Revista Cultura y Ocio
No voy a negar que, tras el disfrute de leer su ópera prima Intemperie, estaba expectante ante la noticia de que Jesús Carrasco había publicado una nueva novela. En esta oportunidad, el autor se vale de una voz femenina para narrar dos historias que se funden en una: la de la propia protagonista, Eva Holman —esposa del ya senil Iosif Holman, Coronel del VI Regimiento de Fusileros de su Majestad— y la de Leva, un hombre al que le fue arrebatado absolutamente todo y que, sin pretenderlo, será el artífice del cambio de conciencia en Eva.
La acción se narra en primera persona y en un presente indeterminado, aunque podemos encontrar suficientes datos como para aseverar que se trata de los inicios del siglo XX. España ha sido anexionada a un gran imperio y, tras la “pacificación”, algunos de los oficiales que participaron en la ocupación, como gratificación, son enviados a un pueblo de Extremadura para que disfruten de su retiro. En ese pueblo, afincados en una casa en las afueras, viven Eva y Iosif Holman. Allí también vivió Leva, antes de que los soldados lo apresaran y trasladaran junto a otros hombres, embutidos en una “caja” ambulante, a las tierras del norte para hacerles trabajar inhumanamente en la desforestación de los bosques. Allí vivieron también su esposa e hija, quienes fueron asesinadas junto al resto de paisanos que no eran aptos para tal fin.
Eva Holman (aquella joven suiza, niña de bien que no tenía más preocupación que su físico, que ajena a lo que acontecía a su alrededor acabó casándose con un oficial, aquella joven respetuosa con los valores inculcados por el sistema, convertida hoy en una mujer madura hastiada de compartir su vida con quien fuera un asesino impune que la ridiculiza y denigra) irá reconstruyendo la historia atroz de este hombre de rostro marcado que un día llegó a su finca y, haciendo caso omiso de las amenazas, permaneció en ella recostado bajo la encina o tumbado sobre la humedad de su tierra. Su propia historia se fundirá con la de él hasta confluir en una tercera forma narrativa en la que es el propio Leva quien toma la voz.
Mientras Eva va reconstruyendo los horrores padecidos por Leva, también está reconstruyendo los de muchos otros hombres, mujeres y niños que fueron víctimas de la sevicia de quienes ostentaban el poder e irremediablemente aparecen en la mente del lector episodios de la segunda guerra mundial, de la conquista de América, del imperio romano..., de todas y cada una de las catástrofes sufridas y perpetradas por la humanidad. Resultaría inapropiado hablar de que es un tema recurrente en la obra de Jesús Carrasco puesto que, de momento, sólo ha escrito dos novelas, pero a la vista está que uno de los ejes temáticos que aparecen en ambas es la barbarie. Pero en La tierra que pisamos también se habla de empatía, de amor incondicional hacia aquello que nos une, de la conciencia universal y del camino que nos lleva a comprender que todos somos uno.
Su prosa no ha cambiado, continúa escribiendo con precisión y haciendo alarde de un rico caudal lingüístico. Las 270 páginas que conforman la novela están estructuradas en 86 capítulos muy cortos, recurso que, junto al presente narrativo, invita a seguir la acción como si de una sucesión de secuencias cinematográficas se tratara.
Es una novela excelente, sin ninguna duda.
Fotografía de BlogeRRe