Cuando somos jóvenes, adolescentes, las hormonas se nos revolucionan. Ahí dentro pasa algo y un día todo termina por salir (casi de forma violenta), en forma de espinillas, de caspa, de cambios de humor.
Otro ejemplo: cogemos una gripe. Nos ponemos malísimos. Estornudamos, tosemos, expectoramos flemas… luego estamos semanas renqueando. Sin ser en realidad quienes somos. Con ganas de dormir, de estar todo el día tranquilos y que no nos estén molestando.
Somatizando. Creo que esa es la palabra, que viene siendo más o menos que expulsando todo lo que nos hace daño: sonarnos, bostezar, vomitar, eructar…. todo tan escatológico.
Foto: Desirèé Martín
Hace meses que, cerca de la isla de El Hierro en medio del mar, se abrió la boca de un volcán. Y aún dura. Y aunque sé que nada tiene que ver, que es un ejercicio de mi desbocada imaginación, cada vez que veo imágenes del borboteo constante, de la bilis terrestre expulsada, pienso si no puede ser que la Tierra esté somatizando todas las enfermedades que sufre, todos los castigos que le infligimos: el de la sobreexlotación de los recursos, el de la contaminación, el del exceso de residuos, el de la carga a que sometemos determinados lugares sensibles, el del acoso y derribo a la flora y la fauna, el del calentamiento…
Lo que digo es una ficción. Por supuesto que nada de lo que digo puede estar relacionado un fenómeno volcánico (natural y recurrente) … pero yo no hago sino mirar las fotos y, cada vez más, me atormenta la impresión de que el Planeta está vomitando.
Exhausto y débil por la enfermedad.
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