Revista Insólito

La tierra perdida de Hiperbórea

Publicado el 09 enero 2016 por Redespress60

Las doctrinas de los antiguos afirman que la humanidad ya existía antes de aparecer sobre el universo físico, en un nivel de existencia diferente, en un mundo sin tiempo. La marcha cíclica del Cosmos habría traído consigo la incorporación, la materialización de la humanidad. En la puerta del templo de Sais, en Egipto, bajo la estatua de Palas se halla la siguiente inscripción: “Soy todo lo que es, lo que ha sido y lo que será y ningún mortal ha levantado todavía mi velo”. Es el velo de Isis, el umbral que hay que atravesar para conocer la totalidad y para ello hay que dejar de ser un mortal…

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Pitágoras fue el primero en llamar cosmos al universo para indicar el orden que lo rige. El universo visible nació o se escindió del invisible y el movimiento del cosmos es la medida del tiempo. Nuestros sentidos físicos, más tardíos, en tanto como proyección de los sentidos no físicos, nos hacen visible la sincronía entre los dos mundos. La “antitierra” es este mundo atemporal al que se accede “visitando las entrañas de la tierra”, en busca de la morada de la Piedra Oculta. Ésta es la clave para el paso a otras dimensiones y mantiene una analogía manifiesta con la teoría de los agujeros negros de la ciencia actual.

El origen de la humanidad

Los mitos de la antigüedad guardan memoria de una antigua tierra mágica que explica el origen de la humanidad y de la antigua civilización de la Hiperbórea legendaria, Patria original de los arios. En el Tíbet, antes de ser invadido y destruido por el marxismo, en los templos eran guardados con celo viejos manuscritos que se referían a ese pasado hoy acallado por quienes dominan el mundo.

Los arios hindues nos dicen que el continente Ártico, hace milenios, era un lugar de clima templado y con una naturaleza generosa. Hiperbórea, tierra mágica liberada del tiempo del mundo, fue creada por una raza superior: los hiperbóreos. Su civilización participaba del conocimiento trascendente o espiritual y estaba formada por seres venidos de las estrellas de sangre pura, además de por semidivinos y por arios. Estos últimos se llamaban también “ariyas”, de donde proviene la palabra “ario”, que viene a decir “nacido dos veces” o “iluminado”.

El origen de Hiperbórea se halla en los límites del tiempo, cuando en el cielo hubo una confrontación entre Jehová, dios del mundo material, y las huestes espirituales de Lucifer. En esta contienda cósmica se produjo la “traición de los Traidores Blancos”. Mediante esta estrategia, encadenando la consciencia divina en el mundo, Jehová trata de dar entidad a su mundo ilusorio. Jehová necesita del elemento divino pero sometido a su designio.

En consecuencia, a raíz de esta situación, el espíritu quedó encadenado en la materia y el alma del mundo, dando lugar a una estirpe de semidivinos. Esta estirpe se hallará desde entonces entre dos mundos y en medio de una terrible confrontación cósmica. Tratando de ayudar a sus hijos semidivinos, los Dioses Blancos crean Hiperbórea, un territorio libre del mundo desde el que luchan para rescatar a los suyos de la cárcel de la materia.

Hiperbórea estaba situada más allá del océano boreal y aislada del mundo, según una versión del mito, por una muralla de constitución vítrea. En otras versiones la muralla mágica era de piedra, al estilo de las construcciones ciclópeas del mundo antiguo. Gracias a esta separación, la pureza racial no estaba amenazada y podían vivir en armonía. Cuando los dioses hiperbóreos hubieron de partir para retornar más allá de las estrellas, antes de marchar dejaron en la tierra un objeto especialmente sagrado: el Gral o Grial. Este objeto, la esmeralda de la Corona de Lucifer, tiene la virtud de permitir a los espíritus caídos mantener el vínculo con el mundo de los dioses.

Tras un cataclismo planetario, Hiperbórea desapareció y aquella eterna primavera ártica dio paso a un clima frío e inhabitable. Los descendientes de los arios que quedaron sobre la superficie de este planeta hubieron de emigrar hacia regiones más al sur. Así, los arios emigrarían fundando la legendaria civilización del Gobi, en el Asia y migrando también hacia Escandinavia. Los innumerables restos de fauna congelada en las islas árticas hoy inhabitables, como la isla de Vrangelja (Vrangel), al norte de Siberia, en pleno Océano Ártico, así como los yacimientos de carbón de las islas árticas como Spitsberg (Noruega), son la demostración de que en otro tiempo aquellas tierras polares, hoy inhabitables, fueron lugares de naturaleza exuberante. De esta manera, la Patria original de los arios sería sepultada por los hielos polares.

