«una obra que navega entre la ficción histórica,
el relato de aventuras, el terror y la parábola sobre un mundo,
el nuestro, en el que el futuro inmediato es visto como amenaza.»
De la vida monacal en el siglo XII, magníficamente recreada en la novela Matrix —reseñada en este blog— a través de una historia inspirada en la poeta Marie de France, Lauren Groff da el salto al siglo XVII y los primeros asentamientos de colonos británicos en lo que hoy denominamos Estados Unidos. El fuerte Jamestown, en Virginia, y las hambrunas, enfermedades y episodios de canibalismo vividos allí entre 1609 y 1610 está en los cimientos de La tierra más salvaje, una obra que navega entre la ficción histórica, el relato de aventuras, el terror y la parábola sobre un mundo, el nuestro, en el que el futuro inmediato es visto como amenaza. Varios siglos separan a la historia de la abadesa Marie en la Europa del poder papal y las cruzadas, y la de una chica que, sosteniéndose en la fe protestante y el diálogo íntimo con dios, atraviesa sola un territorio que los suyos aún no han nombrado.
Entre Matrix y la nueva novela de Groff, sin embargo, existe un diálogo que se teje a partir de dos figuras femeninas que desde una posición influyente o bien, habitando en los márgenes de la historia se deshacen de creencias impuestas y persiguen, en el éxtasis místico o en la huida hacia la naturaleza, una forma de trascendencia y libertad.
Escrita con una prosa austera que en su crudeza invoca toda la belleza e inmensidad de un paisaje inhóspito, La tierra más salvaje narra un relato de supervivencia cuyas raíces se pueden rastrear en la sólida tradición literaria y filosófica norteamericana del encuentro del hombre con la naturaleza. La influencia de Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau y Jon Krakauer, entre otros, se deja entrever a lo largo de las páginas de una novela que, dando un paso adelante respecto al legado, tiene como protagonista a una chica analfabeta sin nombre ni origen: un personaje femenino de una desnudez casi beckettiana que se ve arrojado a una dura peripecia. El porqué de su fuga desesperada, de su miedo y de su culpa se revela recién hacia el final de un relato que con este gesto elíptico busca no tanto el suspense, sino exponer al lector a una acción despojada de rodeos y atenuantes, a la pura huida tierra adentro de una criatura que cuenta con muy poco para sobrevivir pero, dueña de una feroz vitalidad, consigue seguir adelante y, en el camino, transformarse. A medida que, con mejor o peor suerte, se superan los retos que impone la travesía, la experiencia va resquebrajando la fe en ese dios con el que la chica conversa y que es su medida moral del mundo. Lo que sigue es la paulatina transformación hacia otro modo de observar y comprender aquello que la rodea, y su propio rol en una naturaleza que deja de ser vista desde una perspectiva colonial, es decir, como un territorio a conquistar y dominar, y pasa a ser entendida como un precioso entramado de iguales donde cada uno de los seres vivos se las ingenia para garantizar su supervivencia. A partir de este giro de conciencia de la protagonista, Lauren Groff indaga en el instinto de vida y la nada que sigue al abandono de dios, pero también, en los límites mudables y necesariamente cuestionables entre lo civilizado y lo salvaje, en el temor a lo desconocido y en los sistemas de creencias que derivan en prejuicios y ataduras. La imposibilidad de la chica de acercarse a los nativos y pedir ayuda después de superar todo tipo de pruebas es una última manifestación del miedo al otro del que ella no consigue desprenderse y que la termina condenando a una larga soledad que, como reconoce al final de su existencia, empaña el triunfo de la lucha individual por la subsistencia.
A través de los sueños de la protagonista, el recuerdo del amor que llegó a conocerse y de las atrocidades vividas en el fuerte y en una Inglaterra tan lejana que parece extinta se entrelaza en una narración que adquiere la cadencia épica de una chica huyendo por bosques, llanuras y barrancos, y la atmósfera de un relato de horror. Entre el vértigo de la fuga y un pasado que se evoca con dulzura o, aterrador, es memoria involuntaria, Lauren Groff compone una novela en la que hay tanto de Robinson Crusoe y el libro de Job, como de La carretera, Hacia rutas salvajes y la cultura del survivalismo. Una novela que, volviendo la mirada hacia el colonialismo y el encuentro con un mundo para algunos nuevo y salvaje, ancla en una realidad pretérita para desde allí pensar en nuestra capacidad de adaptación y los miedos y amenazas que recorren un mundo en frágil equilibrio.
La autora:
Lauren Groff nació y creció en Cooperstown (Nueva York) y actualmente vive en Gainesville (Florida). Ha escrito las novelas Los monstruos de Templeton, finalista del Orange Prize for New Writers en 2008; Arcadia (2012), elegida mejor libro del año por varios medios; En manos de las furias (Lumen, 2016), elegida novela del año por numerosos medios y por Barack Obama, así como los libros de relatos Delicate Edible Birds (2009) y Florida (Lumen, 2019), finalista del National Book Award y uno de los mejores libros del año según The New Yorker y Time Magazine. Ha recibido diversos galardones como el Paul Bowles Prize, el PEN/O. Henry Award y el Pushcart Prize, y ha sido finalista del National Book Critics Circle Award, el Kirkus Prize y el LA Times Book Prize. Sus relatos se han publicado en The New Yorker y en cinco antologías de los mejores relatos norteamericanos, y en 2017 fue elegida por Granta como una de las mejores novelistas estadounidenses contemporáneas. En 2022 publicó Matrix, considerada una de las mejores del año por The Times. La tierra más salvaje es su última novela.
El libro:
La tierra más salvaje (titulo original: The Vaster Wilds, 2023) ha sido publicado por la Editorial Lumen en su Colección Narrativa. Traducción de Ana Mata Buil. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 264 páginas.
Como complemento pongo un vídeo en inglés titulado Lauren Groff — The Vaster Wilds – with Amber Sparks.
Para saber más:
https://laurengroff.com/