Pasaron años hasta una nueva intervención europea en el mundo oriental, tras la fulgurante derrota de los cruzados durante la Segunda Cruzada (1144-1148). El gobernante de la dinastía iniciada por Zengi, Nur al Din no pensaba relegar su poder a su primogénito ya que en ese instante tenía once años, sino que pensaba en sus generales como continuadores de su poder.
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Sirkuh y Saladino fueron quienes llevaron a cabo las contiendas en Egipto y tras la muerte del primero Saladino ascendió como visir en marzo de 1169. Lo cierto es que Saladino ha pasado a la historia como una persona culta, generosa y devota, respetaba a sus enemigos y solía titubear en sus decisiones, hecho que demuestra con los asedios que levantó al alargarse demasiado en el tiempo. También se le considera una persona recta y tajante como observamos en las negociaciones que mantuvo con el rey Ricardo I ante el acuerdo con el que finalizará esta tercera expedición a Tierra Santa.
Tras su ascensión al poder emprendió una serie de campañas para recuperar ciudades que habían estado bajo el control de Nur al Din, estando en gran estima por la población musulmana. Proclamado como sultán de Egipto y de Siria tuvo que afrontar muchos problemas, entre ellos el provocado por Reinaldo de Châtillon, que será conocido en la historia como la Batalla de los cuernos de Hattin. En este episodio tropas musulmanas y cruzados se enfrentaron en torno a estas colinas, sufriendo los cristianos una aplastante derrota por las tropas de Saladino. La batalla se desarrolló en torno al lago Tiberíades, las tropas de Saladino rodeaban a las tropas templarias y hospitalarias, que se encontraban en lo alto de una colina. Tras la contienda fueron detenidos el Rey Guy de Lusignan, Reinaldo, el gran maestre de la orden del Temple, que en ese momento era Gerard de Ridefort y al gran maestre de la orden Hospitalaria. Es sabido que Saladino decapitó a Reinaldo en su tienda, tras el enfrentamiento las tropas de Saladino se hicieron con una de las reliquias más veneradas en el cristianismo, la Vera Cruz[1].
Saladino decidió dirigir sus planes hacia la ciudad de Jerusalén que en ese momento estaba sin un gran número de tropas que la defendiera. El encargado de defender la ciudad Santa era Balian de Ibelin, que habiendo escapado de la matanza de Hattin se vio inmerso de nuevo en el conflicto entre el sultán y los francos. El cerco de la ciudad comienza el 20 de septiembre y 9 días después la ciudad abre sus puertas al sultán, no sin antes llegar a un acuerdo. En dicho pacto se pone precio a los hombres, las mujeres y los niños que vivían en Jerusalén, Saladino tiene que ceder debido a las amenazas de los sitiados de quemar y destruir los lugares sagrados, ante esta actitud Saladino acuerda el precio que deberán pagar por poder huir de la ciudad. Este episodio en Occidente alarma a los monarcas y a la curia papal, que desde hace tiempo requerían de más efectivos para los territorios orientales., ante el temor de un ataque a todas las plazas y fortalezas en Tierra Santa.
La Tercera Cruzada. La llamada a los reyes europeos
Los monarcas europeos interpretaron la caída de Jerusalén con una nueva incursión contra el islam en la Tierra Santa, una nueva llamada a la cruzada recorrió europa de manos del papa Gregorio VIII y posteriormente de Clemente III, en este llamamiento a la cruzada solicitó a los monarcas europeos beligerantes entre ellos que se diese una tregua de siete años y así acudir a la llamada en la Tierra Santa[2]. Un hecho sorprendente que surge en esta cruzada es la introducción del impuesto denominado como “Diezmo de Saladino”, que consistía en grabar un diez por ciento sobre las rentas y los bienes, ya fuesen clérigos o laicos. La única forma de evadir este impuesto era yendo a combatir a Tierra Santa[3].