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Crónica de una civilización anunciada

Las diferentes leyendas sobre Hiperbórea hablan siempre de un continente o isla que habría ocupado una parte de las regiones árticas actuales, antes de la modificación del eje terrestre, que implicó la segunda glaciación universal.  Hiperbórea se habría conectado con todos los demás continentes: Islandia, Groenlandia y Spitzberger serían vestigios de ese fabuloso continente. Su civilización debió florecer hace más de 60.000 años, durante el último período interglacial.

Los griegos conservaron el recuerdo de esta “Tierra del Sol Eterno” que se extendía “más allá del dios Bóreas”, señor del frío y de las tempestades. Piteas de Marsella, navegante del siglo V a. C. relata que llegó a una tierra que tocaba el círculo ártico. y que los habitantes de esas islas le declararon que si navegaba un día entero hacia el Norte, encontraría “el mar sólido”. Aquella isla a donde había arribado Piteas se llamaba Thule.

Eurípides se refería a Hiperbórea como el “País del Ámbar”. Herodoto dice de Hiperbórea y de su capital Thule, “que es una isla de glaciares, situada en el gran norte donde viven unos hombres trasparentes”
Según la mitología griega los Hiperbóreos (“habitantes de mas allá del viento del norte), eran un pueblo pacifico, habitantes de la región situada en las tierras septentrionales aún desconocidas, al norte de Tracia. Se les consideraba los hijos del dios Bóreas, el frío y terrible viento del norte.

De los hiperbóreos se decía que eran inmortales, además de ser descritos como gigantes, y de costumbres primitivas. Sileno, en una de sus fábulas, decía que fueron los primeros hombres en ser visitados por los habitantes de otro continente más allá del océano que, asustados por lo que se encontraron, regresaron a su país y no volvieron más.

En el Libro de Enoch se cuenta que al comienzo, la tierra estuvo habitada por una raza de gigantes. Los hijos de dios, pobladores del otro mundo, descendieron sobre la tierra y cohabitaron con las hijas de los hombres, de los gigantes, de los niphilim de la Biblia, sus descendientes son los héroes de la edad dorada y de la leyenda, los venidos del otro lado son los ángeles y arcángeles, quienes enseñaron a los hombres el uso del fuego, de las armas, la observación de las estrellas, la astrología y la magia. Es interesante consignar que estos ángeles no son asexuados, practican magia, observan el curso de los astros y al mismo tiempo conocen el uso de las armas .  Han llegado a la tierra al parecer, como derrotados en una guerra cósmica, como “caídos sobre la tierra” serán entonces los ángeles caídos vencidos en aquella guerra cósmica ocurrida en el comienzo, y son ellos los que sacan a la especie humana de su letargo, es en ese momento que el ser humano avanza.

Los hiperbóreos, se narra en otras leyendas, eran adoradores del dios Apolo, quien pasaba con ellos tres meses en Invierno para rejuvenecerse. Algunos de los objetos sagrados del culto de Apolo en Delfos procedían de Hiperbórea y habían sido traídos por jóvenes de aquel origen. Herodoto cuenta que los mancebos y doncellas de Delfos antes de casarse, se cortaban el pelo y lo depositaban en las tumbas de estos jóvenes , dichas tumbas se hallaban dentro del templo de Artemisa.

En el Libro de Enoch se nos cuenta que los hiperbóreos, habitantes del norte de la tierra, son los hijos de las inteligencias del otro lado; se les describe de piel blanca como la nieve, rosada como pétalos transparentes, sus cabellos son blancos como la lana y sus ojos, azules como el cielo. Existírían así dos humanidades: una, la descendiente de los hombres y otra, mezclada con los seres del cielo.

Son curiosas las referencias acerca de que aun existe Thule, la capital de los hiperbóreos, y que allí viven los grandes maestros que guardan el sagrado secreto de las inteligencias desconocidas; también resulta curiosa la teoría que afirma que cerca de Hiperbórea, o tal vez en el mismo continente, se encontraba la Atlántida como una península que permitiría la comunicación entre Hiperbórea y América, de ahí las menciones de tula o tule por los toltecas, olmecas y mayas, que decían proceder de thule. Los aztecas en sus leyendas hablan de una Tula, una isla maravillosa que existió en el Atlántico).

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Una antigua tradición tibetana dice que:  «La Isla Blanca ‘Hiperbórea’ es el único lugar que se escapó del destino general de todos los continentes después de la catástrofe. No puede ser destruido por agua o fuego, ya que es la ‘Eterna Tierra’».

Fuentes consultadas : Año Cero – Biblioteca Pléyades – OldCivilizations

Imágenes. Via Tumblr


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