Revista Diario
Hoy voy a hablar de algo que la mayoría de las mujeres hacemos mal. A trancas y barrancas. Algo que deja al otro con una sonrisa congelada en la boca y cara de :"¡Ah!¿y ya está?". Me refiero a contar chistes. Y el que estuviera pensando otra cosa, que se lo mire, que está fatal de lo suyo. Hace un porrón de años, el primer Neanderthal medianamente inteligente inventó el lenguaje para comunicarnos. Luego, los Neanderthales emigraron, como buenos alemanes, huyendo del frío del valle de Neander, a Andalucía. Y , una vez allí, inventaron los chistes para esos momentos en los que no tenemos nada que decirnos, como, por ejemplo, las cenas de empresa. ¿Os habéis dado cuenta de que, cuando no tenemos nada en común con el resto de los comensales (o lo que tenemos en común es mortalmente aburrido) siempre termina todo el mundo contando chistes? De hecho, estoy segura de que si copiara y pegara un chiste a cada uno de mis posts, aumentaría el número de seguidores y convertiría este blog en un blog de culto. No sé si aprovechar antes de que la SGAE se dé cuenta de que también puede pedir derechos de autor a los chistes. Aunque...¿alguien sabe quién es el autor de cada chiste?Si alguien encuentra al que se inventó los que cuenta Arguiñano, que lo mate de mi parte. Y es que, en los chistes, como en el cine y en la literatura, hay grandes clásicos. Por ejemplo: el chiste de Mistetas: Había una señora que tenía un perro llamado Mistetas. Un día, el perro se escapó y la señora salió a la calle y le preguntó al primer tipo que pasaba: - ¿Ha visto a Mistetas? - No, pero me gustaría verlas Señooooooor. Entiendo que la doña en cuestión era algo así como una Belén Esteban de los setenta. A ver, cómo puedo provocar y que se hable de mí un rato...¡Ah, sí! Voy a llamar al perro Mistetas. Pero el salidorro de marras, por Dios: "No, pero me gustaría verlas...babababababa" Segundo clásico entre los clásicos: los chistes del inglés, el francés y el español. Que luego dicen que son los franceses, los chovinistas. Sólo nosotros podemos creer que el españolito y olé era el mejor en todo. (Bueno, nosotros y Zapatero, que todavía sigue creyendo en los cuentos de hadas). Y tercer clásico entre los clásicos: los chistes de Jaimito. ¿Quién coño es Jaimito?¿Alguien lo sabe? Lo único que sabemos de él, es que su padre se debe llamar Jaime, porque cincuenta años más tarde, él sigue siendo Jaimito. Iba Jaimito con su abuela y vio un papel en el suelo y lo cogió. - Jaimito, las cosas del suelo no se cogen. - Vaaale - dio Jaimito, tirando el papel. En esto, tropezó la abuela y se cayó cuan larga era. - Jaimito, ayúdame a levantarme- le dijo la anciana. - Ay, no, abuela, las cosas del suelo no se cogen. Esperad, esperad un minuto que de tanto reírme se me ha desencajado la mandíbula. Ya. Os preguntareis, con razón, a qué viene toda esta incontinencia verbal acerca de los chistes. Y qué tiene que ver con el título de este post. Viene a que mi madre, con ese buen hacer que tienen las abuelas, le ha regalado a Susanita un libro de chistes. Y la enana ,que ahora lee, se los estudia y nos bombardea. - ¿Qué le dice un pez a otro pez? - nos dispara a bocajarro, la otra noche, mientras cenábamos con el Dr Vikingo y la Dra ConejitaPlayboy - ¿Qué hace tu padre? Nada. Jajajajajajajajaja - ella y el Terro se revuelcan de la risa mientras tú sonríes y tus amigos dicen ¡Qué mona! - Entran un elefante y un ratón en el ascensor y el elefante le dice al ratón: "¿Qué piso?". Y el ratón contesta: "La colita". Jajajajajajajaja - las carcajadas del Terro, que no entiende el chiste pero se la trae al pairo, suenan en todo el restaurante. Total, que al chiste número cincuenta, estoy segura de que el Dr Vikingo y la Dra ConejitaPlayboy no van a querer cenar con nosotros nunca más en lo que les queda de vida. Y que ésta es, a esos efectos, la última cena.