José Blanco, La Jornada
Es una gran pena para un gran segmento de la humanidad que el vasto experimento que conforma la Unión Europea no pueda frenar, no digamos retroceder, su camino hacia la orilla del abismo. Por supuesto nadie sabe cuánto espacio queda por delante antes del cataclismo, y sólo nos enteraremos el día que ocurra y acaso diremos que era inminente.
Desde luego que no todo lo que llegaba de la UE hacia el resto del mundo –pienso especialmente en lo que se llamó tercer mundo–, era noble y civilizado. No todos los países de la UE han tenido siempre las mismas posiciones frente a los problemas del mundo, pero, por ejemplo, fue nefasto casi todo lo que derivó de las decisiones de la Organización del Atlántico Norte (OTAN). Pero su insistencia internacional en los derechos humanos, en la democracia, en la educación, había venido siendo persistente.
Las aportaciones de la UE a un mundo civilizado fueron deliberadas y activas, mientras no llegó la crisis. Ahí están, por ejemplo, los proyectos ALFA gestionados desde Bruselas, como valiosos apoyos al desarrollo de la educación superior de América Latina. Un pequeño país como Dinamarca es la nación que aporta la mayor proporción de su PIB, en el mundo, como ayuda al desarrollo.
Pero la crisis ha puesto a descubierto debilidades profundas en la construcción de la UE. Según Der Spiegel el euro se ha convertido en el principal enemigo de Europa por obra y gracia de las decisiones coordinadas del gobierno de la UE, del Banco Central Europeo y del FMI. Aunque han dado un pequeño paso atrás, llegó el momento en que Grecia, por cada 10 millones de euros que pidiera prestados, debía pagar 2.5 millones de intereses al año, ¡y así quieren que Grecia se recupere!
La historia podría registrar esta crisis como la época en que gobernaron los locos para proteger a los megamillonarios. La crisis no ha crecido por sí sola, sino por las recetas de política económica que los poderes locos del mundo han decidido. Los locos han suministrado una pócima envenenada al planeta para salir de la crisis y a poco constatan que la dosis fue insuficiente.
Cuando el empleo cae, los ingresos caen. Cuando los ingresos caen, las ventas caen; cuando las ventas caen, la producción cae y cuando la producción cae el empleo cae. [...] Es un círculo vicioso difícil de romper, dijo Laksman Achuthan, director del Economic Cycle Research Institute de Estados Unidos, en referencia a la que ven como una inminente nueva recesión.
El proyecto euro en la UE era que la productividad convergería a niveles similares en toda Europa. Si hubiera ocurrido habría dado lo mismo gastar un euro en Madrid que en Copenhague, pues costaría lo mismo producirlo en cualquier parte de la UE. Eso ya no ocurrió. Y esta gran falla lo que construyó fue el prototípico modelo centro-periferia al interior de la unión. Como no hay unión fiscal, el centro rico no puede transferir recursos a la periferia pobre. Peor aún si nadie se atreve a transformar de raíz el actual sistema monetario mundial.
Un informe reciente del FMI dice que Alemania no es la locomotora económica de Europa: su demanda interna es reducida y no estimula el crecimiento europeo. El FMI advierte que si no aplica reformas importantes condenará a toda Europa a la mediocridad económica. Pero que debe atender los problemas generados por la disminución de su población, por algunos atrasos en la educación, el desarrollo de infraestructuras y otras recomendaciones de este calado. ¡Debe además reducir su dependencia de las exportaciones y aumentar su demanda interna, mejorando de los salarios!: lo mismo que han estado diciendo a China.
El modelo centro-periferia ha sido confirmado más recientemente por la OCDE. Hay al interior de la UE un norte rico y un sur pobre. Durante demasiados años el ahorro de los países de este norte europeo, compuesto por Alemania, Holanda, Austria, Bélgica y Finlandia, ha financiado el gasto de los países del sur: Francia, Italia, España, Grecia, Irlanda y Portugal, facilitado por el euro (por cuanto eliminó los riesgos con el tipo de cambio) y por la libre movilidad de capitales. En concreto, esos ahorros del norte no fueron utilizados para financiar inversiones productivas. De ese modo la brecha de productividad entre el norte y el sur, se mantuvo. Si la productividad y la competitividad hubieran crecido en el sur, estos países habrían podido aumentar sus exportaciones, para nivelar su saldo en cuenta corriente de la balanza de pagos que, en los hechos, fue financiada por el capital líquido del norte. Los países del norte sí que trabajaron, se metieron a fondo en la sociedad del conocimiento y la innovación.
Lo mismo ocurre con Estados Unidos y China. Este país innova y produce a bajísimos costos y financia el déficit externo de Estados Unidos. Si a ese país no le ocurre lo que al sur europeo, es porque imprime la moneda hegemónica.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización