Las lenguas han sido creadas para comunicarnos. Existen las palabras buenas, nobles, las que exaltan nuestros más preciados valores, las que se disfrutan al describir las más honorables situaciones. Pero también están las otras. Las feas, las malas, las que asquean, repugnan, difaman. Las que enferman, deprimen, angustian; las que clavan en nuestra mente el relato minucioso de situaciones que no hubiésemos querido conocer nunca. Las que perforan nuestro corazón hiriendo de muerte nuestros más profundos sentimientos. Pero todas son, las unas y las otras. Están allí. El no reconocerlas no mengua su existencia, como el soñar las que tanto deseamos no siempre materializa lo que representan.
Están quienes piensan que no diciendo ni pensando las que atemorizan, éstas o las situaciones que las mismas describen se mantendrán siempre lejos de nosotros, nunca amenazarán nuestras vidas. Otros se enfrentan a ellas nombrándolas, desafiándolas, creyendo saber que se trata sólo de vocablos. Que la verdadera fuerza se encuentra en nuestro interior, expresada en palabras.
Pero las más traicioneras son las confusas, que no parecen saber lo que desean. Dicen una cosa con la intención de expresar otra, gritan para callar, intimidan para dominar, asienten para engañar, convierten en tristeza la felicidad, creen que riendo harán llorar, piensan que simulando, el bien harán. Lo que estas indecisas palabras logran es crear un ambiente de caos... o el silencio total. No cumplen bien su cometido de comunicar. No afinan su arpa de cuerdas vocales sensibles que sepan con maestría entonar sus mágicos sonidos que deleitarán a los demás. Febriles divagan por los ecos mudos de su propia soledad. Extrañas artes aprendidas en los confines de viejas generaciones mutiladas en antiguos tiempos y contagiadas a los embriones indefensos que no las supieron neutralizar.
El Universo de los Eternos Silencios se acomoda en el espacio cósmico para albergarnos a todos. Será un tiempo sin necesidad. Bastarán las miradas, el contacto primario, respiraremos el polen de las flores mejor perfumadas y llevaremos el más delicioso de los sabores en nuestra propia saliva. Ya no hará falta escuchar palabras porque todas habrán sido dichas. Nuestros oídos entonces se abrirán a la más virtuosa de las sinfonías sin final. Compuesta en el Cosmos, ejecutada sin otro instrumento que el tintinear de las estrellas en el firmamento, como teclas de percusión que sabrán remplazar el aire por sus notas musicales y sus acordes. Esta era de música silenciosa no requerirá de oídos ni tímpanos. Será absorbida por los poros de nuestra unicidad, completada en energía de composición perfecta que ya no se detendrá y sólo podrá aturdir a los indiferentes que pretendan regañar.
El éter perfecto se multiplica diseminándose por los interiores y exteriores de todos los espectros. La energía se purifica y lo abarca todo, incluyéndonos. Ya no hay contradicciones, puntos de vista, opiniones, nadie compite por ganar nada porque el premio es para todos. La Sabia Naturaleza ha tenido la última palabra.
* Miembro de la Asociación Israelí de Escritores en Lengua Castellana (AIELC). * Miembro de Escritores Club (Agrupación de Escritores Independientes de Habla Hispana). * Asesor de la Academia Filosófica Hebrea "Sinaí".
Imagen: @DePumar59
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