Revista Coaching
Creo que esta ha sido la primera semana en mucho tiempo que no he viajado por debajo de Madrid. Empezamos el lunes inaugurando el curso del Centro Superior de Hostelería de Galicia en Santiago de Compostela. Celebramos la festividad de la Virgen del Pilar de Zaragoza. Continuamos con tres sesiones en Asturias y cerramos la semana con otro doblete: Peñafiel (Valladolid) y Madrid.
Por las fiestas del Pilar un amigo nos envió a casa unos Napoleoncitos y los niños están entusiasmados con ellos. Esto, unido a la morriña de no haber pisado Andalucía esta semana y la necesidad de cumplir la promesa de volver a "actuar" en Jaén me lleva a recordar esta historia.
El 19 de julio de 1808 se libró una de las batallas decisivas que cambiaría el rumbo de la Invasión Napoleónica en España. A principios de julio y desde Utrera, el General español Francisco Javier Castaños se dirigió a Sierra Morena. En una serie de osadas maniobras, desplazó su ejército de día y de noche, cambiando constantemente de dirección, de manera que las tropas francesas al mando del General Dupont no pudiesen estar seguras de sus intenciones, mientras él se mantenía perfectamente al corriente de los movimientos franceses gracias a los paisanos.
Los franceses, al mando del General Dupont, desde Andújar, no se atrevieron a plantear una batalla a las fuerzas de Castaños, y prefirieron retroceder hasta La Carolina, buscando enlazar con las otras tropas francesas mandadas por los generales Vedel y Dufour, que venían desde La Mancha en su ayuda y que estaban ya casi en el límite de la provincia. Al dirigirse con esa intención a Bailén el 18 de julio, se encontró con las tropas de Castaños que en esos momentos salían de la ciudad, y allí mismo se entabló la batalla.
El hecho de que el enfrentamiento tuviese lugar a las mismas puertas de Bailén pudo ser decisivo para la victoria española: la población local apoyó en todo cuanto pudo a sus tropas. La ayuda más importante fue sin duda el suministro de agua para los soldados, en un día en el que las temperaturas pasaban de los 45º. La jiennense María Bellido pasó a la historia como una de las heroínas de la batalla, llevando agua con su cántaro (hoy en el escudo de la ciudad de Bailén) para refrescar a los soldados y a los cañones españoles.
Cuando Dupont se rindió con sus 22.000 hombres le entregó a Castaños su espada:
- Tomad , señor, esta espada, vencedora en cien combates.
Y Castaños la tomó contestando:
- Pues yo, señor, es el primer combate que gano.
El que pierde una batalla, pierde una batalla. El que pierde la última, pierde la guerra. Como no sabemos cual va a ser la última -puede ser la que estamos librando en este momento- hay que luchar por ganarlas todas. ¡No te rindas!. ¡Sigue luchando!.