Desafiando que lo que no puede ser no puede ser, y además, es imposible, máxima de Charles Maurice de Talleyrand y no de Guerrita el torero, la Generalidad catalana se ha embalado en la creación de un país independiente, pero son tales los desastres humanos que podría acarrear que la UE ha decidido pararla.
Hasta ahora la Unión Europea rechazaba analizar cualquier secesión en alguno de sus miembros: mantenía así el respeto formal que le debe a las autoridades de cada país, y la Generalidad es una de ellas.
Creía imposible además que ningún socio pudiera desgajarse porque renacieran en sus regiones ricas los egoísmos nacionalistas.
Ni siquiera tomó demasiado en serio la aparición en 1996 de la Liga Norte, que reclamaba la independencia de la Padania, y cuya ideología –Italia nos roba-- es la que mantienen aquí CiU, ERC y demás aliados.
Opuesta a la solidaridad interregional, la Liga Norte de allí es ultraderecha, y esta de aquí quiere aparecer como progresista.
El caso del Reino Unido es diferente, como su propia membresía en la UE: no es un estado unitario, como España, sino unido, con la unión voluntaria y reversible de Escocia a Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.
Ahora, y ante la peligrosa deriva de esta Liga Norte catalana, la UE ha comenzado a recordarnos que nació como institución para estabilizar la paz europea tras las dos grandes guerras mundiales, de las que los nacionalismos fueron importantes impulsores; y fundamentales entre los incendiarios españoles de la guerra civil.
De hecho, los nacionalismos y Franco, no sólo los marxismos, eran enemigos. Leopoldo Calvo-Sotelo, cuyo asesinato aceleró la guerra civil, decía tras el levantamiento contra España de Companys en 1934 que "Prefiero una España roja antes que rota".
La UE es heredera del Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, París 1951, firmado por seis países, incluyendo a la vieja enemiga común, Alemania.
Es un sistema, inicialmente de interrelación comercial, para que las pasiones identitarias y su egoísmo, incendiados nuevamente por el goebbelnesiano gobierno catalán, no vuelvan a matar en Europa: a los nacionalismos y sus Liga Norte también los carga el diablo.
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SALAS