Revista América Latina
La unidad bufa, la lealtad sin principios y el chantaje a la crítica son armas de la restauración.
Publicado el 10 septiembre 2014 por Jmartoranoster
Toby Valderrama y Antonio Aponte
La Revolución Chavista confronta una terrible ofensiva del capitalismo, sólo los incautos y los oportunistas no ven los estragos en nuestra filas. El descalabro ocurre sin que se ofrezca resistencia, se repite un fenómeno común a todas las Revoluciones derrotadas: ¡No se defienden! El fenómeno es de importante estudio, de su comprensión depende la vida de la Revolución Chavista, la de todos nosotros. Veamos.
Toda Revolución tiene en sus fundamentos una fuerte organización, una gran lealtad y una férrea disciplina, todos atributos necesarios para el arribo al poder, y luego, para la construcción del Socialismo. Éstas son sus mayores defensas y, paradójicamente, pueden convertirse en su mayor debilidad.
El capitalismo, la restauración que germina dentro de las Revoluciones, ha usado a estos pilares revolucionarios a su favor, se valen de ellos para, similar a los virus, construirse barreras de protección. El mecanismo es conocido, lo que asombra es que dé resultado una y otra vez. Veamos.
Primero disminuye el nivel teórico de la masa y de los dirigentes, de esa manera se tragarán fácilmente cualquier invento, cualquier disparate, cualquier traición. Luego se aplasta toda vía de comunicación de la disidencia crítica, esto va junto con la descalificación del pensamiento, dicen con desfachatez “pensar es incorrecto, lo correcto es la acción”, sólo se permiten loas, lisonjas, a la crítica se la acusa de servir al enemigo, a los críticos se les descalifica.
Por último, en este clima de inopia mental, de repetición de frases huecas, se instalan válvulas de seguridad. La unidad es una de ellas, cualquier voz en contra es tildada de “rompe unidad”, y romper la unidad es pecado capital. Se cuidan muy bien de que nadie se pregunte con quién es, alrededor de cuál pensamiento, para impulsar cuál proyecto. La unidad toma vida propia, independiente de su contenido… se hace reaccionaria. Así truncaron la posibilidad revolucionaria del 23 de enero, con esa misma unidad bufa derrotaron a Fabricio y justificaron 40 años de pacto de punto fijo.
La Unidad correcta es la Unidad de los revolucionarios, alrededor de principios socialistas verdaderos.
La otra válvula que protege la restauración es el Chantaje de “salto de talanquera”, que en nuestro medio es sinónimo de traición. El mecanismo es sencillo: se borran los límites de los campos, Revolución y capitalismo se abrazan. Los argumentos son variados: los chinos inventaron “dos sistemas, un solo país”, los pragmáticos dicen que en el mundo el capitalismo está muy fuerte y por eso hay que ir poco a poco, los revisionistas que debilitaron a la Revolución ahora esgrimen una desfavorable correlación de fuerzas, los otros más teóricos plantean elevar las fuerzas productivas. Después de borrados los límites, es decir, de levantada la talanquera, de haber traicionado el Socialismo, o mejor, después de haber edificado otra talanquera, comienzan a chantajear, a señalar con el dedo a los que no aceptan la nueva disposición de los campos.
Finalmente, en nombre de la disciplina, de la unidad, por miedo al chantaje los dirigentes y la masa se van deslizando hacia el capitalismo, aceptando todo, y ocurre el fenómeno: ¡La Revolución cae!, el sueño es pospuesto, el legado falsificado y todo sin echar un tiro.
Terminamos diciendo: sospéchese de la unidad sin principios, sospéchese de la lealtad que se transforma en sumisión, atáquese al chantaje, devuélvase la vida a la Revolución.
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