Algo habría en aquellas viejas películas de Hitchcock para que, como los antiguos cinematógrafos que marchaban hacia adelante y hacia atrás, volviera a verlas una y otra vez en mis años de adolescencia. Quizá fuera la belleza de sus imágenes, la elegancia del estilo, o su capacidad para conectar con nuestro inconsciente. Sea como fuere, es indudable que la lógica discursiva de sus películas no es la lógica de la argumentación y de la deducción, sino del repliegue y el despliegue. Algo que estaba plegado, ocultado, deliberada o accidentalmente, acaba haciéndose patente. Es decir: Hitchcock no cuenta historias convincentes, sino necesarias. O no las cuenta para convencer, sino porque hay que contarlas.
He vuelto a ver Vértigo, una de las más bellas obras de su filmografía, y del cine en general. Sí, el vértigo es lo que separa a Scottie de la escena primordial que se (le) acaba desplegando. En esta ocasión la escena primigenia no ocurre en un pasado ancestral o en lugares recónditos de viejas mansiones, sino en la torre de un campanario y durante un pasado muy reciente. Allí acontece un suceso que es ocultado a los ojos del espectador, y de Scottie. Sólo escuchamos un grito, vemos caer un cuerpo, y hacerlo de lo alto de un campanario al que no podemos acceder. Precisamente, este ocultamiento es lo que mueve la acción hasta la reconstrucción de Madeleine y la expiación final. ¿Por qué Madeleine tuvo que elegir precisamente esa torre para quitarse la vida? Una torre que es, en realidad, territorio prohibido para Scottie y el espectador.
Tampoco los primeros hombres, según testimonia el relato del Génesis, pudieron ver la escena primordial por la que el Árbol del conocimiento se constituyó como el árbol prohibido. ¿Por qué tuvo que ser precisamente ése el árbol prohibido? ¿Y por qué tuvo que dirigirse a ellos la prohibición? Este ocultamiento aviva la curiosidad y lleva a preguntarse por el origen de la ley, de Dios y de la legitimidad del poder, naciendo la filosofía, la religión y la ciencia.
Scottie debió llegar a lo alto y salvar a Madeleine, pero esto, como la prohibición a comer del Árbol del paraíso, pertenece al reino del deber, y, por tanto, está ya fuera de lo tangible. En el fondo, Scottie sólo es culpable de mirar al suelo en lugar de tratar de ascender a lo alto, como Eva lo fue de escuchar a la serpiente en lugar de desoírla. Pero la culpa, por sí sola, no basta para llegar a la verdad. Se necesita de cierta confusión y desconocimiento como puntos de partida.