Revista Opinión
Por: Javier Valle-Riestra
El caso Crousillat siempre será antológico, ya que de la jurisprudencia de los últimos veinte años, es el único en que se anula un indulto y lo que es peor con motivos fútiles. Un caso en quince mil es una hazaña al revés. El Gobierno claudicó porque la dictadura de la prensa estuvo en entredicho con la libertad de José Enrique Crousillat. Ya el Perú había decretado la excarcelación concediéndole la gracia en diciembre de 2010; sin embargo, a las pocas semanas varió de posición diametralmente y en marzo de 2011, dejó sin efecto la revocatoria y lo reencarceló.Los abogados del afectado interpusieron dos hábeas corpus en defensa de la cosa juzgada, la cual es intangible e irrevocable. Si es mal concedido, es intocable y la responsabilidad recae sobre el Presidente y el ministro refrendatario. Pero no es concebible para un demócrata o para un jurista el cargamontón que se produce en estos casos. Allí tenemos también el afer sentenciado en última instancia por la Sala Penal de la Corte Suprema, presidida por Villa Stein. Se quiere denunciar ante el Parlamento, vía impeachment, a los magistrados firmantes. Pero, ¿por qué? No han absuelto a nadie; no han tenido lenidad. Los periódicos y la radio TV durante semanas han estado haciendo leña de esos jueces. La justicia se ha vuelto así muy peligrosa, porque con el chantaje de la prensa, más fácil les será cometer excesos que buscar justicia. Los jueces en el Perú son débiles. Ya dije, hace cuarenta años, que entre la quincena y la historia, preferían la quincena, la estabilidad. Nadie defiende al grupo Colina, fue una secta maldita y sus crímenes han sido claramente tipificados. Todas las sentencias aluden a lesa humanidad aunque no aplican ese tipo penal. El Perú necesita un radical cambio estructural, vía plebiscito, vía reforma en dos legislaturas, para restaurar el bicameralismo, enumerar taxativamente los derechos humanos y dejar de ser una maquinaria de persecución y de oprobio. Recuerdo lo que relataba González Prada, cuando su padrino, el general Vargas Machuca, postuló a la Presidencia de la República y se olvido del texto del discurso escrito. Dijo: “Me olvidé del papel, pero resumo mi plan de gobierno en una frase: para mis amigos, todo, para mis enemigos, la ley y palo”. No fue Benavides quien lo dijo.