Si hay una población que me ha sorprendido este verano ha sido Laredo. Y es que la villa pejina se vuelca como pocas en sus fiestas y tradiciones dando la espalda a la crisis y a los recortes ¿Cómo se puede hacer esto en la actualidad? ¿Cómo Bilbao o Laredo, por poner un ejemplo, pueden presumir de poderío mientras la mayoría de los ayuntamientos del país tienen que recortar al mínimo sus presupuestos?
No creo que en el fondo pese una ideología determinada pues casos como éstos se ven a cuentagotas en ayuntamientos de diferentes signos políticos pero si creo que el éxito reside en una mezcla de capacidad de gestión y de poder de ilusionar a la población para que se involucren activamente en la cultura y las tradiciones.
El último acontecimiento de Laredo, ya finalizado el verano, fue la recreación del desembarco del emperador Carlos V en su retiro al monasterio de Yuste en el siglo XVI.
Las calles de la villa se engalanaron con banderas y pendones, la hostelería transformada en tabernas de la época, la playa de la Salvé en un lugar perfecto para torneos de jinetes con sus espectaculares armaduras, los malabaristas en las calles alegrando a los más jóvenes, mercados, teatros callejeros, grupos musicales… y en mitad de la noche el túnel de la atalaya se convirtió en un imponente espacio para celebrar un festín con exquisitos corderos para más de 600 personas y todo gracias a la participación de un pueblo volcado en su historia e identidad.
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