Ficha:
Título Original: La última cima.
Director: Juan Manuel Cotelo.
Guionista: Juan Manuel Cotelo.
Intérpretes: No hay actores (Documental).
Productores: Manuel de Cominges, Antonio Torres, Javier de Silos.
Fotografía: Alexis Martínez.
Música:
Montaje:
País: España.
Lugares de Rodaje: España, Italia, Francia, Estados Unidos y Ciudad del Vaticano.
Año: 2.010.
Duración: 80 minutos.
Edad: Apta para todos los públicos.
Género: Biográfica, Documental.
Distribuidora: Dreams Factory European, S. L., Karma Films, S. L.
Estreno: 11-06-2.010.
WEB Oficial: Web Oficial de la película en España.
Espectadores: 135.954.
Recaudación: 804.167,15 €.
Calificación: 6,029.
Sinopsis:
Pablo, sacerdote, sabía que iba a morir joven y deseaba hacerlo en la montaña. Entregó su vida a Dios… y Dios aceptó la oferta. Ahora dicen que está vivo. Pablo era conocido y querido por un número incalculable de personas, que han dejado constancia de ello después de su muerte. “La última cima” muestra la huella profunda que puede dejar un buen sacerdote, en las personas con las que se cruza. Y provoca en el espectador un pregunta comprometedora: ¿también yo podría vivir así?
Comentario:
Juan Manuel Cotelo, realizador del largometraje de ficción “El sudor de los ruiseñores”, dirige este documental centrado en la figura de Pablo Domínguez, un sacerdote que murió en un accidente de montaña con 42 años. A través de los testimonios de obispos, alumnos, amigos y familiares, además de las palabras del propio Domínguez, se revisa la trayectoria, vocación y dedicación de este hombre entregado a su causa. Al tiempo que se aprovecha para analizar la visión que tiene la ciudadanía de los sacerdotes.
Crítica:
17-06-2.010 – ANTÓN MERIKAETXEBARRIA
Un alma de Dios
Otro documental de valía, surgido en plena eclosión de un género excelso, que tantos días de gloria ha proporcionado al cine, gracias al talento de cineastas íntegros, ajenos a oportunismos, dobleces y efectismos de ningún tipo, por lo cual debemos alegrarnos todos. “La última cima” es un sincero homenaje al sacerdote Pablo Domínguez Prieto, muerto a los 42 años en la cima del Moncayo. Un alma de Dios, doctor en filosofía y teología, que atesoraba asimismo una exultante alegría de vivir, en perfecta comunión con la naturaleza, así como un amor al prójimo, sin parangón en los terribles tiempos que corren. A partir de ahí, la discreta cámara de Juan Manuel Cotelo (realizador, asimismo, de “El sudor de los ruiseñores”), logra comunicar la deslumbrante espiritualidad que impulsaba a nuestro protagonista, capaz de emocionar al más recalcitrante espectador.
Así pues, estamos ante un documental profundamente religioso (un poco al estilo de “El gran silencio”, estrenado hace un par de temporadas), que deja su huella indeleble, del mismo modo que el sacerdote retratado dejó en la mente y el corazón de cuantos le conocieron, con lo cual su lección de vida y muerte ofrecida de forma tan generosa, constituye un ejemplo para personas de toda condición, no sólo cristianos, católicos y creyentes en general, sino que abraza un espectro mucho más amplio.
Película recomendable para todos aquellos que no sean absolutamente materialistas, enfocada de una manera nueva, forjada para que nos dé toda la luz que contiene -al modo a cómo un fruto destila todo su jugo- que nos produce una honda alegría, irreducible a una mera satisfacción artística. Alegría, que el hombre y la mujer de buena voluntad extraen de un nocturno de Chopin, de un cuadro del Greco, de un filme de Rossellini, de un templo griego o de una escultura de Rodin, es lo que nos hace sentir este entrañable documental, donde la naturaleza humana destella con misterioso resplandor.
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