“Hay un momento del día en que nos quedamos sin fuerzas emocionales para seguir calmando al niño, si no podemos alimentarnos de la energía vital de otra persona. Es fundamental que sepamos que no estamos diseñadas para criar a solas a nuestros hijos. Históricamente las mujeres nos hemos ocupado de la crianza de los niños en grupos, aldeas, tribus o pequeños pueblos. Pero hacerlo a solas como esta ocurriendo en las últimas generaciones, nos lleva a desestimar la lactancia, a regresar lo antes posible a nuestro trabajo y a dejar al niño al cuidado de otras personas. Incluso si tenemos una buena relación de pareja, en la mayoría de los casos el varón a retomado sus horarios de trabajo como habitualmente lo hacía, y la realidad es que las horas del día son eternas si estamos solas con un niño en brazos”
Laura Gutman
La revolución de las madres
En este sentido, en mi propia experiencia como madre me considero bastante privilegiada, al menos hasta los tres años de mi hija.
Nací en una ciudad de un millón de habitantes(Montevideo, Uruguay) y pase hasta mis 23 años en ella, no en la misma casa, pero siempre en los entornos de un mismo barrio, tranquilo, donde podía caminar a la escuela con mis hermanos, los tres solos, sin que ello implicara un peligro. Si bien esto hoy en día ha cambiado, sigue siendo un lugar relativamente seguro, en relación a los estándares actuales de seguridad (que son mucho más bajos que hace treinta años!)
A los 23 me case y fui a vivir con mi esposo a Colón, Entre Ríos-Argentina. Un pueblo en ese momento de unos diez mil-quince mil habitantes. Me sentía una extraña en un lugar tan distinto al que estaba acostumbrada, casi sin edificios, calles de ripio en su mayoría, comercios que cerraban al mediodía y no abrían hasta las cuatro de la tarde. El ritmo era mucho más lento y las personas parecían conocerse y conocerme-aunque yo no tenía idea de quienes fueran.
En este contexto crié muchos años a mi hija, y fue recién por ella que empecé a sentir que Colón también me pertenecía. Comencé a frecuentar la plaza llena de niños donde mi hija me obligaba a interactuar con las demás mamás, abuelas, tías, o niñeras que estuvieran a cargo de los otros niños con los que ella corría a jugar. Ahora los ritmos y el pequeño tamaño de Colón parecían acompañarnos a la perfección.
El día pasaba muy rápido, mi esposo tenía un horario y flexibilidad en su trabajo que hacia posible que muchos mediodías almorzara con nosotrasy a las cinco o seis de la tarde estuviera nuevamente en casa.En ese momento no me daba cuenta de la diferencia que esto hacia.
Pero cuando mi hija tenía unos dos años y medio el dejo su trabajo para empezar su propio negocio. Esto por un tiempo también corrió a favor de más tiempo compartido, pero a medida que se iba instalando es su emprendimiento este empezó a requerir más de su tiempo fuera de casa, largos viajes de muchos kilómetros que muchas veces lo retienen dos días lejos, y fue así como empecé a vivir realmente la soledad de la maternidad y la falta de la familia cerca, así como de un núcleo de contención. A esto se sumo la mudanza a un nuevo pueblo, este vez un poco más grande, que corrió con ventajas y desventajas. Entre las desventajas acrecentó la soledad en la crianza.
El vivir en pequeños o más grandes pueblos, y también en una ciudad me ha dado la experiencia de saber si esto hace o no la diferencia en la crianza de los chicos.
Para mi sorpresa encontré que muchas mamás se encuentran también muy solas en la crianza de sus hijos, a pesar de que vivan en pueblos, donde conocen a todos y tienen la familia muy cerca. Tienen estas ventajas y sin embargo, sigue faltando algo.En el silencio de sus hogares, en el día a día, en las tardes compartidas con sus hijos, o en las cortas horas antes de dormir, muchas mamás se encuentran muy solas, asfixiadas, desbordadas y agotadas sin importar el entorno que la rodee.
¿POR QUE?, no se supone que todos estos ingredientes deberían hacer la tarea más fácil?? Seguramente la alivianan un poco, pero no basta, por dos importantes motivos:
-NO HAY UN VARON SOSTENEDOR (aunque físicamente este presente)
-NO HAY UN ENTORNO QUE ACOMPAÑE EN LA CRIANZA : NO HAY MENTAILIDAD DE TRIBU!!!!(lo cual hace que no importe si la familia viva en la casa de alado o en otro continente, y quizás en algunos casos lo segundo sea mejor! )
Un varón sostenedor(que pueda estar presente) puede hacer que la tarea sea llevadera aunque no haya una tribu o aldea que acompañe (aunque en las crisis DOS no bastamos y ahí nos damos cuenta que nos hace falta la tribu!!!)
Lo cierto es que con (situación mas potable) o sin (situación desastrosa) VARON SOSTENEDOR las madres que nos encontramos SOLAS durante las tardes o noches con nuestros hijos en forma constante, desesperamos, desbordamos y lejos quedamos de poder maternar en forma realmente amorosa.
Entonces vuelvo a hacer la pregunta que formule en un comentario al post: “Lecciones de teología para niños-4-” del blog Tenemos Tetas:
¿COMO PODEMOS GENERAR ESPACIOS QUE NOS PERMITAN SIMULAR LA ALDEA PÉRDIDA DONDE TODA LA COMUNIDAD DE MUJERES SE ENCARGABAN DE LA CRIANZA DE TODOS LOS NIÑOS?