He dejado de escribir un tiempo, ahora estoy de regreso. La razón de este tiempo sin escribir un artículo la narraré a continuación y tiene que ver con una situación real y que me está sucediendo en este momento. Tiene que ver con las leyes laborales en México y cómo pueden presionar a un asalariado. Quizá varios lectores se identifiquen conmigo o tengan a un familiar, amigo o conocido que haya pasado, o esté pasando, por algo similar.
El inicio.
Para no afectar de modo alguno el proceso que estoy pasando, omitiré nombres de empresa y de personas. Quizá más adelante pueda escribirlos.
Yo estaba trabajando normalmente, se estaban logrando varias cosas y yo tenía planes para mejorar lo que se venía haciendo. No existe, ni existió, alguna razón por la cual mis compañeros, jefes o colaboradores tuvieran algún problema conmigo. Todo se reducía a problemas que se presentaban en el trabajo y que se iban resolviendo. Una mañana de abril el área de Recursos Humanos me pide que vaya a sus oficinas. Dada la situación de la empresa yo ya sabía cuál era la situación y la noticia que me iban a dar. Sin escribir más detalle, solo apuntaré que sí, era lo que yo estaba pensando: Recursos Humanos me confirmó que por problemas financieros de la empresa ya no era posible pagar mi salario y en ese momento la empresa daba por terminada la relación laboral. Yo simplemente asenté con la cabeza y dije: está bien, solo denme lo que corresponde por ley y nos saludaremos como buenos amigos. Y ahí empezó el problema…
Los argumentos de la empresa.
No escribiré toda la argumentación del Gerente de Recursos Humanos con quien platique solo transcribiré lo que a mi parecer fue más importante. Se me explicó que la empresa pasaba por un mal momento y lo que me ofrecían era una cantidad fija (que le estaban ofreciendo a todos los que estaban liquidando) y que ahí quedaba el asunto. Esa cantidad representaba el 30% de lo que correspondía por ley (tres meses de salario, más 20 días por año, más parte proporcional de aguinaldo y otros accesorios, más los días que yo ya había trabajado). La cantidad era tan pequeña que yo no acepte y les pregunte si esa cantidad podía aumentar. Entonces el Gerente (con mucha experiencia en este tipo de asuntos) me dio un pedazo de papel y me pidió que yo le escribiera una cantidad. He aquí mi primera recomendación al lector: no escriban nada en ningún papel, hagan sus cuentas mentalmente y digan de manera clara la cantidad que ustedes estén dispuestos a recibir para no tener problemas posteriores. Cuando yo hice mis cuentas, yo estaba solicitando el 90% de la cantidad correspondiente para terminar con este asunto. Y el Gerente de Recursos Humanos solo sonrió y me pregunto: ¿De dónde sale esta cantidad?
Yo le respondí que eran mis tres meses de salario y mis días trabajados. Era todo.
El Gerente de Recursos Humanos me dijo varias veces, no esa cantidad, no. Después de varios minutos de “verborrea” yo le dije de manera más tajante: ¿qué cantidad me ofrecen y yo veré si la acepto. Entonces el Gerente de Recursos Humanos hizo varias llamadas y me pidió que esperara fuera de la oficina.
Dada la situación, yo decidí hacer entrega del equipo de la empresa: celular, lap top y el lugar donde yo trabaje. Y después de hacer entrega un compañero de Recursos Humanos corrió hacia mí y me pregunto ¿por qué te fuiste?, no deberías estar aquí.
Ese comentario me molestó y sin perder la calma le respondí: ¿acaso no debo hacer entrega?, yo todavía soy empleado y tengo mi credencia y no estoy haciendo nada negativo.
Termine mi entrega sin mayores problemas o comentarios.
De regreso con el Gerente de Recursos Humanos, me dijo: mira, hable con la Dirección y por ser tú, te ofrecen esta cantidad…
Y la cantidad que me ofrecían era apenas el 60% de lo que corresponde por ley. No llegaba a los dos meses de sueldo.
