Que Hospitalet no es un dechado de belleza no hace falta que venga nadie de afuera para decírnoslo, que los que vivimos aquí cada día lo sabemos perfectamente. Los grandes edificios, construidos con intenciones especulativas durante decenios, con unas estéticas más que chirriantes, por desgracia esconden las pequeñas maravillas que, perdidas en el marasmo de la impersonal urbe hallaremos a poco que miremos con un poco de detalle. Sin embargo, y si bien no se puede negar que no todos son dignos de admirar como las Casas Baratas ( ver El disparate urbanístico de las modernistas Casas Baratas de L'Hospitalet) o la Casa de las Caracolas, el hecho de encontrarnos con edificios más feos que Picio no implica que no tengan una trascendente historia entre sus muros que valga la pena conocer y preservar. Tal es el caso del edificio del Transformador de la Torrassa.
Si venimos de Barcelona por la vía del tren en dirección a la estación de l'Hospitalet, unos metros más allá del Puente d'en Jordà y el silo ibérico ( ver El silo ibérico de La Torrassa, el ignorado socavón de 2500 años de historia), encontraremos a la derecha, situado en medio del talud de la Cornisa Verde y al lado del Castillo de Bellvís ( ver El Castillo de Bellvís o la indignante precariedad de un patrimonio románico), el poco agraciado edificio de la subestación transformadora de la Torrassa. Un edificio de un color terroso indefinible, lleno de estructuras y cables por todos lados, fruto de todos los parches y pegotes que se le han ido sumando durante su historia y que, aunque no lo parezca, tiene más de un siglo de historia, ya que se construyó allá por el año 1913.
Así las cosas, bajo el marasmo de cachivaches que se le han añadido y que lo afean hasta extremos insondables, se encuentra un edificio de unos 63 metros de largo, 35 de ancho y unos 20 de alto, que construido en un estilo noucentista, destaca por estar estructurado en dos cuerpos de diferente altura que se adaptan al desnivel. Un edificio centenario que llama la atención por sus grandes ventanales que, rematados por arcos, columnas y pilastras, le dan una imagen neoclásica y una útil sobriedad cuadrangular. Y es que, ante todo, fue concebido con una finalidad práctica: la de acoger una estación transformadora que asegurara el servicio eléctrico al barcelonés barrio de Sants y a la industrial barriada de Santa Eulalia, en un momento en que Barcelona ya tenía la vista y los dientes puestos en el espacio geográfico hospitalense.
De esta manera, la empresa Riegos y Fuerza del Ebro, conocida más comunmente por "la Canadiense" (o La Canadenca, en catalán) por ser propiedad de la empresa de capital canadiense Barcelona Traction, Light and Power Company, levantó frente el kilómetro 97,200 de la línea de ferrocarril a Martorell, el edificio del transformador de la Torrassa. Un edificio -oficialmente llamado " subestación de Sants" por su proximidad geográfica- en el que, con una potencia de 65.000 kW, 7 grandes transformadores convertirían los 110.000 voltios de la linea eléctrica que provenía de los embalses hidroeléctricos del Noguera Pallaresa, en unos más manejables 25.000 voltios. Bajada de tensión que permitía que aquella corriente eléctrica fuera utilizada por la numerosa industria cercana, así como para dar servicio a las crecientes necesidades de la población que, de forma imparable iba llegando a los barrios cercanos. No obstante esta importancia capital tanto para L'Hospitalet como para Barcelona, participó en otro importante momento histórico poco tiempo después.
En febrero de 1919, la expulsión de 8 trabajadores de La Canadiense que no quisieron admitir una rebaja salarial que se había sacado la empresa de la chistera y que -para más inri para la empresa- se habían constituido en sindicato, fueron la espoleta de una de las huelgas más trascendentes para la historia de la clase trabajadora: la huelga de La Canadiense. La solidaridad del resto de trabajadores de la empresa para con los despedidos, la fuerza del sindicato anarquista CNT ( ver El Caso Scala o las oscuras cloacas de la Transición ) y la negativa enfermiza de los dirigentes de la Barcelona Traction a readmitir los cada día más despedidos, llevó a la parada total de La Canadiense, dejando sin electricidad a Barcelona y paralizando el 70% de Catalunya en una huelga de 44 días. El gobierno español, totalmente servil con los empresarios (al no haber electricidad numerosas empresas secundaron la huelga y eso puso los pelos como escarpias a gobierno y empresarios) decidió militarizar los centros de producción eléctrica, entre ellos el Transformador de la Torrassa -que había quedado sin trabajadores- y hacer detenciones sumarísimas a quien no fuera al trabajo. Como dato, decir que el castillo de Montjuïc llegó a alojar a más de 3.000 trabajadores detenidos. Ahí es nada.
De esta forma, en una carrera "huelguística" en que si los unos tenían los huevos cuadrados, los otros los tenían más, la pugna se saldó con la victoria de los trabajadores que, pese a la violencia y malas artes de los empresarios (contratación de esquiroles, asesinato de líderes sindicales por parte de matones, uso partidista del ejército...) consiguieron hacer claudicar a la Barcelona Traction. Ello significó tener que readmitir a todos los trabajadores, aumentarles el sueldo y, lo que es más importante, la instauración por parte del gobierno de las 8 horas diarias de trabajo el día 2 de abril de 1919, siendo el primer lugar del mundo donde se consiguió.
A partir de entonces, el crecimiento urbanístico de los barrios hospitalenses que rodean el transformador se disparó, pasando a ser una pieza clave de toda la red eléctrica que tenía que dar servicio a los recién llegados. Unos recién llegados que se encontraron viviendo prácticamente bajo las líneas de altísima tensión que alimentaban el transformador de la Torrassa. Indigna situación que no fue solventada hasta el año 1993 cuando dichas líneas eléctricas aéreas se soterraron, dejando al fin libres arterias tan importantes para aquella zona de Hospitalet como son la Avenida de la Electricidad, la Avenida Catalunya o la Av. de la Primavera.
Hoy en día el Transformador de la Torrassa sigue en uso pese a estar rodeado de la conurbación más densamente poblada de Europa y, lo que es más hiriente, de una zona verde de carácter público al cual no se puede acceder por ser de acceso exclusivo de la empresa ENDESA, propietaria actual del edificio. Una sorprendente situación a la que se llega gracias a una trampa legal del Ayuntamiento de l'Hospitalet para poder construir un campo de fútbol de uso privado en terreno público del Parque de la Torrassa (los amiguetes siempre se tienen que tener contentos, claro) a escasos metros del edificio de la subestación. Para mear y no echar gota.
Es justamente por la historia que acumulan sus maltratados muros, por su importancia capital en el desarrollo de Barcelona y Hospitalet y porque sus instalaciones son perfectamente prescindibles en la actualidad (la tecnología permite su soterramiento), que el vecindario ha solicitado insistentemente su clausura y su conversión en equipamientos públicos para el barrio. Un patrimonio histórico y arquitectónico de incalculable valor -aún nadie se explica el por qué se excluyó del catálogo de edificios protegidos en 2001- que enriquezca con su presencia y con un necesario espacio verde una de las zonas más pobres de la ciudad de L'Hospitalet.
Definitivamente, la fealdad solo está en los ojos de quien mira.