Era fácil pasarse los días entre el próximo bar y el último camello, entre la primera mamada y la tercera resaca, entre la quinta bronca y el penúltimo tirón.
Juan el gamba se acercó al banco donde dormitaba Luis el pordiosero. Llevaba en la mano una botella de vino de El Monte, sin etiqueta y un trozo de queso semicurado de San Mateo.
- ¿Qué Luis, conversamos esta botella?
- Vino sin etiqueta, bueno ha de ser para que tú lo traigas.
- Es de la bodega de un amigo mío, lo hace para él y algunos amigos entre los que tengo la fortuna de encontrarme.
- Pues eso se merece un buen libro entonces. ¿De qué libro me quieres hablar hoy?
- De uno que seguro que no has leído porque está “acabaíto” de sacar del chinchorro. ¿Conoces a Alexis Ravelo?
- Alguna vez lo he visto pasar por aquí presumiendo de calva. Y sí, he leído, con cierto interés y provecho los cuatro libros de la saga de Monroy. ¿Ha sacado ya el quinto?
- Pues no, no se trata de Monroy. Acabo de leerme “La última tumba”, la nueva novela de Alexis Ravelo y la verdad que me ha dejado muy buen sabor de boca. Le han concedido el premio de novela negra “Ciudad de Getafe”.
- Pues si es novela negra, será Monroy con otro nombre. Tipo leído, sabido y pedantuelo, con novia librera.
- ¡Coño, Luis, no te reconozco! Tú prejuzgando. Pues te equivocas, en lo único que coincide con las de Monroy es en el escenario: la isla de Gran Canaria. Pero es normal, no la va a situar en Solana del Valle, que sólo existe en este blog. Pero te aseguro que tanto el personaje principal, como los que le rodean, son menos estereotipados que los de la saga de Monroy, que tampoco lo eran tanto. Y la historia es bastante creíble y bien llevada. Te va sorprendiendo a medida que avanza, donde nada es lo que parece y resulta que lo que parece es lo que debiera ser en una novela de este tipo. Y el protagonista, un cabrón sin paliativos, te cae hasta bien el muy hijo de puta. Yonqui, chapero, chulo, matón y condenado por asesino, lo único que no había sido. Y te cae bien.
- Lo atractivo del lado oscuro, ahora que acaba de morir Lou Reed. Pero seguro que se acostumbró a leer en la cárcel y lo va soltando por la novela.
- Vale, algo de eso hay, pero muy poquita cosa. En cuanto a lo de lo atractivo del lado oscuro, pues no lo creo. En mi caso, al menos, creo que me cae bien por su brutal sinceridad. Y en esa sinceridad hay cierta ética, no exenta de cierta estética. Y un tío así, es un cabrón porque cayó de ese lado, pero si hubiera caído del otro…
- No me estás contando nada de la historia.
- Es que cualquier cosa que te cuente la puede echar a perder. Te diré que trata de un marginado que se ha comido más de veinte años de trullo por un crimen que no cometió y cuando sale del Salto del Negro, su idea fija es averiguar por qué y quién y tomarse cumplida venganza, pero sin prisas.
- Me la tendrás que prestar entonces. Ya me has metido el gusanillo.
- Pues si te la presto, te contaré el final, por cobrarte el arrendamiento. Te aseguro que es inesperado, aunque ineluctable, que diría un pedante como yo.
- Parece paradójico. Pues a la espera quedo. Por cierto, se ha terminado la botella y el queso.
- Habrá otra ocasión, que hay muchos buenos libros.
No, no puede ser. Tengo que ir a por el último de ellos. Hay que alimentar a los gusanos de esa última tumba. Si por hacerlo resulta que me busco la ruina y no puedo huir, da exactamente igual.