Yo sabía que lo mejor era negociar y terminar el asunto ahí, así que le pedí que subiera la oferta, no me estaban dando ni el 80%, cantidad con la cual yo podría vivir unos meses.
Nuevamente me pidió que saliera de la oficina pero que no me fuera de ahí. Después de varios minutos me invito a pasar a la oficina y me dijo: Mira, no se te puede ofrecer más. Yo en tu caso los aceptaría y me evitaría problemas, ya sabes, abogados, tiempo perdido y a la larga vas a obtener lo mismo que te estamos ofreciendo.
Yo no acepte la oferta. Y terminamos de manera cordial y con la “promesa” que la empresa revisaría si me podían ofrecer algo más. Lo más curioso de este caso es que el Gerente de Recursos Humanos comentó que la empresa estaba consciente que era un despido injustificado y la razón de la decisión no fue nunca por ninguna situación en la que yo estuviera involucrado, todo era una situación estrictamente financiera. Me solicitaron mi credencial, mi pase de estacionamiento y yo era el que debía llamar para agendar otra cita. El Gerente de Recursos Humanos fue muy claro en esto: si quieres platicar, tienes las puertas abiertas. Llámanos, agendamos una cita y nos reunimos, eso sí, sin abogados. Si traes abogados se te negará la entrada.
Así que decidí entregar todo lo solicitado y retirarme.
Yo estaba, y aún estoy convencido, que lo mejor para todos es terminar de manera rápida una situación como esta pero con una negociación real, una disposición de ambas partes, así que decidí esperar una par de semanas y agendar una cita.
Se acordó tener una cita en las instalaciones de la empresa y otra vez, remarcaron que sin abogados. Esto fue un día jueves y acudía a la cita, llegue con una media hora de anticipación.
Al llegar a la puerta le explique al vigilante de la puerta la razón por la cual estaba ahí. Me solicitaron mi identificación y me hicieron esperar mientras yo llenaba los registros correspondientes.
Después de 10 minutos, el vigilante se acercó y me dijo (palabras más, palabras menos): “Señor, me dicen de Recursos Humanos que usted tenía cita hasta las tres, es muy temprano y ahorita están ocupados y no se le puede atender. Si gusta esperar hasta las cuatro de la tarde”.
Esa respuesta me molestó pero no perdí la calma e inmediatamente me di cuenta que simplemente no me iban a recibir. En estos casos es malo mostrar prisa o desesperación por una cantidad económica porque entonces ofrecen cantidades menores. Así que decidí retirarme.
Ante la ley laboral.
Después de ese hecho, yo decidí llamar a un abogado para que me orientara y definitivamente demandar mi pago de acuerdo con la ley. Así que el abogado hizo lo necesario y documentó el caso, yo firme la demanda laboral. Luego de esto me explico que los actuarios deben dar aviso y para “asegurar” que todo fuera a tiempo había que dar una cantidad y esto era parte del proceso. Lamentablemente, esa es una práctica común y tuve que dar esa cantidad para que el actuario notificara a la empresa que tenía una demanda.
Los días transcurrieron y mi abogado se comunicó corroborando que el actuario asistió a la empresa y estuvo ahí unas cuatro horas porque la empresa no quería recibir la notificación. Mi abogado me explicó que esto también sucede con frecuencia en las empresas. Al no recibir la notificación, sigue transcurriendo el tiempo en el cual se puede interponer una demanda, de lo contrario, después de cierto tiempo, ya no se puede demandar. Al menos la empresa quedo notificada. Y aquí viene la trampa de la justicia laboral, en la cual los que demandamos de manera completamente justa, nos perjudican.
La trampa laboral entre la ley y las empresas.