En este momento podemos hablar de dos movimientos masivos de fuerzas militares, el primero llevado a cabo por el monarca Federico Barbarroja y el segundo que fue llevado a cabo por Felipe II de Francia y Ricardo I de Inglaterra, que había sucedido en el poder a Enrique II en 1189.
Uno de los primeros en acudir a la llamada del papa fue el representante de la casa Hohenstaufen, Federíco I, emperador del Sacro Imperio no titubeó en ordenar partir a sus tropas hacia Palestina. Parte de Ratisbona en 1189, sin encontrar ningún problema en el viaje hasta los límites del Imperio Bizantino. Tras atravesar Asia menor, en Junio del año 1190 Federico Barbarroja falleció, posiblemente a causa de un infarto, en un río en las inmediaciones de los montes Tauro, provocando que parte de su ejército regresase a sus hogares. Para Saladino y sus hombres este acontecimiento les provoca satisfacción ya que temían a las fuerzas del emperador, y con su fallecimiento estas tropas se vieron muy mermadas, a parte de sufrir de hambrunas, enfermedades y las inclemencias climáticas.
Tanto Felipe II como Ricardo eran recelosos entre ellos en cuanto a la partida hacia tierra santa, y esta no se dará hasta el año 1190, debido a que ninguno de los dos monarcas quería dejar su reino desprotegido ante el otro, firmaron un pacto de no agresión en Gisors. Las tropas francesas llegan a Mesina en Septiembre, mientras que el ejército liderado por Ricardo I parte en julio desde Marsella a Sicilia. Ricardo Corazón de León tras una serie de problemas en el viaje desembarcó en Acre el 8 de junio de 1191[4]. Durante su viaje en Chipre tuvo problemas con Isaac Ducas Comneno, y tras una serie de desacuerdos optó por perseguir al emperador por la isla y tomarla, siendo esta de un valor estratégico inigualable en la expedición de reconquista de Tierra Santa. La población chipriota acogió de buena forma a Ricardo y a sus hombres, lo que hizo temblar el poder de Isaac en la isla. A finales de Mayo la isla había sido tomada en su totalidad y Ricardo se embarcó hacia Acre[5].
Al igual que occidente respondió a la llamada a la cruzada, Saladino ordenó que emisarios recorriesen Siria y se dirigiesen a Damasco con el fin de informar que reyes europeos se acercaban con miles de soldados. También solicitó ayuda al Magreb y a Al-Ándalus, para que acudiesen a luchar por sus hermanos[6].
Las batallas de Acre y Arsuf
El asedio de Acre fue el enfrentamiento más encarnizado y duradero de la Tercera cruzada, fue un choque de fuerzas que se alargó hasta el desgaste y la aparición de Felipe II y posteriormente de Ricardo I, el asedio se había alargado desde hacía dos años. La idea de asediar un puerto tan estratégico y de tanto valor fue de Guido de Lusignan, el asedio lo iniciaría en Agosto de 1189. La construcción de máquinas de asalto fue crucial para el avance de la contienda, la ciudad de Acre se rindió en Julio de 1191. Las tropas del rey Guido, de Felipe y Ricardo estaban flanqueadas por las tropas de Saladino, el acuerdo fue difícil ya que los cristianos llevaron a cabo una matanza con la población de la ciudad inclumpliendo el acuerdo, y Saladino por medio de su labia contravenía las condiciones mediante las cuales la ciudad declaraba que se rendía. Esto hizo que se pospusiera el viaje al sur de las fuerzas cruzadas. También era una estrategia de Saladino, cuanto más tiempo pasase en Acre menos recursos tendrán los francos y más debiles se quedarían sus efectivos, el bloqueo de suministros hizo mella en las fuerzas de combate cristianas por lo que se apresuraron en acordar la caída de la ciudad.
