Este es un artículo de transición. Pretendo explicar en él, a grandes rasgos, mi visión de lo que ha pasado y pasa en UPyD, indagar en ese peculiar fenómeno que ha hecho que un partido tan necesario y tan importante en el panorama político español, justo ahora, cuando más imprescindible resultaría, esté corriendo el peligro de, desdeñado por los votantes y abandonado por muchos de sus militantes, acabar cayendo en la irrelevancia política. Yo mismo, después de siete años de militancia (de los ocho que tiene de existencia UPyD), acabo de pedir la baja como afiliado. Y me siento obligado a justificar o dar razón de mi decisión.
Como digo, UPyD ha sido y es un partido importante, en el sentido de que ha hecho cosas de mucha trascendencia y que ningún otro partido ha llevado a cabo o ha propuesto hacer: ha sido el único partido que realmente ha luchado contra la corrupción, no solo de boquilla, sino con hechos tangibles y denuncias concretas. El único partido, asimismo, que defiende que el idioma español sea suficiente para moverse por España, por ejemplo, a la busca de trabajo, y que (en esto coincidiendo con Ciudadanos) se ha manifestado a favor de los derechos lingüísticos de los hispanohablantes en las zonas nacionalistas. Junto con Ciudadanos también, es el único partido que defiende la igualdad fiscal entre los españoles, y aboga, por tanto, por la supresión del cupo vasco y el amejoramiento navarro. Es el partido que más decididamente se ha manifestado a favor de las víctimas del terrorismo y por la ilegalización de los grupos pro-terroristas. El único partido del Parlamento, asimismo, que no entró en el juego de reparto político de jueces y que de forma más decidida está a favor de la despolitización de la Justicia. También, el que más rotundamente apuesta por la racionalización de las estructuras del estado y la supresión de duplicidades, de modo que, entre otras cosas, se llegue a la fusión de ayuntamientos y la supresión de las Diputaciones, en la medida en que las competencias de estas últimas están ya asumidas por los entes autonómicos... Una hoja de servicios al estado y a la nación, en fin, esta de UPyD, que ha de calificarse de sobresaliente.
Por lo demás, cuando yo entré en UPyD, había en Burgos unas cuantas personas de primerísimo nivel intelectual, moral y cívico. Estaba Tino Barriuso, que era nuestro rostro más reconocible (¿quién no conoce a Tino en Burgos?), que en las elecciones generales de 2008 se presentó como cabeza de lista por Burgos para el Senado, y fue el candidato de UPyD que mayor porcentaje de voto tuvo de toda España; llegó a estar también en el Consejo de Dirección nacional de UPyD (aguantó allí muy poco). Estaba también Rodolfo Angelina, que había sido uno de los fundadores del partido y que fue Coordinador Territorial de UPyD en Castilla y León, una persona entusiasta y de encomiable capacidad de trabajo. Algo parecido a lo que se puede decir de Juanjo Ruiz Salcedo, que fue Coordinador Local de la formación en Burgos, y con el cual pasamos de reunirnos en las trastiendas de las cafeterías a tener sede propia, que el mismo Juanjo amuebló con dinero de su bolsillo, montando incluso personalmente diversos muebles. Tan elegante es Juanjo que, cuando se marchó por la puerta de atrás, incluso ahora que milita en Ciudadanos, nunca se le ocurrió reclamar aquellos muebles ni pedir indemnización alguna al partido por ellos. Estaba también por allí Carlos Moliner, que fue candidato al Congreso por UPyD en las elecciones generales de 2013 y había sido portavoz de la formación a nivel provincial; Carlos, una de las personas con más reconocimiento y respaldos personales en el contexto de Burgos y provincia. Y estaba también Paco Román, profesor, sindicalista, que llegó a tener un cargo institucional por el PSOE en tiempos pasados; la persona con más sabiduría política de todos nosotros. Y Hermenegildo Lomas, arquitecto técnico del Ayuntamiento y sobresaliente pintor; y su hermano José Javier, abogado de la Junta y otro de los miembros destacados del partido. Estos tres últimos, Paco, Hermenegildo y José Javier, estuvieron en el primer plano de la lucha contra la corrupción en Burgos en los tiempos del Juicio de la Construcción de principios de los 90. Hablamos, pues, de personajes muy relevantes que militaron en UPyD, y de cuya amistad hoy me enorgullezco. Bien, pues todos ellos fueron saliendo de UPyD por la puerta de atrás, decepcionados y con la sensación de haber sido estafados. ¿Cómo demonios pudo ocurrir todo esto? ¿Cómo es posible que el partido que venía a cubrir el hueco más importante y necesario de la actual política española esté hoy en grave peligro de desaparición o, al menos, de instalarse en la irrelevancia política?
