En nuestro último post analizábamos la situación incierta de los festivales de cine y su posible vía de escape en la representación online. Esta semana tiene lugar a través de la plataforma Filmin la celebración del D'A Film Festival de Barcelona, que fue reinventado como propuesta online debido a las medidas de confinamiento en España. Se ha anunciado también la celebración de "We are one", Global Film Festival, una muestra online a través del canal Youtube que tendrá lugar entre el 27 de mayo y el 7 de junio. La iniciativa del Festival Tribeca ha conseguido aglutinar a los festivales más importantes del mundo, desde Cannes hasta San Sebastián, pasando por Venecia, Berlín o Toronto. Pero en realidad no es una propuesta con un interés especial en cuanto a proyecciones, porque su programación estará compuesta por películas que han sido premiadas en algunos de estos festivales a lo largo de los años, y no por estrenos absolutos en streaming. Aún a la espera de tener la programación concluida, parece claro que muchas de estas películas ya están disponibles en las principales plataformas online de cine. Lo más interesante, en todo caso, es el anuncio de sesiones de chat y reuniones con algunos de los cineastas que, si se organiza con inteligencia, puede ser una de las opciones más destacables en este tipo de iniciativas, muchas de las cuales están resultando (como las musicales, por ejemplo) auténticos fiascos de interés más que dudoso.

Recientemente, el anuncio del prestigioso festival norteamericano SXSW Film Festival, cancelado el pasado mes de marzo, de poner a disposición de los usuarios parte de su programación a través de la plataforma Amazon Prime entre el 27 de abril y el 6 de mayo ha sido una auténtica decepción, con tan solo cuatro largometrajes de ficción, tres documentales y siete cortometrajes a disposición de los espectadores. En todo caso, la proliferación de este tipo de iniciativas provocadas por la cuarentena a la que gran parte del mundo se ha visto sometida por la pandemia del coronavirus, son apuntes interesantes para un futuro no muy lejano en el que la celebración de encuentros culturales online sea algo más que excepciones motivadas por las circunstancias. Y si el concepto tradicional de los festivales de cine se ha visto sacudido violentamente por este aislamiento forzoso, no se puede decir menos de la exhibición tradicional cinematográfica, cuyos principales valedores comienzan a verle las orejas al lobo, especialmente palpable en la polémica de boicot y "traición" que se viene viviendo esta última semana.
El lado negativo de este tipo de propuestas es que buena parte de ellas utilizan la popularidad de las redes sociales como plataforma, debiendo someterse a la tiranía de la censura que funciona como dictadura del algoritmo en redes sociales como Twitter, Instagram o Youtube. Estos días el National Theatre está ofreciendo grabaciones en vivo de algunas de sus obras más destacadas, y tanto ayer como hoy puede verse la espléndida versión de Frankenstein (Danny Boyle, 2011) que protagonizaron Benedict Cumberbatch y Jonny Lee Miller. Pero la transmisión a través de Youtube ha sufrido determinados cortes para adaptarse a la política de contenidos de la plataforma, censurando algunas escenas. Recientemente, la plataforma Disney + manipuló una escena de la película Un, dos, tres... Splash (Ron Howard, 1984) para evitar que a la sirena Daryl Hannah se le viera el culo. Si se pretende que el streaming de películas sea un instrumento realmente útil, hay que evitar la tiranía dictatorial de las grandes redes sociales.

Efectivamente, los grandes estudios de Hollywood han ido dando pequeños pasos, aún tímidos, hacia la globalización online de sus producciones cinematográficas, tratando de salvar en la medida de lo posible una temporada pre-veraniega que está peligrosamente amenazada por la lenta desescalada de las condiciones de aislamiento, aún con resultados más que inciertos. Hace unas semanas, Warner Bros. anunciaba que su película ¡Scooby! (Tony Cervone, 2020) se estrenaría directamente a través de PVOD en mayo, mientras Disney tiene una estrategia parecida para su película familiar Artemis Fowl (Kenneth Branagh, 2020), que llegará directamente a su plataforma Disney + en junio.

Entonces, ¿cuál es la razón de la polémica? Sin duda, las declaraciones de algunos directivos de Universal entusiasmados por los datos espectaculares de recaudación. En solo tres semanas, la película se ha alquilado por 5 millones de usuarios y ha conseguido 99 millones de dólares, una cifra difícil de alcanzar si se hubiera producido un estreno en salas, teniendo en cuenta que su predecesora, Trolls (Mike Mitchell, Walt Dohrn, 2016) necesitó cinco meses en salas de cine para llegar a esa cifra. Pero el porcentaje de los ingresos que se quedan en las salas de exhibición es el 50%, mientras que las plataformas online solo retienen el 20% de la recaudación bruta, por lo que la recaudación para Universal ha sido hasta el momento de 77 millones de dólares, para una película con 90 millones de dólares de presupuesto, según un informe de The Wall Street Journal.Este exceso de optimismo ha llevado a Universal a anunciar más estrenos online, como el de la película The king of Staten Island (Judd Apatow, 2020) para el mes de junio, anticipando una dinámica que ahora grandes consorcios de exhibición como AMC Theatres, que aglutina a más de 1000 salas en todo el mundo, especialmente en el circuito norteamericano, tratan de frenar anunciando un boicot a los próximos estrenos de Universal. Recordemos también que Universal fue uno de los primeros estudios en restringir la tradicional distancia temporal de las ventanas de exhibición cuando la pandemia obligó a cerrar las salas de cine en marzo, lanzando rápidamente en PVOD sus producciones El hombre invisible (Leigh Whannell, 2020) y Emma. (Autumn de Wilde, 2020) a menos de un mes de su estreno en salas, y casi simultáneamente La caza (Craig Zobel, 2020) y Never Rarely Sometimes Always (Eliza Hittman, 2020). Y tampoco es casual que desde principios de abril pese sobre AMC Theatres el riesgo de bancarrota. Dos preguntas están ahora en el aire: ¿Son ya rentables los estrenos online para los grandes estudios de Hollywood? y ¿hasta qué punto la presión de los exhibidores conseguirá que las majors den un paso atrás?

