Revista Coaching

La tiranía de los clientes

Por Interesproductivo @RoberttiGamarra

clientesSin lugar a dudas, lo que más deja al descubierto esta crisis es la transformación de la aplicación profesional de las personas. Como ya hemos apuntado en varia ocasiones, actualmente es fácil encontrarse con trabajadores formados en un tramo profesional específico actuando en otro completamente ajeno a su sector o conocimientos. Pero esa es la realidad, todos nos respondemos a la demanda de los clientes.
“Estoy trabajando de vendedor, puerta fría”, anunció un ingeniero titulado con varias especializaciones internacionales. Dicho de este modo no parece nada extraña su declaración, a no ser que consideremos brevemente la desviación de su sector profesional. “Nunca pensé que visitar a la gente en su casa fuera tan complicado”, prosiguió. Poco a poco fuimos desgranando los diversos aspectos de la venta puerta fría, la dificultad que entraña estar con la persona cara a cara, en el proceso de hacerle partícipe del producto que se intenta vender.

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Pero, de todos los aspectos que engloba ese arduo trabajo, queda por considerar la actitud de aquellos quienes pretenden formar parte de la masa de clientes de un determinado producto, pero que no se avienen a aceptar los términos de la relación cliente-proveedor. Muy a  menudo, a la hora de valorar las cualidades de un vendedor, se suele hacer una diferenciación entre los malos vendedores y los buenos. Sin embargo, por una razón meramente de consideración, se suele dejar de lado las valoraciones de los buenos y los malos clientes. En esta ocasión me gustaría referirme a los segundos. Especialmente esas personas que, ni bien ven que se les visitas en sus domicilios, pierden el respeto hacia el visitante y lo desprecian abiertamente.
Nadie nace siendo un maleducado o un desconsiderado, pero las malas decisiones, la influencia equivocada, la necesidad ayuda a forjar a una persona en aquello en lo que no pretende convertirse. Esta sería una conclusión benévola para definir a quienes no asumen hacia los demás el mismo compromiso de respeto o consideración que solicitan para ellos.
Sólo miran sus intereses, si ellos no cumplen no pasa nada, pero si no se cumple con ellos se comportan con violencia. Saben recurrir a las amenazas o dejan entrever que el vendedor puede estar en peligro si no cumple con lo prometido durante la concertación comercial. Son aquellas personas que pierden completamente la consideración hacia el semejante y creen que por el hecho de visitarles en sus domicilios, están por encima del vendedor.
Por eso sentí lástima por mi amigo ingeniero. Es evidente que cuando alguien afronta el largo proceso de formación, para acabar la carrera y convertirse en un profesional reputado, ambiciona lo mejor para sí mismo. Es esa la razón principal que nos lleva a dedicarnos a algo, conseguir los recursos necesarios para subir el nivel de vida, para acceder a otros ámbitos personales que no serían posibles de otra manera. Es por eso, y porque conozco en primera persona ese tipo de trato, por lo que considero doloroso someterse a los caprichos de ciertos individuos para poder ejercer una profesión. No es siempre así, pero las palabras de este ingeniero reconvertido en vendedor han removido sentimientos a los que no desearía volver.
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