El abogado me explicó que el proceso consistía en una reunión de conciliación y tres audiencias (pudieran ser una o dos más) antes de que un Juez dictamine. Así que la primera reunión de conciliación se llevó a cabo. Mi abogado también me explicó de ciertas prácticas que tienen las empresas para alargar el proceso, que el trabajador se desista o acepte cualquier cantidad para terminar el proceso. La desesperación de un trabajador que no tiene dinero es totalmente comprensible. Incluso me explicó que aún después del laudo, hay empresas que se amparan para alargar aún más el proceso aunque al final tengan que pagar de acuerdo con lo que marca la ley. Por cierto, el tiempo entre cada reunión o audiencia es de dos a tres meses. Actualmente, la ley indica que el proceso no debe tardar más de un año (más o menos) y no como antes donde las demandas laborales podían tardar años. El punto es que las personas tenemos compromisos económicos y debemos comer diariamente. Estos tiempos no son nada buenos para un trabajador que se quedó sin nada.
Una cosa más: al demandar, la ley registra esto en una lista, donde queda para siempre ese antecedente, aquí empieza la trampa o engaño de la “justicia” porque esa lista se puede consultar, indica el nombre del demandante pero no indica la razón de la demanda. Mucho menos indica si alguna de las partes tuvo o tiene razón o no. Esta es la “lista negra” donde las empresas investigan y si se tiene una demanda en curso, o se tuvo una demanda anteriormente, las empresas simplemente no te contratan, o será muy difícil conseguir otro empleo. No es imposible pero sí habrá mayores dificultades para conseguir un nuevo empleo. Para las empresas, las personas que estamos en esa lista simplemente son conflictivas o no serán tomadas en cuenta para una oferta laboral, tal es mi caso actual.
Aquí va otra recomendación de mi parte al lector: antes de entablar una demanda laboral, se tiene que tener muy claro si esto tiene el suficiente sustento económico o de integridad para entablarla. No vale la pena entablar una demanda por una cantidad relativamente pequeña. Y si es por una situación diferente, como uno de mis amigos me comentó, por acusación de robo a la empresa, más vale establecer una demanda por otra vía que no sea la laboral. Parece mentira pero al parecer, para las empresas las personas que demandan laboralmente son delincuentes en comparación de las que cometen otro tipo de actos. En muchos casos las empresas los despiden y punto. Los que demandamos laboralmente quedamos “marcados” para mucho tiempo. Desde mi punto de vista, esa es una forma de discriminación. Pero proseguiré para terminar este relato.
De regreso a la primera reunión de conciliación, la abogada de la empresa solo nos preguntó, frente a la secretaria de acuerdos, ¿cuál era mi propuesta? Y que en realidad ella no sabía cómo estaba el caso. No comentaré nada más en este punto. Yo solo le dije a la abogada de la empresa: lo que marca la ley. La abogada de la empresa solo me observó y no dijo nada. La secretaria de acuerdos me observo y solo asentó con la cabeza. Después me enteré que esa fue la respuesta más adecuada.
Pasaron dos meses y la primera audiencia se llevó a cabo. Nuevamente, los ahora abogados de la empresa, preguntaron nuevamente: ¿y cuál es su propuesta?…la respuesta fue la misma: lo que marca la ley. Y entonces los abogados de la empresa dijeron que comunicarían esto a la empresa para que se pudiera hacer un ofrecimiento. Le pidieron a mi abogado que les enviara un correo electrónico con mi propuesta. Y esto no fue más que una clara estrategia de dilación. Después de algunos comentarios entre los abogados de la empresa y el mío, se fijó la fecha para la segunda audiencia. Y mi abogado me dijo: esto es lo que hacen las empresas para que el trabajador se desespere y desista o acepte cualquier cantidad, pero esa es tu decisión.
Seguramente no soy, ni seré el único en una situación similar. Al escribir esto he tratado de ser lo más objetivo posible y solo agregar aquellos puntos de vista que considero serán de utilidad al lector. En este caso, que es mío, considero que la ley puede tener una participación más activa a favor de quien tenga la razón, de un lado o del otro. Y como en mi caso la empresa ha aceptado que tiene un adeudo conmigo, creo que las autoridades laborales pueden apresurar a la empresa a ya no hacer esto más largo. Pero las leyes no las he escrito yo y estoy consciente que se debe llevar a cabo todo el proceso. Y si la ley sabe todo este tipo de estrategias ¿por qué no analizar y luego establecer mecanismos que mitiguen este comportamiento empresarial?…continuaré.
