Tenéis que saber que cada trozo de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada aguja de un abeto, cada playa de arena, cada niebla en la profundidad de los bosques, cada claro entre los árboles, cada insecto que zumba es sagrado para el pensar y sentir de mi pueblo. La savia que sube por los árboles es sagrada experiencia y memoria de mi gente.
Somos una parte de la tierra, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa, son nuestros hermanos. Las escarpadas montañas, los prados húmedos, el cuerpo sudoroso del potro y el hombre…, todos pertenecen a la misma familia.
Los ríos son nuestros hermanos. Nos libran de la sed, arrastran nuestras canoas y nos procuran alimento. Cada imagen que reflejan las claras aguas de los lagos son el recuerdo de los hechos que ocurrieron y la memoria de mis gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Nosotros sabemos que la tierra no pertenece al hombre, que es el hombre el que pertenece a la Tierra. Todo está unido entre sí, como la sangre que une a una misma familia. El hombre no creó la trama de la vida, es solo una fibra de la misma. Lo que haga con ese ese tejido, se lo hace a sí mismo.
Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la Tierra es su madre. Lo que le ocurre a la Tierra también le ocurre a los hijos de la Tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.
Leído en “La Respuesta [Discurso] del Jefe Seathl”, versión de Ted Perry
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