El palpable deterioro de toda la infraestructura urbanística del país y la grave escasez de viviendas son la demostración más fehaciente del fracaso del castrismo luego de casi seis décadas en el poder. Solo hay que acercarse al drama de miles de albergados debido a la pérdida o derrumbe de su casa o a aquellos que malviven en edificaciones ruinosas para entender a la Cuba real, aquella que se aleja de las postales turísticas y la propaganda gubernamental.
Estas personas, que suman por lo menos miles en la capital del país, se sienten engañados y frustrados por las autoridades. Apenas tienen esperanza de recuperar lo poco que tenían o han perdido. Su odisea apenas se conoce. Por ello nada mejor que oírla de sus propios labios y sentir como apenas tienen fe en mejorar sus vidas después de tantas promesas incumplidas.
“Es triste y deprimente cómo personas trabajadoras, humildes, que creen en esta Revolución, quedan desamparadas ante la misma Revolución. Es difícil contener mis lágrimas cada vez que encuentro nuevas edificaciones para militares. Se siente uno menospreciado por ser un simple civil sin remesas de familiares extranjeros. ¿A dónde esta situación llevaráa nuestra forma de actuar en la vida?”
Centro Habana. (A. SARDIÑA)
Las frases anteriores son un fragmento de una carta escrita, y nunca entregada a las autoridades, de una cubana albergada en una llamada “Comunidad de tránsito” ubicada en el reparto capitalino de Bahía, en el municipio Habana del Este. Su nombre es Maria Esther Hernández. La niñez de esta mujer estuvo marcada por el abandono de su madre y su estancia en un hogar para niños sin amparo filial. Al alcanzar la mayoría de edad, la enviaron para un albergue con la promesa de que allí estaría a lo máximo cuatro años y ya va por 20 años de espera.
Su relato, como el de otros tantos albergados, lleva el signo de la frustración y el permanente engaño de las autoridades: “Al principio, tanto el baño como la cocina eran colectivos”, confiesa. “Solo tiempo después hicieron un pequeño baño y cocina para cada cubículo. Pero aun así, vivimos en condiciones pésimas. El techo se filtra y las paredes agarran corriente eléctrica, estos cubículos están hechos sobre un terreno cenagoso, por lo cual sus cimientos no son firmes y el piso es de cemento. El piso del baño está hundido y el agua de los tanques está contaminada.”
María Esther Hernández dice que que está cansada de escribir cartas al Gobierno y, al final, la respuesta es siempre la misma: no hay fondo habitacional disponible. Debe esperar. La primera oferta de una vivienda le llegó hace solo unos pocos meses, pero ella acota que “las casas que te ofrecen están en muy malas condiciones, son viviendas hechas de pladul, un material muy endeble, y se encuentran en lugares muy apartados como Guanabacoa o Cotorro. Es salir de Guatemala para entrar en Guatepeor”.
Una respuesta similar da Miriam Rodríguez, quien lleva 11 años albergada y, cansada de vivir en tan malas condiciones, escribió una misiva al Consejo de Estado reclamando salir de allí. Sin embargo, “todas son evasivas”, reconoce. “Te dicen que están tramitando tu caso, pero en esa respuesta se queda. Yo tengo una hija enferma de cáncer y en la posta medica más cercana casi nunca hay médicos y, como este lugar es muy apartado, es muy difícil hallar un carro para una urgencia médica. De hecho en los últimos dos años han fallecido cuatro personas debido a que no han llegado a tiempo al hospital más cercano. Fuimos a la Plaza de la Revolución a reclamar solución a nuestro caso y después de eso se aparecieron las autoridades del municipio Regla y Habana del Este insinuando que lo que habíamos hecho se podía entender como contrarrevolución, solo por reclamar una casa.”
Según cifras oficiales dadas a conocer en 2014, existen solo en la capital más de 130.000 personas albergadas, las cuales van a parar a esos lugares por diferentes motivos: derrumbes, hacinamiento, personas sin amparo filial, entre otras causas. Allí conviven desde ancianos de más de 80 años hasta niños que nacen esos albergues en condiciones verdaderamente infrahumanas.