Decía Marshall McLuhan, filósofo y teórico de la comunicación, que el medio es el mensaje. Yo creo que no es exactamente así, que normalmente el mensaje tiene contenidos que no caben en el medio, el canal a través del cual llega el mensaje a la opinión pública, pero sí me resulta evidente que ese aserto es real en un nivel superficial, que es el único que resulta operativo en lo que se refiere a la formación de la opinión pública. Y UPyD ha tenido o ha constituido un medio, un canal de comunicación (propio, no el que a su vez ha pasado el filtro de los medios de comunicación externos) que ha transmitido muy mal el mensaje, su mensaje. Todo eso, en un momento como el actual en que las propuestas de este partido resultan no solo objetivamente necesarias, sino imprescindibles y apremiantes. Pese a ello, pues, el mensaje de UPyD no ha conseguido cuajar en la opinión pública, o lo ha hecho de una manera muy incompleta. ¿Por qué? Sin duda, porque el medio a través del cual se emitía ese mensaje era inadecuado. Atendiendo a ese nivel superficial dentro del cual es válido el aserto de que el medio es el mensaje, es posible observar cómo la gente percibe a Rosa Díez o Carlos Martínez Gorriarán (menos a Juan Luis Fabo, el otro miembro, menos conocido, del politburó todopoderoso) y a UPyD en general, como gente antipática, mandona, autoritaria, poco dialogante... El medio ha apagado el contenido del mensaje, el potencial votante ha dejado de prestar atención a ese contenido o, al recibirlo, ha mostrado tener preparado un "sí, ya, pero..." distanciador. Esto es y ha sido un hecho. Ocurre así.
Y de puertas adentro, efectivamente, UPyD ha sido dirigido de una manera autoritaria, desconsiderada con los militantes y poco dialogante, hasta el punto de que la media de estancia de un afiliado antes de desencantarse y volver a irse ha sido de menos de dos años. Se calcula que en estos ocho años se han ido unos 18.000 afiliados, y quedan unos seis mil. De los 127 fundadores de UPyD(integrantes del Consejo Político fundacional), 105 se han ido del partido de Rosa Díez, denunciando autoritarismo y fraude. El partido ha sido dirigido desde el principio con mano de hierro, y desde siempre se ha castigado, incluso humillado, al discrepante. Lo ocurrido este verano pasado con Sosa Wagner, que acabó abandonando el partido abochornado, fue seguramente un punto de no retorno para UPyD, porque dejó en evidencia lo que significa discrepar dentro del partido, incluso hacerlo de la elegante manera en que lo hizo el hasta entonces eurodiputado. El afán de querer tenerlo todo controlado, las maniobras dedicadas a que la militancia no se vertebrara ni conociera entre sí, el interés explícito de Gorriarán en que en las sedes del partido no se hablara de política, la filosofía que este mismo ha defendido según la cual en UPyD hacen falta votantes, no militantes, demostrando así que el triunvirato dirigente ha entendido que el militante, todo lo más, está para hacer simple seguidismo y no incordiar… todo esto ha ido configurando a UPyD como un cauce inadecuado para expresar un mensaje que, sin embargo, es políticamente imprescindible.
En esto, va y aparece en el panorama político un tío guaperas, simpático, con don de gentes... Albert Rivera. Su mensaje real está trufado de lagunas, pero quien lo emite, el medio a través del cual ese mensaje llega a la opinión pública, es mucho más atractivo y creíble que Rosa y que Gorriarán. Suficiente con eso para que la gente, toda esa gente que constituye el mismo mercado de votantes que disputa también UPyD, se apunte a él. Finalmente, C's se ha impuesto de forma cada vez más arrolladora como la alternativa para ese conjunto de votantes, lo que, correlativamente, hace que UPyD vaya hacia abajo. Esas tendencias ya han tomado posesión de la vida social y política, y yo no creo que vayan a cambiar, porque las variables no van a hacerlo. Rosa Díez seguirá machacando con sus inapelables argumentos, que cada vez, sin embargo, la gente oirá con más sordina y como si la voz se fuera alejando, y Albert Rivera conseguirá que parezca bien todo lo que diga, aunque a un oído atento le resaltarán sus deficiencias. Como patético recurso final, los dirigentes de UPyD aún tratarán de defenderse diciendo que están siendo víctimas de una conspiración de Ciudadanos, aliados con la prensa, el PP y vete a saber qué más enviados del Averno. Es el último argumento que hace que un servidor sea pesimista a la hora de pensar que UPyD se pueda regenerar: si la culpa la tienen otros, no hay nada que modificar ni corregir. El medio, al final, se habrá cargado el mensaje.