“…pero señoras y señores en medio del plástico también se ven las caras de esperanza, se ven las caras orgullosas que trabajan por una Latinoamérica unida y por un mañana de esperanza y de libertad, se ven las caras de trabajo y de sudor, de gente de carne y hueso que no se vendió, de gente trabajando buscando el nuevo camino, orgullosa de su herencia y de ser latinos, de una raza unida, la que Bolívar soñó…”
Rubén Blades. Siembra. 1978.
Gira en forma incesante en nuestras mentes, aquella reflexión que realizaba Alí en su entrega “Dispersos” aquella célebre letra que grita, dispersos los hombros, dispersos corazones, las luchas dispersas, busquemos las razones, y es que si caminamos por los senderos de la administración pública, en cualquiera de sus poderes, nos conseguimos personas entregadas a lo que hacen, que aman lo que para ellos, es una institución que los ve crecer, que los ve hacerse viejos con el pasar del tiempo.
Sus esfuerzos se denotan en el sudor de su frente, aquella que se alza con fuerza, para hablar y decir lo que no funciona, es un grito desesperado buscando oídos que más allá, puedan hacer cosas reales por transformar la realidad, es el grito de quienes no pueden por si solos cambiar las cosas, quizás, por no conocer el cómo hacerlo, o tal vez, por sentir que no tienen la fuerza suficiente para desde lo administrativo o gerencial, impulsar los cambios que se quieren.
En algunos casos, desestimamos que pieza somos del ajedrez de la vida, a veces encomendamos a otros, los cambios que desde lo interno pueden significar la verdadera transformación de las cosas, no hace falta un jefe con poderes sobrenaturales para transformar mi entorno, hace falta mi ejemplo de trabajo, para decirle a los que están a mi lado, como deben hacerse las cosas, hace falta solamente que pongamos el primer paso, en la construcción de todos, de seguro, hay quienes esperan ese primer paso, solo falta atrevimiento.
El trabajo justo, digno y con tesón es el primer paso. Ese trabajo decimos, no solo significa el amor por las cosas, sino también simboliza lo que somos en lo personal, en lo interno, en aquella faceta que nadie conoce, en el trabajador que se entrega a lo que le gusta y quizás sea distante del que todos ven a diario. No hay forma compañeros, de seguir un camino que no nos gusta, de mantener una faena que va en desgaste de nosotros mismos, que nos espera al final del camino con la factura que pasa el tiempo con las malas decisiones tomadas y que al finalizar ese camino, nos recordará que perdimos el tiempo precioso en un círculo vicioso que no nos dejó crecer, al fin y al cabo, esa conducta de permanecer pasivo ante las cosas, no dejó nada para que otro cosechara.
El trabajo es en palabras de Madera tu presente, la tierra que cultivas, tu futuro será tu bienestar, a lo que bien la pena preguntarnos ¿Por qué dejamos que otros dañen lo que construimos o lo que nos cuesta sacrificio? Mi trabajo soy yo, es el ejemplo en el día a día, el trabajo no es una utopía, es la forma como miro la vida y me desenvuelvo en ella.
Hoy, con mucho dolor vemos instituciones decadentes en la administración pública, pero caminando sus pasillos, sigue latente la misma interrogante, ¿esta decadencia es de la institución o del trabajador? Alguien dijo una vez, que no somos indispensables, y es bastante cierto, pero lo que ese alguien no puede ocultar, es que somos diferentes, cada uno es valioso en lo que hace, ahora nos toca decidir si lo que hacemos es bueno o malo, allí no podrán interceder terceros, es una decisión personal. Yo asumo ser impulsor en mi trabajo, yo asumo transformar lo que me rodea, porque en la misma medida que las cosas cambian para bien, por efecto colateral, yo también estaré bien.
No puedo seguir esperando que me inviten a entrar a mi casa, quizás mis hijos me reclamen no haberlo hecho antes. El tiempo, es quien pide cuentas detrás de un escritorio, un volante, una oficina, una cocina o cualquier otro espacio donde haga mi trabajo.
Hay que levantar no solo el ánimo, hay que levantar la vista hermano y ver a los que me rodean, muchos, transitan mi mismo sendero, a esos debo unirme, basta de dispersión, recordemos que con un golpe se mata la cucaracha, pero hacen falta muchos golpes para matar al chiripero.
Seamos del chiripero, el chiripero de los que construyen y suenan con cosas distintas.
Un café y que continúe la batalla, camarada.
(*) Profesor Universitario