que hay, malas: como unas insulsas paredes grises que parecen gritarles a los cuadros que les presten algo de color; en lo que respecta a los textos de sala y las cartelas, o dicen obviedades que se perciben a simple vista, o introducen reflexiones personales que no vienen a cuento; por lo que nada de lo que se puede leer tiene ningún interés ni se puede aprender nada de ello (también, como comentaba arriba, sería difícil hacerlo, pues el ruido en las salas es tal que, hasta leyendo en voz baja, costaría oírse a uno mismo); y, como ya digo, no existe ningún tipo de aproximación biográfica al artista, como máximo alguna que otra consideración superficial que hasta el más lego en la materia puede sacar con solo mirar los cuadros. No se quedan ahí solo los yerros, pues no tiene justificación posible el que se montara otra parte de la exposición en una zona totalmente distinta que muchos se perderán por no saber ni que existe (al menos ahí es gratuita)… y la idea un mayor cambio de formato (no hay que perderse los videos personales de Magritte y su familia, hay que tener paciencia, pero al cabo, resultan de lo más interesantes y reveladores a nivel artístico y de los modos surrealistas) no es justificación para tal ubicación, puesto que también hay fotos dentro de la zona principal de la muestra… lo dicho, quien se haya ocupado de comisariar esta exposición no ha dado una a derechas.

Pero, y aún a pesar de todo lo anterior, la realidad es que “La máquina Magritte” es una exposición absoluta e incontestablemente imprescindible; no sólo porque estemos hablando de uno de los grandes y más influyentes artistas del siglo XX, que no es tan habitual ver en nuestros museos; sino, porque, como ya digo, las obras que se han traído son absolutamente sublimes y realmente permiten ver al gran genio que hay detrás; y de eso, por tu cuenta, sí que puedes aprender mucho; de hecho, a mí en particular, me fascinó su ingenio e inteligente, refinado sentido del humor; y por supuesto, siendo más tópico, su capacidad para la sorpresa además de lo inesperado, o ese especial don que tienen los artistas para apreciar algo que está a los ojos de todos, pero que, en realidad y en el fondo, nadie ha visto realmente.

Aunque, como todo en el arte es para gustos: mientras yo quedaba totalmente cautivado y fascinado (cuando no estaba oyendo las impertinencias de algún vigilante de sala, que se deben haber creído que el museo es suyo), en cambio, otra señora pasaba y decía, literalmente, que “no me gusta nada, nada, nada de lo que veo”, y otro señor afirmaba que aquello era una tomadura de pelo… sin embargo, igualmente, creo que también a ellos de algún modo les benefició la exposición, puesto que en el arte lo malo no es tanto el rechazo, sino la indiferencia.

Comentar también, que el museo ha decidido enchufar (no se puede explicar de otro modo sino su participación, y, con toda seguridad, cobro de sumas escandalosas -que les pagamos todos-) a unos supuestos pseudoartistas autodenominados “Overture”, que han hecho una especie de intento de arte sonoro surrealista, o, según sus propias palabras, una audioguía alternativa para la exposición. La idea como tal, no es mala (es decir, la de crear un ambiente sonoro surrealista que acompañe la visita, de hecho, de haberse hecho bien, podría haber sido genial para introducirte aún más en el mundo de Magritte), pero se ha desarrollado y realizado tan extremadamente mal… que el resultado es que, en el mejor de los casos, da risa, y en el peor, piensas que es una auténtica gilipollez. Para colmo, el producto final es terriblemente incómodo, pues está tan lleno de palabras que difícilmente podrás concentrarte en nada de lo que ves o tendrías que leer en la propia exposición… claramente, quienes han hecho esto han ido a hacer su proyecto (metiendo algunos conceptos de la exposición, aunque sólo sea por el qué dirán y para poder cobrar) y han sido incapaces de entender cuál era la misión de aquello que tenían que crear y su funcionalidad última… y si lo habían entendido, peor me lo pones porque han demostrado una absoluta incapacidad para hacer su trabajo; en definitiva, unos audios irrisorios, ridículos, tontos… ¡que encima pretenden vender como CD en la tienda! (que no creo que ni sus padres se lo compraran). En cualquier caso, como ya he dicho, para intervención artística e irónica sobre la exposición (aunque sea de modo involuntario), ya tenemos la propia tienda de esta….

