Revista Comunicación

la triste vita

Publicado el 26 febrero 2014 por Libretachatarra

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LA GRANDE BELLEZZA
data: http://www.imdb.com/title/tt2358891
Ahora puedo sentir el vacío de toda mi vida. Y en el contraste con la serena belleza de la ciudad secular, justiprecio adecuadamente el desperdicio de mi existencia. Pude aportar una cuota de belleza en esta breve jornada. Fui alegremente indolente y, tal vez, persistentemente incapaz. Y ahora comprendo, cerca del final, lo inútil de toda vanidad, lo fugaz de toda existencia, el truco efímero de todo arte y la inutilidad de cualquier pretensión. Hay una verdad que refulge entre las ruinas. Pero no fui capaz, como toda mi generación, de apartar los escombros que la obstruían. Sólo me queda intuir su presencia, en la noche que se cierne sobre la Ciudad Eterna.
“La Grande Bellezza” es un notable filme de Paolo Sorrentino, una relectura posmoderna de “La Dolce Vita” felliniana. Roma y sus mundanos, al final de un ciclo. Roma y su belleza, su sensación de eternidad, abofeteando a los gerontes que transitaron sus calles creyendo poseerla. Es la mirada sin pasión de un hombre, de un escritor, Jep Gambardella, que hace 40 años que no escribe. Son las noches sin ton ni son, en fiestas alucinadas, del Rey de los Mundanos, del hombre que soñó con el poder no de ser el alma de las fiestas sino de ser la persona capaz de arruinarlas. Es el final de una vida vacía, sin objetivos, apiñamiento de gente que no dejaron huella. Es el desenlace de una frivolidad y de un potencial desaprovechado. Con feroz agudeza, Sorrentino habla de su ciudad y de su gente. Pero esa ciudad es universal y la mediocridad de propósitos que describe es tan suya como nuestra.
Hay un notable propósito estético en Sorrentino: retratar la mediocridad con exquisito lenguaje cinematográfico. El movimiento de las cámaras, desde el primer momento, es delicioso. La presentación de los personajes, en una fiesta mezcla de bacanal y estudiantina, es soberbia. La planificación de cada toma, cada gesto, cada momento, revela la maestría del director. Y la superación en lo estético sirve como argumento dramático, porque contrasta con la mediocridad de los eventos que está mostrando. El fracaso de Gambardella y su troupe es más grande al filmarse de ese modo reservado a las grandes historias.
Este contrapunto se repite con la elección del entorno: Roma y su belleza, su cultura que aflora, entre las ruinas de lo que fue, entre el deterioro y lo que perece. Allí está la Ciudad, en mayúsculas, zamarreando a la fauna gambardelliana con su historia, su cultura, su religiosidad, su belleza certificada por el paso del tiempo. Y Roma agranda el fracaso de esa comunidad de intelectuales sin nada que decir, artistas del hastío, simples diletantes en los arrabales de la idea. Roma y el Cine (nuevamente, con mayúsculas) para poner en escala la pobreza intelectual de la élite artística.
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Una idea poderosa de la película, es la sensación de que el arte ya no tiene nada que decir. Que se ha topado con los límites, que se aplaude la novedad, antes que la sustancia. Una menor arrojando latas de pintura a un lienzo; una actriz desnuda chocando contra una pared. El público que aplaude lo que no puede entender (porque no hay nada que entender). Y el artista transformado en un soberbio parásito, elemento decorativo, inútil aunque gracioso, funcional a la levedad del momento.
Una escena correlacionada con esta idea, es la actuación de Romano, el escritor que se marcha de Roma. En la primera obra que habla de él, de sus sentimientos, de lo que le pasa, no logra llenar la sala. Y se termina yendo derrotado de Roma. Lo suyo es el contraste del arte del sentimiento con el arte intelectual o militante, una discusión que se plantea en la feroz réplica de Jep a Stefania.
Esa sensación de un arte parasitario, incapaz de modificar el mundo, es lo que agobia a Jef. Él se emociona con las pequeñas muestras de arte verdadero (por ejemplo, la sucesión de fotos de una misma persona desde su infancia hasta su madurez), es capaz de percibir esa diferencia entre un arte auténtico y otro mercantil. Por eso es el único consciente del fracaso. Fracaso propio y fracaso de una generación.
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Otra idea que campea en el filme, es la necesidad de atontarse con la música, el sexo, la comida, la bebida, las luces, para sofocar la sensación de angustia, de vacío existencial, de una generación. “Estamos todos bajo el umbral de la desesperación. No tenemos más remedio que mirarnos a la cara, hacernos compañía, tomarnos el pelo. ¿O no?” sentencia Jef con meridiana precisión. Estamos en la era de la desesperación. Desesperación porque todas las certidumbres se han caído, incluida la utopía del progreso.
Hay escenas memorables (otro punto de contacto con Fellini, director de grandes escenas más que de grandes películas). Yo elijo la escena del vuelo de los flamencos ante el soplido de la Santa. Un momento surrealista de extrema belleza. Podemos anexar a la lista, la escena de la discusión entre Jef y Stefania; la jirafa en el circo romano; el baile inicial de presentación de personajes.
Soberbia, “La Grande Bellezza” tiene un único pero: no es una película de recomendación amplia. Necesita de esa clase de espectador indagador que también se está perdiendo en estos tiempos posmodernos.
Mañana, las mejores frases.


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