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La tesis de Marie Curie

Por Siempreenmedio @Siempreblog
La tesis de Marie Curie

El 25 de junio de 1903, hace cosa de 120 años, Marie Curie defendía en París su tesis doctoral (Investigaciones sobre las sustancias radiactivas) dirigida por el eminente Henri Becquerel, con quien ese mismo año compartiría el primero de sus Premios Nobel. Obtuvo el doctorado y la mención cum laude. No sólo fue la primera mujer catedrática en siete siglos de historia de la Sorbona, sino que también fue la primera en obtener el Nobel y en ganarlo dos veces. También fue la primera mujer en recibir sepultura en el Panteón de París, en 1995, pero su enterramiento fue tan peculiar como su propia vida, como veremos al final de este texto.

Fue una pionera que no tuvo una vida sencilla. Maria Salomé Skłodowska había nacido en Polonia un frío otoño de 1867, y perdió desde muy pequeña a su madre y a una de sus hermanas, fallecidas de tuberculosis. Uno de los huéspedes que tuvieron que acoger en su casa para ganar algo de dinero contagió a sus otras dos hermanas de tifus, y una de ellas moriría poco tiempo después.

Semejante percal en casa no afectaría a una estudiante ejemplar, que terminó por emplearse como institutriz en varias ciudades polacas. Sin dejar nunca de estudiar e investigar por su cuenta, tardó año y medio en reunir el dinero suficiente para trasladarse a Francia en 1891 con la hermana que le quedaba, que vivía en París. Allí podría cumplir su deseo de estudiar ciencias, toda vez que en Polonia las mujeres tenían vedado el acceso a estudios superiores. La universidad se convirtió en su única obsesión, y el hambre y la pobreza no fueron obstáculo para que en 1896 ya fuese licenciada en Física y Matemáticas. Durante aquellos años sufría de anemia, se desmayaba de pura hambre y vivía en una buhardilla miserable sin ventanas. Trabajaba en un laboratorio y daba clases por las noches para pagarse los estudios. Hasta llegó a ser actriz amateur.

En aquellos años se enamoró perdidamente de Pierre Curie, físico como ella, con quien compartía su pasión por la investigación. Terminaron por construir un laboratorio en su casa y trabajaban de prestado en un cobertizo de la Escuela Superior de Física y Química Industriales de París, donde trabajaba Pierre. En aquel espacio sin ventilación comenzaron a estudiar la radiactividad natural, con la que se toparon casi de casualidad.

Su tesis fue inspirada y dirigida por Henri Becquerel, quien ya había investigado las propiedades del uranio, pero Curie fue mucho más allá y descubrió en 1898 dos elementos nuevos a partir de la pechblenda, el radio y el polonio, nombrado en honor a su adorado país natal, en aquel momento dividido entre tres imperios. La primera anotación en los diarios de laboratorio correspondiente a la tesis es del día 16 de diciembre de 1897, apenas tres meses después del nacimiento de su primera hija. Los primeros resultados fueron remitidos a la Academia de Ciencias francesa en una comunicación que presentó en su nombre el profesor Lippmann el 12 de abril de 1898, de la cual ella era la única autora.

Conscientes de la capacidad creadora de su descubrimiento, los Curie se negaron a patentarlo, para que toda la comunidad científica pudiera experimentar con él, y desarrollaron las teorías de la radioactividad, entre otros hitos. Por aquel entonces ya se encontraban entre los más eminentes investigadores del mundo (Marie Curie llegó a ser siete veces doctora honoris causa en otras tantas universidades de Estados Unidos), y sus estudios estaban siendo sostenidos por la Academia de Ciencias de Francia. De lo excepcional que era en aquellos años encontrar a una mujer al frente de semejantes investigaciones es expresivo un simple dato: La Real Academia de las Ciencias de Suecia pretendía dar el Nobel únicamente a Pierre Curie y Becquerel por sus descubrimientos.

En 1903 los Curie no llegaron ni a viajar a Estocolmo para recoger el galardón. Ya ambos estaban gravemente enfermos por la exposición continuada a la radiactividad, pero aprovecharon los 15.000 dólares de premio y rentabilizaron su prestigio con decenas de publicaciones de toda índole, la cátedra de Pierre en la Universidad de París y un suntuoso laboratorio.

En abril de 1906, un deteriorado Pierre Curie, aquejado de reuma, fue arrollado por un carruaje que le aplastó el cráneo. Marie se deprimió profundamente y llegó a guardar ropa con restos de los sesos de su marido en su armario.

