Me he acostumbrado a la “Fila Única” que ahora hay en el lugar en el que compro. Nada de stress-de-colas. Una fila única y una pantalla que te va haciendo pasar a un número de caja, uno a uno… Rápido (aunque a veces la cola asuste) y eficiente.
Mi última visita a IKEA ha supuesto volver al mundo de la cola y he revivido aquellos tiempos…
Mientras estamos comprando, todos somos seres pacíficos pero cuando nos acercamos a “La Caja”, el ambiente cambia drásticamente y uno se adentra en terreno hostil.
La primera gran decisión cuando llegas a campo enemigo es : La Caja que vas a elegir. Observas con atención todos los movimientos de los otros carritos, recuentas visualmente tus más de 10 artículos por lo que desestimas la Caja Rápida (que no suele ser rápida) y, en base a lo que ves que llevan los que van delante, eliges una Caja.
Puede haber un titubeo posterior, cuando ya ubicado tras tu carrito y esperando pacientemente tu turno, te das cuentas que igual es mejor la caja que tienes más a la derecha. Tienes que decidir abandonar tu puesto en las trincheras (ya llevas un ratito esperando) y quedar como tonto, si finalmente la caja que abandonas avanza más rápido.
En mi visita a IKEA me he encontrado a una pareja en la modalidad “Tú en la 1 y yo en la 2”. Esta estrategia lo que hace es irritar al resto de colas que suman o restan un turno…
Una vez ya te has posicionado definitivamente, debes encomendarte al Santo de las Alarmas y de los Códigos de Barras Defectuosos. Igual tu cola parecía más liviana, igual casi llegaba tu turno hasta que… todo se para y la cajera o cajero, cogen el teléfono (“ese” que siempre hay en las cajas) y llaman a otra persona para que vaya a buscar un precio.
O en el producto X , hay una de esas alarmas que sacan golpeando en otro artilugio pero que, en este caso, se resisten a abandonar la prenda… Si los “incidentes” se alargan, tu paciencia empieza a consumirse aceleradamente y te conviertes en su ser malhumorado. Si una agradable ancianita se dirige a ti con una bolsa de naranjas, pidiéndote que le cedas el turno, puedes llegar a rugirle. O si lo hace una mamá agobiada… Para eso están las Cajas Preferentes que, inexplicablemente, nunca están ocupadas por esas personas que requieren de una cortesía funcional ( embarazadas, abuelos y abuelas, etc…).
Las miradas fulminan a los que nos retrasan. Esa persona que tiene una duda respecto a su ticket de compra y no ceja en su empeño de aclaración. O la que ha comprado tropecientas mil cosas que “creía que entraban en la oferta” y hace deshacer la operación…
Cuando por fin llega tu turno, el enemigo ya ha minado tus defensas.
Tu compra se va amontonando en la cinta. Cuando consigues poner orden y llenas tus bolsas (recicladas), la cajera ya está esperando que le pagues y como ya estás derrotado, te pasa eso de que no encuentras “La Tarjeta Club” o la calderilla necesaria que te empeñas en dar “justa” o el DNI que te piden para pagar con la VISA…y los que esperan, te lanzan esa mirada asesina.
Pero con tu ticket en la mano, esa amenaza te resbala. Ya estás a salvo al otro lado de La Caja…
NB: Hay una Teoría de las Colas . Aquí, en Ciencia Explicada.