Ayer fue una noche de caras largas y miradas de incredulidad en la sede del PSOE sevillano de Luis Montoto. En el horizonte de la Plaza Nueva se dibujó el inminente inicio de una particular y dolorosa travesía del desierto.
La victoria del Partido Popular de Zoido ha sido tan rotunda como histórica. Veinte concejales en unos comicios que han batido el récord de participación de las municipales en Sevilla -un 62,73%- y que han supuesto una diferencia de 60.000 votos a favor del PP. Ahí es nada.
Pero además está la forma en la que se ha producido. El Partido Popular ha vencido en 9 de los 11 distritos de la ciudad, muchos de ellos bastiones tradicionales del PSOE, que sólo ha conservado por un escaso margen Macarena y Cerro-Amate, sin olvidar que ha perdido 4.000 y 3.000 respectivamente en cada uno, que han pasado a las sacas del oponente. El trasvase de votos es más que evidente.
Cuesta creer que la culpa de una catástrofe de tal envergadura pueda achacarse tan sólo a la crisis económica, como dijo ayer Juan Espadas. Como dice el refrán, no hay más ciego que el que no quiere ver.
Al desgaste lógico provocado por las medidas anticrisis impulsadas por Zapatero han se sumarse los cuatro últimos años de gestión de Monteseirín al frente del Ayuntamiento de Sevilla, salpicados por los errores de gestión, los casos de corrupción y el derroche económico. El voto en clave nacional, pero también el efectuado en clave local, ha sido claro.
Ante ese panorama poco efecto, o ninguno, tiene el discurso del miedo a la derecha. A ello hay que sumarle el clima de división interna vislumbrado desde la designación del candidato hasta el inicio mismo de la campaña. La desmovilización del electorado se ha traducido en un voto doble de castigo. Es lo que cantan los resultados.
Se impone una reflexión crítica en el seno del socialismo sevillano, que ya anunció ayer su secretario general, José Antonio Viera. Es necesario repensar lo que los ciudadanos exigen a un partido donde a la autocrítica le cuesta abrirse paso.
Los casi 16.000 votos nulos o blancos y el 37% de abstención producido pueden ser un buen punto de arranque para esa reflexión. Y los que hasta ahora votaban socialista y han decidido decantarse por Zoido. Para qué elegir una especie de sucedáneo si se tiene a mano el original.
También los miles de ciudadanos que se congregan cada día en la Plaza de la Encarnación y otras similares repartidas por toda la geografía nacional. Quieren una mayor transparencia y participación en una política que los mantiene excluidos y cuyas consecuencias se ceban especialmente en ellos.
Porque esa reflexión necesaria ha de hacerse desde la escucha activa de los ciudadanos. Un integrante de la lista de Espadas me dijo el último día de campaña que el 23 de mayo se llevaría al candidato socialista a la Encarnación para que escuchara. Desconozco si se refería a sólo en el caso de ganar las elecciones o no, pero abrir los oídos a sus demandas desde la humildad y el compromiso para impregnarse de sus propuestas puede ser un buen comienzo.
Ayer, tras reconocer la derrota, Juan Espadas se refirió a ello: “a los que quieran cambiar el sistema, les digo que pueden contar conmigo”, dijo. Ahora hay que llevarlo a la práctica con humildad. Sin embargo, todavía hay muchos dirigentes socialistas que piensan que el Movimiento 15-M es un grupo de antisistemas que piden no votar y que no tienen propuestas. A algunos se ve que les cuesta entender los mensajes, incluso cuando son cristalinos.
El Partido Popular ha ganado las elecciones en Andalucía por una diferencia de 7,2 puntos a falta de un año para las autonómicas y las generales. ¿Qué palabra de la frase es la que no entienden?