El monarca francés decidió regresar a su país en el mes de agosto, mientras que Ricardo optó por seguir la línea de costa seguido de sus barcos con provisiones, aunque las tropas de Saladino les seguían paralelamente. Hubo bastantes escaramuzas entre los contingentes y tras quince días de marcha desde Acre, los soldados cristianos se veían acosados por las flechas enemigas ,lo que dio paso a la batalla en la llanura de Arsuf, iniciándose a principios de Septiembre[7]. Fue una derrota para las tropas de Saladino, aunque los dos ejércitos tuvieron pocas bajas, esta batalla hizo mella en el carácter del monarca inglés y Saladino quienes empezaron a gestar la idea de un acuerdo de paz. Tras esta batalla los ejércitos cristianos toman la ciudad de Jaffa, siendo un punto estratégico en su determinación de tomar la ciudad de Jerusalén[8]. Los soldados de Saladino la recuperarán, aunque volverá a caer en pocos días debido a la aparición de Ricardo, quien defendería a los cristianos sitiados en la ciudadela de Jaffa junto a unos dos mil soldados[9].
El final de la Cruzada
Comienza una larga negociación entre Ricardo y Saladino, con la finalidad de firmar un acuerdo de paz entre los dos ejércitos. Ricardo se mostró muy defensor de la ciudad de Ascalón, mientras que el sultán no cedió en cuanto a su determinación sobre dicha ciudad. Y tras ser reconstruida por las tropas de Ricardo, al final cedió con el desmantelamiento de la fortaleza. Otro de los puntos a los que se llegó en el acuerdo era sobre el territorio, estableciéndose el control cristiano en la zona costera que va de la ciudad de Tiro a Jaffa. Por último se acordó que los fieles cristianos podrían acceder a los lugares cristianos de la ciudad de Jerusalén sin ningún tipo de condición, a lo que Saladino accedió. La ciudad quedaría dirigida por manos árabes aunque se respetaría la libertad de culto.
Ricardo tras una interminable negociación, ante las noticias que llegaban de su reino y las conjuras que Juan estaba llevando a cabo con Felipe II, y en vista a que si no ser machaba ya de Tierra Santa debería esperar a que pasara el invierno, decidió ceder para poder volver a Inglaterra con el acuerdo de paz firmado. Sin conocer a su rival Saladino, ni la ciudad de Jerusalén, el monarca inglés emprendió el camino de regreso a Inglaterra el 9 de Octubre, un viaje plagado de problemas y de aventura[10]s.
Este episodio fue un duro revés para Europa, ya que nunca más se volvería a dominar una vasta extensión de territorio en Tierra Santa, más bien pequeños emplazamientos estratégicos. Fue una sangría para los reinos europeos el mantenimiento de las tropas a cientos de kilómetros de sus países, además de no conseguir el objetivo que se perseguía al comienzo de la campaña militar, que era la conquista de Jerusalén.
Autor: Víctor Vicente García para revistadehistoria.es
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DE AYALA MARTÍNEZ, Carlos.
2014 Las Cruzadas. Madrid, Punto de Vista Editores.
MAALOUF, Amin
2012 Las cruzadas vistas por los árabes. Madrid, Alianza Editorial.
PAUL READ, Piers.
2010 Los Templarios, monjes y guerreros. Barcelona, Ediciones B. S. A.
RUNCIMAN, Steven.
1999 Historia de las cruzadas Vol. 3; El reino de Acre y las últimas cruzadas. Madrid, Alianza Editorial.
ZABOROV, Mijail
2016 Historia de las cruzadas. Madrid, Akal.
[1] Paul Read 2010: 236-238.
[2] Paul Read 2010: 246.
[3] De Ayala Martínez 2014: 445-446.
[4] Runciman 1999: 55-57.
[5] Íbidem.
[6] Maalouf 2012: 175.
[7] Maalouf 2012: 177-179.
[8] De Ayala Martínez 2014: 445.
[9] íbidem.
[10] Paul Read 2010: 260.
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