En definitiva, si conseguís evitar a los vigilantes de sala incompetentes, gandules y groseros (tarea difícil, lo advierto); de un modo u otro, estoy convencido de que la visita a esta exposición os resultará de lo más productiva (especialmente a nivel artístico); y yo me reitero, no puedo calificarla de otro modo que como un absoluto y legítimo imprescindible de la temporada (de esta, y si me apuras, de cualquiera), pues lo que se ve es totalmente magnífico… simplemente, hay que ir (y de darse el caso, poner una queja contra el vigilante de sala incompetente de turno, y así de paso, hacer una buena obra por una persona válida desempleada que tanto necesita el trabajo).

Real jardín botánico

Algunas exposiciones de la temporada pasada aún se mantienen, con lo que sugiero consultar el artículo de esta (aquí) para tener una visión más completa de lo que ofrece en este momento esta institución.

-MUTIS, UN PATRIMONIO COMPARTIDO: próximamente.

-LA SIMETRÍA DE LOS ENCUENTROS, PILAR MILLÁN: es la típica exposición de aficionada, lo que se nota en que esta le pide a un amiguete, que pueda parecer aceptablemente cultureta, que le redacte la hoja de sala, en la cual hay un continuo peloteo a la supuesta artista, y un desesperado intento de probar que algo de lo que hace vale la pena, mediante un lenguaje lo más rimbombante y pedante posible, intentando que las palabras disfracen u oculten la mediocridad de lo que vemos en directo.

Por lo demás, la artífice de tal exposición, hace uso de un tono entre cobarde, demagógico, y en cualquier caso inculto: no se atreve a afirmar nada en firme, pero se notan las intenciones de continuidad en la difusión de la leyenda negra y la hispanofobia… en realidad, como no, se contradice descaradamente, porque, aunque hace la tentativa de probar que el periodo virreinal español fue negativo (aunque sea de modo sutil, porque al final, intenta contar tantas cosas que ya ni la misma pseudocreadora sabe de que habla o qué preguntas pretende formular), al final, no puede evitar demostrar que lo peor vino después, con las independencias, es decir, cuando los indígenas perdieron la protección de la Corona española, y pasaron a depender de aquellos privilegiados arribistas y codiciosos, que fueron los que, directa o indirectamente, hicieron lo posible por exterminarlos a ellos, a su cultura… y peor aún, que eso sigue pasando hoy día en tales repúblicas (y sí, hasta de eso se intenta, exasperadamente, culpar a un Reino de España que nada tiene que ver -como en tantas otras cosas-). Y por supuesto, todo esto en un tono falsamente reivindicativo, hipócrita, de la típica persona que necesita hacer eso para pensar que hace o lucha por algo, darle algún sentido a su vida acomodada, y a continuación seguir con sus privilegios de siempre y no renunciar a ellos (pero eso sí, exigir y criticar que los demás lo hagan).

Por lo demás, la instalación no tiene mérito alguno a nivel artístico: no hay belleza, ni estética, ni habilidad técnica, ni originalidad (no podía ser de otro modo, la idea de la que parte es tan vieja y estereotipada que aburre)… y como ya digo, no dice nada porque todo es tan absurdamente difuso, que sólo te encuentras una serie de elementos sueltos, con una conexión tan forzada y tan mal trazada, que parece que aún estén en el proceso de montar la exposición y te hayas metido por accidente, descuido en la sala.

En conclusión: una auténtica chorrada, y además, antiespañola.

La temporada cultural de otoño-invierno de 2021-2022 en Madrid

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