Muchos conocemos el dolor ancestral de perder a una madre, el desgarro inaudito de saber y asumir que quien te dio la vida ya no la posee, como si te hubiera entregado la antorcha, antes de cerrar los ojos y despedirse para siempre. Por eso, resulta conmovedor leer el modo en que la escritora Rosario Guarino rinde un homenaje poético a su propia madre, con tinta de lágrimas, en su obra La última primavera, que le publica el sello MurciaLibro.
Dueña de un sólido bagaje clásico (es continuo el fluir de nombres y citas, que añaden un delicioso aroma grecolatino al texto: Virgilio, Catulo, Homero), la mirada lírica de la autora repasa todos los pormenores del amor filial, de la erosión, de la languidez, de la belleza, del valor impagable de la amistad, de la tristeza, de la esperanza. Nos recuerda cómo se siente el corazón desde la ausencia de la madre (“Y soy como una casa abandonada / a la que devora la maleza / hasta quedar expuesta a la intemperie”); y lo importante que resulta comunicar el afecto, mientras aún es posible, a las personas vivas a quienes amamos (“Que si bello es vivir siempre / en el recuerdo de otros / aún más bello es que te abracen / y te digan que te quieren / cuando es posible sentirlo / y entender las diferencias, / y tomar unas cervezas / sin viajar al Paraíso. / Por si acaso el Paraíso / no supiera de cervezas”); y la tristeza insondable de no completar debidamente el ritual de la despedida (“¿Dónde irá sin adioses quien se marcha? / ¿Qué hacer con el adiós que se nos queda?”); o el necesario cumplimiento de la última voluntad, tan delicada, de la autora (“Plantad junto a mi tumba / un jazminero / y no olvidéis regarlo / con poesía”); o la forma en que se roza, en el último instante, el misterio más hondo y puro del vivir (“Ahora, tal vez, conozcas el secreto”).
Pero la grandeza de este libro no se detiene ahí, porque la editorial ha tenido la feliz idea de componer un volumen de doble lectura, en español y en griego (no olvidemos que la autora es profesora en la universidad de Murcia y doctora en Filología Clásica). Y además presenta el tomo con una bellísima ilustración de cubierta firmada por la pintora Carmen Molina Cantabella.
Ni estética ni literariamente se puede pedir más.
IMPRESIONANTE.