En similares condiciones al albergue Plaza en Bahía se encuentran prácticamente todos los inmuebles habilitados para ese fin que hay en la capital del país. Un recorrido por varios de ellos —como el de “La Campiña”, ubicado en El Cerro o el llamado “VI Congreso”, en el barrio de Lawton— se escuchan quejas similares de todos sus residentes. Hacinamiento, pésimas condiciones higiénico-sanitarias (sus residentes conviven entre cucarachas, ratones y aguas albañales) y, sobre todo, eternas promesas de salir pronto de allí que nunca se cumplen, signan el panorama de miles de capitalinos desahuciados.
Una estafa total
Un reportaje aparecido en el diario Granma el 13 de noviembre de 2014 hacía ver cómo las casas asignadas a los albergados presentan, en un por ciento altísimo, un estado muy deficiente de terminación. En muchos casos el piso de estas viviendas es de cemento, tanto el baño como la cocina no tienen completo el azulejeado, entre otras muchas deficiencias señaladas en ese trabajo periodístico. Sin embargo, uno de los edificios ubicado en la calle Concepción en Lawton, no recogido en este trabajo periodístico, puede calificarse de estafa, ya que el Gobierno entregó las viviendas bajo la condición de “nuevo” y “buen estado”, y estas presentan un estado deplorable.
El malestar de los moradores (antiguos albergados) es unánime pues los inmuebles presentan serios problemas de filtración en casi todas sus locaciones, lo que ha provocado que en tan solo tres años su deterioro sea tal que se hayan hecho prácticamente inhabitables. Una de sus inquilinas, Laura, señala: “En todas las paredes hay filtraciones y humedad. Estos apartamentos están tasados en 8.000 pesos cubanos y uno paga mensualmente 60 pesos, pero es una verdadera estafa porque sencillamente no sirven. Hemos reclamado al Gobierno, pero prestan oídos sordos. Aquí viven muchas personas mayores, niños, personas con asma y esta humedad permanente atenta contra su salud. La indiferencia es total, tanta que no pagamos la electricidad y nadie viene a cobrárnosla”.
Desde hace más de cinco meses un derrumbe parcial ocurrido en una edificación de dos plantas en muy malas condiciones en la calle Tulipán 410, en El Cerro, obligó a dos numerosas familias con niños pequeños y varios ancianos a abandonar temporalmente el lugar y pernoctar en casa de unos vecinos.
Desde ese momento, la única solución que le dieron las autoridades fue un albergue en las afueras de la ciudad, pero ellos se negaron a recibir esa “ayuda” porque argumentan —no sin razón— que ir para un albergue significa esperar largos años por una vivienda. De manera que malviven en la planta baja de dicha edificación en ruinas, sin electricidad y sin agua corriente.
Una de las afectadas, María del Carmen Salazar, comenta que “lo que queda de la edificación está lleno de hollín en las paredes porque nos alumbramos con mechones. Incluso querían quitarnos el suministro de gas para obligarnos a salir de aquí y dejarnos sin nada, o sea desalojarnos de una vez y por todas, pues todo parece indicar que a alguien le interesa el terreno. Esto lo suponemos porque esta propiedad está en la condición de usufructo gratuito y las personas que obtienen una vivienda bajo esa condición son dueñas de la casa a los seis meses y un día. Nosotros llevamos más de 10 años aquí, pero como nuestros expedientes están perdidos no tenemos la propiedad del inmueble. Es evidente que desean sacarnos y terminar de demoler lo que queda para dárselo a alguien con dinero”.
Preguntados de si tenían alguna esperanza de resolver su problema, aunque fuera a largo plazo, se veía el escepticismo en la cara de todos ellos. Poseen muy pocas esperanzas de mejorar sus vidas o simplemente de “tener lo mío”, como tanto repiten. A causa de ello, han perdido también el miedo y desean que su odisea se divulgue a los cuatros vientos para que se conozca realmente la tragedia de los desposeídos en Cuba.
Autor: WALDO FERNÁNDEZ CUENCA
Fuente: DDC