Revista Diario

La Torre Eiffel del amor

Por Drajomeini @DoctoraJomeini
La Torre Eiffel del amor
Hace unos pocos días os contaba una historia de desamor bajo la Torre Eiffel, pero no todo lo que trae la Torre Eiffel es desamor. También hay amores. Amores que matan. Como los del Terro. No sé si os acordaréis de que el culebrón se quedó en la página del diario de Raquel, pobre tercera en discordia, amenazada por Patricia de que si no se quitaba del medio... Cuando empezó el curso y el Terro llegó tan campante el primer día, lo que reside en mí de suegra malvada no pudo evitar preguntar: - ¿Qué tal el primer día? - Bien. -¿Y Patricia y Raquel? - Bien - mecachis en la labia masculina. Yo ardiendo en deseos de saber cómo sigue el culebrón y él responde un escueto "bien".  - ¿Con quién te has sentado?  - Con Raquel - ¿Ah, sí? ¿Y a Patricia no le importó? - Patricia hoy no ha venido. Vendrá mañana.  - ¡Ah, vale! Reconozco que al día siguiente, me olvidé del culebrón. De hecho, me olvidé durante muchos días porque nos fuimos a París con ellos. Al lado de la Torre Eiffel, mis hijos compraron llaveritos de torres Eiffeles pequeñitas para traer a sus amigos.  Pero el otro día me encontré a la madre de Raquel: - Ay, hija, que no sabes la que se montó con la Torre Eiffel que le trajo el Terro a Raquel ¡Ostras! ¿El Terro le trajo una torre a Raquel? ¡Y yo sin saberlo! - ¿Por qué? - pregunto - ¿Qué pasó? - Pues que Raquel se quedaba en casa de la abuela y se dejó la Torre Eiffel en casa. Tuvimos que volver a por ella. Que duerme con la dichosa torre todas las noches.  Partida de risa, cuando el Terro salió del cole, le comenté: - No sabía yo que le habías regalado una torre a Raquel - Sí, la morada - me contesta él - Ah, es que creo que le gustó mucho. - Ajá - asiente él, sin hacerme ni caso, con la concentración puesta en el bocata de la merienda.  - ¿Y a Patricia?¿También le regalaste una torre? - No, Patricia que se chinche - dice, con cara de pillo. 
Y no puedo evitar sentirme orgullosa, aunque la pobre Patricia sea una monada de niña. Qué se fastidien las divinas. Olé, mi niño. 

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