
Los actores (Toni Agusti, María S. Torregrosa, Lorena López, Marta Belenguer, Carles Sanjaime, Carlos Gorbe, Amparo Fernández y Alejandro Velasco) realizan un magnífico trabajo de improvisación construyendo, cada uno de ellos, su personaje al tiempo que la filmación avanza. Podría decirse -de hecho los propios actores y directores así lo afirman- que no existía guion alguno antes de que la producción echase a andar, si bien al final del rodaje se había creado un libreto, un argumento, una cierta trama.
En síntesis el asunto del film es el siguiente [tomado de la web de filmaffinity.com):
Una cena entre amigos en la que el alcohol, las drogas, un caso de corrupción y una visita inesperada convertirán la noche en un encuentro salvaje, donde el espectador será un invitado más.La verdad es que de esto va la película. Una cena de amigos en casa de una de las parejas, precisamente la que forman los personajes de Toni Agustí y María S. Torregrosa. Los invitados van llegando con las aportaciones normales en este tipo de celebraciones, algunas muy curiosas que darán pie a situaciones muy divertidas. Las conversaciones entre ellos son las habituales de este tipo de reuniones: comentarios sobre los ligues más o menos exitosos de unos y de otras, la imperiosa necesidad de divertirse esa noche, puyas más o menos amistosas, palabras de doble sentido... También la realidad exterior al grupo entra de lleno en la reunión: la acusación de corrupción que los periódicos vierten sobre uno de los anfitriones es asunto importante. ¿Será cierta o será un infundio? Es uno de los pocos suspenses que surcan la narración y que para ver en qué para es necesario acudir a la proyección del film, claro.
Quizás más que lo que se cuenta durante los 80 minutos que dura la proyección el interés del producto que es La última cena sea el cómo se cuenta. La obra se estructura en tres partes: La llegada, La cena, y La fiesta. En realidad una estructura tradicional del tipo Planteamiento, Nudo y Desenlace. Si bien el desenlace es claramente un final abierto, quizás tan abierto como lo ha sido todo lo visto hasta ese momento.
El orden y la coordinación debida entre las distintas partes la supervisó Andrea Jaurrieta, prometedora directora del cine indie español. Pero para mí la parte esencial del trabajo en la confección de esta película corre por parte del editor o montador. Juan García González, que se encargó del montaje, realiza un magnífico trabajo reduciendo las cuatro horas y media de grabación con tres cámaras, o sea, más de doce horas de imágenes, a una hora y veinte minutos. Gracias a la pericia de Juan y de Andrea la materia informe que viene a ser una cena de amigos en la que se habla de todo y de nada, en la que se bebe y se fuma mucho, se cuentan chistes, hay momentos de bajón y subidón, etc., desemboca en una historia creíble, verosímil, que encaja a la perfección en la clásica organización dramática en tres actos.
Los personajes que al inicio parecen un tanto amorfos, con el discurrir del minutaje fílmico van adquiriendo individualidad propia, construyéndose por sí mismos y por oposición a los otros. Estamos metidos de lleno en el Cine dentro del Cine. No sólo vemos el quehacer de los actores en la puesta en pie de sus personajes, sino que asistimos de manera secundaria a la realización de la película que estamos viendo: esas pértigas de sonido y esas cámaras que son incapaces de salir del campo focal muchas veces sirven para subrayar el proceso de creación del producto.
Ya he dicho al inicio que la película me ganó por su frescura, por su viveza, por su autenticidad, por su innovación. Los jóvenes que han participado en ella -todos, porque en realidad podríamos hablar de un producto coral- son, salvo uno o dos casos, profesionales contrastados en sus campos respectivos de la actuación, el sonido, la imagen, la realización, la edición, etc., lo que redunda en el magnífico resultado final del experimento que La última cena es. Son personas formadas, que saben lo que hacen, que han visto y asimilado mucho cine y teatro. Y todo ese background les sirve para salir airosos de experimento tan arriesgado. Un experimento que me ha llevado por momentos durante la proyección a la película "Celebración" de Thomas Vinterberg y a "La noche americana" de Truffaut.
Para finalizar esta breve reseña sólo me queda aludir al título elegido. ¿Por qué "La última cena"? Tras ver el final de la película cada espectador extraerá su propia conclusión. Pero también hay otra más unida a la realidad vivida y cuyos últimos coletazos (¡ojalá!) aún vivimos: el COVID 19. La película fue rodada pocos días antes de que se decretase el confinamiento durante tres meses al que siguieron una serie de restricciones y recomendaciones de comportamiento que provocaron que reuniones amigables como la que se muestra en el film desapareciesen por una buena temporada del horizonte.
La película se pudo ver en la plataforma Filmin (ignoro si aún se puede acceder a ella a su través) y actualmente está en exhibición en salas de varias ciudades españolas. En Madrid, Valencia y Lérida se puede ver hasta el 16 de este mes de diciembre; en Valencia y Barcelona el jueves 16 de diciembre los directores Toni Agusti y María S. Torregrosa la presentarán, respectivamente en cada una de las dos ciudades, realizando un coloquio con los espectadores al término de la proyección.
Los amantes del Cine, desde luego, no deberían perdérsela pues es un independiente soplo de aire fresco muy interesante.
