Revista Cultura y Ocio

La torre de babel

Por Orlando Tunnermann
LA TORRE DE BABEL
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Se empeña el pertinaz de Samuel en llevarme la contraria. Me exaspera hasta cotas que creía en mí inalcanzables. Parece que lo único que le reporta ya algún placer es contrariarme, soliviantarme, dejar mi equilibrio emocional más vapuleado que una estera vieja y raída. Vivimos en la Torre de Babel, por mucho que el castellano sea nuestro nexo lingüístico común, si me habla no le entiendo y si le argumento él me brama, muge, ladra, chilla vocablos que apenas comprendo, pero que, a juzgar por sus ademanes atrabiliarios, beligerantes, cariñosos no son.
Samuel se ha instalado en el ático de esa Torre de Babel, donde cada cual habla su propio idioma y atiende solamente a su propia voz. Los niños, en la planta de abajo, juegan, corretean e inventan travesuras para llamar nuestra atención, mientras Samuel y yo debatimos cuestiones sobre quién atiende más y mejor a nuestros retoños, si él me ama más o por el contrario soy yo la fogosa de este dueto matrimonial que no para de pelear y dialogar en idiomas antagonistas.
Llego del trabajo agotada y contemplo con desasosiego, desde la lontananza, la altura como de rascacielos de la Torre de Babel que nos hemos empeñado en construir durante más de ocho años de anfractuosa relación. El ático de Samuel, lujoso, recoleto, íntimo, un paraíso para sibaritas y vanidosos, presuntuosos y haraganes. Mi pequeña parcela, justo debajo; un espacio modesto y reducido destinado a proporcionarle a Samuel las comodidades que afloran en su ático altanero. Allí trabajo de sol a sol como su esclavapersonal, sin mayor recompensa que un "gracias" más bien pacato, remilgado, y posteriormente un motivo inventado para comenzar una nueva trifulca. Aún soy joven y hermosa, lozana y voluptuosa. Los hombres me miran y codician, sé lo que quieren, sé lo que buscan, no soy ninguna mema, pero tampoco una adolescente casquivana que decide tirar su vida por la borda por culpa de un esposo que parece hallar más deleite en sus retiros espirituales y nuestras batallas conyugales que entre mis brazos.

Mañana comenzaré la reconquista de lo que tuvimos una vez. Estoy ya más que harta de cohabitar con un desconocido en nuestra Torre de Babel.



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