Llego el día de la segunda audiencia y la abogada de la empresa menciona: me quede esperando su propuesta (eso realmente me puso de mal humor, la estrategia de dilación fue cínica). Mi abogado le dijo que ya se le había enviado la propuesta y que la empresa debía responder. No haré esto más largo, pero resulta que la propuesta fue enviada a la primera abogada que se presentó al caso, la cual forma, o formaba parte del mismo despacho jurídico que contrató la empresa para ver mi caso y resulta que la abogada dijo: “es que no me la mandó”.
Acto seguido, la abogada de la empresa y mi abogado volvieron a intercambiar tarjetas y medios para comunicarse. La abogada de la empresa mencionó que la empresa estaba dispuesta a tener una contrapropuesta para terminar el conflicto y que el pasado viernes (8 de noviembre) se tendría algo. A más tardar el martes 12 de noviembre.
Bueno, ya pasó el 8 de noviembre y no hubo ninguna respuesta de la empresa o de su abogada. Solo resta esperar a que el 12 de noviembre la empresa y sus abogados muestren un poco de voluntad para resolver el conflicto. La estrategia de dilación sigue siendo la que maneja la empresa. Esto se puede resolver muy rápido antes de llegar a febrero, mes de la tercera audiencia. Y la ley que defiende al trabajador…parece estar del lado de las empresas.
La búsqueda de un nuevo empleo.
Desde abril yo he estado en la búsqueda de un nuevo empleo. Debo mencionar que no había tenido la cantidad de ofertas de trabajo que he tenido en estos meses. Pero resulta que varias ofertas de empleo, muy buenas varias de ellas, simplemente se fueron “cayendo”. Para mí fue como estar en una maldición donde las oportunidades aparecían y luego, después de exámenes, entrevistas y donde ya solo quedaba la última cita para confirmar que yo era contratado…simplemente quedaban en silencio y no volvían a llamarme. Por supuesto que yo percibí que algo andaba mal. Y no fue hasta hace unas semanas que me confirmaron una sospecha…
Una empresa que me estaba investigado (empresa contratada por la que me iba a contratar) verificó datos con la empresa demandada. Ahí supieron que yo había demandado. Y entonces supe que todo estaba bien: examen médico, exámenes psicométricos, entrevistas, todo estuvo bien y era cosa de horas para que yo firmara un contrato. ¿Qué detuvo la contratación? Fue el hecho de que yo había demandado. ¿Y porque tomó esa decisión la empresa que me iba a contratar?…lo único que obtuve de respuesta fue que todo estaba muy bien, pero como demande, entonces ya no. Confieso que por un momento me sentí como un terrorista laboral.
Cuando mis colegas y yo abordamos temas de negocio, usamos términos como “ganar-ganar”, “perder ganando” o “ganar perdiendo”. Tengo la impresión que este tema, al final, será un “ganar perdiendo” para mí.
Lo que resta por hacer…
El proceso aún no termina y estaré atento a la propuesta que me haga la empresa, aún y cuando la credibilidad hacia la misma es mínima. Y no hay de otra, yo seguiré buscando empleo con mucho ahínco, pues yo no soy culpable de nada, simplemente reclamo un derecho que está basado y establecido en la ley. Queda el mal sabor de boca que, aunque tu desempeño haya sido bueno, muy bueno o excelente, por una situación que puede ser hasta de índole personal y ajena a cualquier otra empresa, te quiten la oportunidad de tener un empleo.
No estoy afirmando que en varios casos yo no haya sido el candidato idóneo, simplemente me queda la duda razonable: ¿cuántas empresas me descartaron por establecer una demanda laboral?
Todo este relato es para que sea de utilidad al lector que se encuentre en una situación similar y pueda evitar problemas posteriores.
Por lo pronto yo seguiré buscando empleo y espero que en algún momento exista una oportunidad donde este factor no sea decisivo para una contratación.
Hasta aquí está narración. Si alguien desea saber el desenlace, u obtener algo más de información que le sea de utilidad, estaré a sus órdenes.
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