El poeta, y tocayo, David González Lago, escribe este exacto y hermoso texto sobre mi poema Tinta, incluido en mi libro Siguiendo los pasos del hombre que se fue, en la revista La Galla Ciencia:
LA TINTA QUE SOMOS
Muchas Gracias.
TINTA
mi otro abuelo estuvo preso en vetusta en la cárcel provincial después de la guerra: todas las mañanas colgaban una lista en la puerta de entrada de la cárcel: en esa lista estaban escritos los nombres y apellidos de todas las personas a las que el día anterior habían puesto contra el paredóno dado muerte mediante garrote vil: imagínate a tu abuela me decía mi padre conmigo en brazos preguntando a gritos a las otras mujeres si tu abuelo se había convertido en tinta:
Esto, más que un poema, es un puñetazo. Un puñetazo en la boca del estómago. Un puñetazo en la cara. Un golpe sobre la mesa para dejar las cosas claras de una vez por todas. Estos versos, esta tinta, ponen ante nuestras narices una realidad incómoda, una realidad desagradable pero que existió en nuestro país. Y las manchas de esta tinta aún no se han borrado del todo.
Muchos de nuestros abuelos se convirtieron -o pudieron haberse convertido- en tinta. Y ese dolor aún duele, aunque durante muchos años se haya mirado hacia otro lado. Muchas abuelas tuvieron que preguntar a gritos estas cosas. Y lo preguntaban porque no sabían leer ni escribir. ¿Cómo iban a tener dinero y tiempo para aprender a hacerlo, si apenas tenían un trozo de pan que echarse a la boca? Quizás muchos de nuestros abuelos y abuelas no murieron en la guerra, no se convirtieron en tinta, pero sus vidas quedaron truncadas, desplazadas, como las conjunciones y/o en los poemas de David González. Y esa realidad, aunque incómoda, es la que nos retrata el poeta asturiano desde un hiperrealismo digno de Antonio López. Solo si analizamos así la realidad, sin maquillaje, podremos avanzar hacia un futuro mejor. De lo contrario, seguiremos sin superar esa vieja y dolorosa división entre los que se convirtieron en tinta (o pudieron haberlo hecho) y los que escribían sus nombres en las puertas de las cárceles. DAVID GONZÁLEZ LAGO.