“Puede que el miedo que tú tengas haga que nadie te vea como un héroe pero no por eso vas a dejar de ser una víctima”
En esta frase se condensa toda la esencia de “La trinchera infinita” pero también habla del sinsentido de la guerra, sea cual sea el bando; de la incertidumbre y a la vez la certeza del amor a pesar de las circunstancias; y de la soledad, que es la trinchera sin fin que da título a todo.
Algunos pensarán que es otra historia más sobre republicanos y nacionales, que ya hemos visto muchas, pero nunca serán suficientes. Y menos si vienen del impecable trabajo de Antonio De la Torre y Belen Cuesta, que se echa a la espalda todo el peso de la Historia más reciente de España con esa mirada de amor y miedo infinito que lucha contra la política y contra el odio y contra la violencia y se atreve incluso a luchar contra el amor que nunca nos debemos perder por mucho que amemos a otro: el amor propio.
Son dos horas y media de película pero a la vez son treinta años siendo prisionero de tus propios ideales, haciendo víctimas también a los que le quieren y escapando del odio que no caduca, pase el tiempo que pase. Cada cual que saque sus propias conclusiones.
Y pensad pero sin tener que ir hasta el pasado si han cambiado mucho las cosas o seguimos escondiendo lo que no nos atrevemos a enfrentar por miedo, un miedo que te hace más víctima y que te condena a la soledad, la peor trinchera.