La última puerta que hay en el mundo de las puertas, hasta esa me serviría. No me importa esperar y soportar la incertidumbre, soy fuerte y estoy acostumbrado a no saber qué va a ser de mí mañana. Cuento ésa entre mis escasas virtudes. También soy capaz de ver que si leemos la vida con perspectiva es más sencillo ir quemando fases poco a poco. Claro que a mí nunca se me pasó por la cabeza la idea de quemar fases en mi propia vida, más bien lo que quería hacer era vivirlas, vivir cada una de esas fases como si fuese la última, con toda la dedicación posible.
Me parece que me faltó suerte. Eso fue lo que falló, ni más ni menos. Por más vueltas que le doy y más metáforas que busco, la verdad es que la única conclusión que suena lógica es esa: faltó suerte. En algún punto del camino la cosa se torció, los astros se alinearon como no debían hacerlo y el resultado fue el tumor.
Pero, ojo, que no me estoy quejando ¿eh? Simplemente analizo un hecho para intentar dar con las causas que lo produjeron. De alguna manera sería importante para mí saber qué fue lo que me dio cáncer. Los médicos también querrían saberlo, claro, pero ellos de una forma más profesional. Aunque parece que les importo y me tratan de maravilla, en el fondo, para ellos, no soy más que un número pegado a un expediente, lo cual es completamente lógico porque es su trabajo y somos muchísimos pacientes y cada vez menos médicos.
Con todo esto lo que quiero decir es lo de siempre: que estoy solo en esta lucha. Aunque a veces me acompaña mi chica, lo cierto es que a la hora de la verdad estoy yo solo y nadie puede compartir un poco de mi dolor o de mi angustia. Me siento perdido y triste porque se me va la vida y a mí me habían dicho que era divertida y larga y que me daría tiempo a hacer algunas cosas más, que disfrutaría de una madurez estupenda y de una vejez más que digna y que los 40 años era una edad estupenda para empezar de cero, que era justo lo que estaba haciendo cuando me diagnosticaron el cáncer.
Pero, en fin, sigue habiendo muchas puertas y yo seguiré probando todas hasta que dé con la correcta si es que existe. La soledad no es más que una parte de la ecuación. Creo que tengo la fuerza necesaria como para superarla a base del entrenamiento que supone la lucha diaria. Entre todos me ayudan un poco, no del todo, lo sé, pero sí un poco.
Daremos con esa última puerta y la abriremos con ilusión y optimismo porque es lo que toca, porque no sabemos hacer otra cosa y porque seguir viviendo es lo mejor que puedo hacer por mí mismo.