Con todo, supo sobreponerse a la pérdida y continuó con sus proyectos. Apenas un mes después del desgraciado accidente le fue ofrecida la cátedra de su esposo, que aceptó como homenaje. Fue la primera mujer que ocupó el puesto de profesora en dicha Universidad, venciendo absurdas restricciones que abrieron las puertas a decenas de brillantes mujeres en los treinta años siguientes.

Tiempo después lograría aislar un gramo de radio puro y definió la naturaleza y compuestos de este elemento, lo que le valió su segundo Premio Nobel, ahora en solitario. La prensa francesa apenas se hizo eco de semejante logro, ocupada como estaba en airear los amoríos de su más insigne investigadora con el científico Paul Langevin, que estaba casado. "Destrozahogares judía", llegaron a decir de ella. Tal vez porque la prensa aireó su correspondencia con Langevin, y muy probablemente por ser mujer, atea y extranjera, se malogró su candidatura a la Academia de las Ciencias de Francia en 1911. No fue hasta 1962 que se admitió a la primera mujer.

Pese a que su salud estaba muy deteriorada siguió explorando las propiedades del radio y llegó a definir un estándar internacional para las emisiones radiactivas que fue bautizado con su nombre.

Pero semejantes logros palidecen si pensamos en el compromiso social y ético de tan valiosa científica, que durante la Primera Guerra Mundial abandonó todas sus investigaciones y, tras percatarse de que no había personal especializado en el uso de Rayos X, se puso al frente del Servicio de Radiología de la Cruz Roja francesa, asistida por su hija Irene. Utilizando incluso taxis, equipó hasta doscientos vehículos con unidades móviles para hacer radiografías. Empleó a mujeres como ayudantes y ella misma fue una de las primeras féminas en sacarse el carné de conducir para manejar aquellos vehículos, conocidos como "petit Curie". Llegó a intentar vender las dos medallas de oro que había recibido de los Nobel. Más de un millón de soldados pudieron ser tratados gracias a su iniciativa, que jamás mereció reconocimiento alguno por el gobierno francés. Tiempo después rechazaría la Legión de Honor.

La propia Curie dijo de sus descubrimientos: "No debemos olvidar que cuando se descubrió el radio nadie sabía que iba a ser útil en hospitales. Era un trabajo de ciencia pura. Y ello es prueba de que el trabajo científico no debe considerarse desde el punto de vista de su uso directo. Se debe realizar por sí mismo, por la belleza de la ciencia y luego siempre existirá la posibilidad de que un descubrimiento científico se convierta, como el radio, en un beneficio para la humanidad".

Si bien sus estudios en el campo de los Rayos X fueron clave en muchos ámbitos de la medicina, los efectos nocivos de años expuesta a la radiación sin las medidas de seguridad que hoy conocemos terminaron por debilitar seriamente su salud.

Murió en 1934 por culpa de una anemia provocada por los mismos elementos radiactivos que había estudiado durante años. El cadáver de Curie fue trasladado al Panteón de París en un sarcófago de plomo de una pulgada de grosor para evitar que el ambiente se contaminara con los átomos radiactivos que todavía emanan de sus restos.

La casa-laboratorio en que trabajaba es conocida como el Chernóbil del Sena, por los altos niveles de radiación que se siguen detectando, y que permanecerán 4.500 años más. Aún hoy sigue protegido por un alto muro que impide la entrada. Según ella misma escribió en su autobiografía, uno de sus grandes placeres era contemplar en la noche los destellos que emanaban de los metales radiactivos, que guardaba, despreocupada, en los bolsillos de su bata.

Los documentos que contienen sus trabajos se guardan en cajas forradas de plomo por ser considerados altamente radiactivos, custodiados en un sótano protegido de la Biblioteca Nacional de Francia. Solo pueden examinarse con trajes de protección similares a los que usan los astronautas. En las mismas condiciones se conserva su libro de cocina, probablemente el más contaminado del mundo.

Allí seguirán durante 1.500 años, bajo urnas de plomo, hasta que, desaparecida la radiación, otras personas puedan volver a consultar con normalidad el testimonio manuscrito de los estudios de Marie Curie, una de las más brillantes mentes de la historia.

La tesis de Marie Curie
"La vida no es fácil, para ninguno de nosotros. Pero... ¡qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo. Hay que sentirse dotado para realizar alguna cosa y que esa cosa hay que alcanzarla, cueste lo que cueste".


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