Obama debería haber agotado los cartuchos del diálogo y la negociación internacional
l Premio Nobel de la Paz no puede permanecer ni un minuto más en las vitrinas de Barack. No lo puede, les decía, porque la decisión de intervenir en Siria sitúa al Presidente de Estados Unidos en las Azores de Bush. Una década después del ataque injustificado a Irak vuelven a sonar los cantos de sirena en los prados de Al Asad. Mientras en Irak no se consiguió demostrar la existencia de armas de destrucción masiva, en Siria – sin embargo, y desgraciadamente - todo apunta a que sí. A que sí – y valga la repetición – se utilizaron armas químicas en la periferia de Damasco. Es precisamente, esta diferencia entre: la praxis del ayer – Irak – y los mimbres del presente – Siria -, la que sitúa a la ética internacional ante los ojos de la Crítica. La sitúa porque la guerra – en palabras del filósofo – es el fracaso de la vía diplomática. A pesar de la evidencia empírica – la existencia de armas químicas por parte de Al Asad - Obama debería haber agotado los cartuchos del diálogo y la negociación internacional. Los mismos cartuchos que le hicieron merecedor del "inmerecido" – hoy – Nobel de la Paz.
Así las cosas, la torpeza de Barack rompe la tranquilidad en las tierras de Hollande. "Quien ataque Siria – en palabras recientes de Bachar a Le Figaro – se convertirá en su enemigo". Es precisamente este mensaje, y no otro, el que debería atender Rajoy para no cometer el mismo error que, diez años atrás, cometió José María en sus tropelías contra Irak. El mismo error, decía, que le costó la tribuna y lo inmortalizó para la historia. Lo inmortalizó, por sus mentiras y manipulaciones, acerca de las consecuencias nefastas de su guerra. En días como hoy, los familiares de los 191 muertos de aquel fatídico día – 11- M -, se preguntan todavía: ¿por qué sus familiares tuvieron que pagar tan caro las represalias yhijadistas? Las represalias de los mismos que, en sus tierras, sufrieron el miedo de las sirenas y lloraron a sus muertos, al igual que nosotros, por el plato de las Azores.
Hoy, esos mismos cantos de sirenas – las armas de destrucción masiva – vuelven a la parrilla con el "No a la Guerra" de las gala de los Goya.
El caso Bárcenas se convierte – en contraste con Siria – en una anécdota más, del tira y afloja entre Pedro J. y Mariano. La pronunciación de Rajoy acerca de la posición española sobre el conflicto sirio, nos sitúa - a los españoles – en un estado de fobia aprendida por las torpezas del pasado. Probablemente Rajoy, como de costumbre, dilatará esta decisión hasta que el estruendo del titular escampe y la opinión pública se distraiga con otros menesteres. Mientras tanto, la oposición debería – desde el juicio de la crítica – insistir en que el Presidente se pronuncie. Se pronuncie, decía, para devolver el sosiego merecido a una España sacudida por los problemas del paro, la corrupción y las cortinas de verano. Por ello, por una cuestión de Estado y responsabilidad democrática, el inquilino de La Moncloa debería "mojarse" – como dicen en mi pueblo – y decir si entramos, o no, en el avispero de Bachar.
El interés por los barriles es más importante que la sangre de Damasco
La supuesta alianza española con François y Barack ubicaría a Rajoy en el mismo lugar que ocupó Aznar, una década atrás, en la parrilla internacional. Ahora bien, queridos amigos, el castigo por parte de Al Asad no tardaría muchas semanas en llegar. No tardía, he dicho bien, porque sus declaraciones a Le Figaro – "quien ataque a Siria será su enemigo" – están dirigidas a todo aquel que atente contra su pueblo. Lo atente, decía, sin demostrar – según él – la utilización de armas químicas en el imborrable 21-A. Por ello, porque podemos terminar "supuestamente gaseados" como los civiles rebeldes, es conveniente andar con cautela para no caer en la misma torpeza que el Nobel de la Paz. Una torpeza, y digo bien, porque la leyenda de Osama sigue viva en el ideario americano. En días como hoy – decía esta mañana, el marido de Raquel – el interés por los barriles es más importante que la sangre de Damasco. Lo es – y en ello le doy la razón – porque la sangre egipcia del "agosto árabe" ha sido invisible ante los ojos internacionales. Las matanzas entre civiles no son – atendiendo a la evidencia de los hechos- condición necesaria para que el héroe internacional ponga "paz" en semejante berenjenal.
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