Durante los últimos días se ha hablado mucho sobre un artículo publicado en el periódico británico The Guardian. Con el título "David Attenborough has betrayed the living world he loves" (David Attenborough ha traicionado el planeta viviente que ama), George Monbiot acusa a Attenborough de haber presentado a lo largo de todos sus documentales una naturaleza prístina, apenas inalterada, en la que resalta la belleza del planeta y de sus habitantes, obviando o pasando de puntillas por los graves problemas que la amenazan.
George Monbiot opina que en la nueva serie de la BBC, "Dynasties", en la que se sigue la historia de cinco familias de animales (leones, tigres, pingüinos reales, licaones y chimpancés), aunque se mencionan las amenazas que ponen en peligro a estas especies, no se muestran con la suficiente crudeza. En palabras de Monbiot, "al minimizar la crisis ambiental que estamos sufriendo, Attenborough ha generado complacencia, confusión e ignorancia", acusándolo de crear una falsa impresión del mundo en el que vivimos.
¿Es una traición no ser reivindicativo en un documental de historia natural? Un documental puede ser reivindicativo o no serlo. El director, el productor o el guionista pueden tomar esa decisión si les apetece, sin que el documental pierda un ápice de su valor. Imaginémonos que en vez de hablar de un documental científico estuviéramos hablando de cine de ficción. ¿Sería una traición hacia la sociedad contar historias por puro entretenimiento? ¿Es un traidor Billy Wilder por dirigir "Con faldas y a lo loco"? Según la argumentación de George Monbiot, sí lo es ya que da una imagen falsa de la sociedad al no tratar el tema del crimen organizado con la seriedad que se merece, y por si fuera poco usando el travestismo como un tema cómico.
Los documentales de David Attenborough son entretenimiento, pero también son ciencia y educación. Gracias a ellos, temas como la evolución o la historia natural, que siempre estuvieron restringidos a un público especializado, han llegado a un público generalista que de otra manera nunca se hubiera interesado por ellos. Y lo ha logrado usando un lenguaje accesible para todo el mundo al mismo tiempo que exponiendo los argumentos con rigor, algo muy complicado. De hecho, su defensa de la teoría de la evolución y su activismo a la hora de oponerse a la inclusión del creacionismo en el curriculo oficial de las asignaturas de ciencias, le ha ocasionado muchos problemas e incluso ha sido amenazado por ello.
Nadie se atreve a contraprogramar a Attenborough. Por poner un ejemplo, la emisión del primer capítulo de Planeta Azul II fue el programa más visto en la televisión del Reino Unido en 2017, con 14,1 millones de espectadores y más de 40% de cuota de pantalla. Y más aún, ha sido especialmente seguido por los jóvenes entre 14 y 34 años, superando con creces a programas diseñados para esa franja de edad, como Factor X. Para que nos demos una idea de la magnitud de esas cifras, la cuota de pantalla media de los documentales de TVE2 es del 5,9% y se considera un éxito.
El primer paso para proteger cualquier cosa es conocerla. Aunque pueda parecer un tópico repetido cientos de veces, no puedo estar más de acuerdo. Gracias a los documentales de Attenborough hemos visitado lugares exóticos pero también campiñas, bosques de robles, ríos y montañas cercanas. Hemos conocido la vida de animales extraordinarios, como aves del paraíso, tigres o albatros viajeros pero también nos hemos asombrado con las historias de las ranas, las hormigas o los cuervos y gorriones que viven al lado de nuestras casas. Y solo con que ese poso de admiración y respeto haya calado entre parte de la audiencia ya habría merecido la pena.
Pero el artículo de George Monbiot va más allá en sus críticas hacia Attenborough y sus programas en la BBC. Lo acusa de no aprovechar su indiscutible influencia para proponer soluciones a los graves problemas medioambientales y presionar a la clase política para que cambie la situación. Si de algo no se puede acusar a Attenborough es de no alertar sobre los problemas que ponen en peligro nuestro planeta, ni de criticar a políticos y estados por no pasar a la acción, como sin ir más lejos hizo en su visita a Asturias en 2009 cuando recogió el premio Príncipe de Asturias. Ni tampoco de alertar sobre los efectos catastróficos de la contaminación, el crecimiento desmesurado de la población humana y el cambio climático en la mayoría de sus programas, entrevistas y conferencias.
Pero estos mensajes y alertas tampoco le sirven a Monbiot. Él pretende que Attenborough proponga soluciones concretas, cargando sobre sus espaldas una responsabilidad que ni mucho menos es suya. Actualmente todos tenemos suficiente información sobre los programas medioambientales de los partidos políticos que se presentan a las elecciones. Y por supuesto también somos conscientes de nuestra responsabilidad personal a la hora de hacer cambios en nuestra vida cotidiana para tratar revertir la innegable crisis ambiental en la que estamos inmersos. Si no estamos dispuestos a cambiar nuestro voto porque consideramos que hay otras cosas más importantes y no renunciamos a las comodidades que nos ofrece el sistema actual, nosotros somos los culpables y no Attenborough.
El alarmismo medioambiental
A estas alturas solo los necios, los inconscientes o los que pretenden obtener un beneficio económico inmediato, cueste lo que cueste, ignoran que nos encaminamos hacia un futuro muy negro. Es posible que aunque fuéramos capaces de ponernos todos de acuerdo para hacer cambios inmediatos y radicales en nuestra forma de vida, ya hayamos llegado a un punto sin retorno. En esta situación, puede que incluso Monbiot haya pecado de excesivo optimismo a la hora de exigirle a Attenborough que proponga cambios concretos para revertir la situación actual. Si a fin de cuentas el panorama es tan desolador, por qué no dejarlo todo como está y esperar pacientemente a que todo termine mientras no nos privamos de nada.
Cuando Attenborough dice que prefiere no caer en el excesivo alarmismo, quizás se refiera precisamente a eso. Presentando la realidad con toda la crudeza, no sería extraño que gran parte de la sociedad pensara que no tiene ningún sentido esforzarse en cambiar si no se va a conseguir nada con ello. Como dice el dicho popular "pa' lo que me queda en el convento, me cago dentro".
Negar la realidad o mentir sobre lo que le está sucediendo a nuestro planeta es una estupidez, aparte de una inconsciencia, pero no dejar una puerta abierta a la esperanza es igual de estúpido. Como dijo Martin Luther King "Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol"
Ataque personal
Independientemente de que las críticas de Monbiot puedan tener cierto fundamento, lo que es innegable es que destilan una gran dosis de cinismo y de animadversión hacia la persona de David Attenborough (quizás debería escribir una nueva columna de opinión y explicarlo con detalle). En una de sus respuestas a los innumerables comentarios que ha suscitado su artículo ha dicho "This article was triggered by highly contentious comments of his, that chime with his political perspective and career" ("Este artículo fue desencadenado por comentarios muy contenciosos suyos, que concuerdan con su perspectiva política y su carrera"). Aquí el señor Monbiot finalmente nos enseña la patita, usando uno de los recursos más deleznables, una "falacia Ad hominem" con la que el autor trata de desacreditar un argumento criticando alguna característica del que lo emite, en este caso sus ideas políticas, como podría hablar de su edad, su familia o sus relaciones personales.