Revista Cultura y Ocio
La urdidumbre y el color en la escritura: Azorín
Publicado el 27 mayo 2011 por Mora Fandos @MorafandosHace dos días, en el taller de iniciación a la escritura, aprendíamos algunas cuestiones de estilo a partir de un texto de Azorín. Azorín ha escrito muchos libros. Unos más afortunados que otros. Algunos, como Castilla, excelentes; otros, como Pueblo, pueden decaer en algún momento. Pero Azorín no escribe libros, en sentido estricto. Lo de Azorín es una escritura en papel continuo. Cuando no cuenta un paisaje o un personaje, escribe el propio escribir. Sin descanso.
Voy releyendo estos días Valencia. Valencia es una patria adquirida, porque Azorín es de Monovar, Alicante. Pero en Valencia se ha forjado como escritor. En Valencia leo este párrafo:
"Difícil cosa es dominar un idioma. El artífice tiene la gubia en la mano -en este taller lleno de madera- y ha de dominar la madera. Madera dura o blanda, con vetas o sin vetas, blanca o dorada, añeja o tierna. Madera que es haya, roble, olmo, caoba, ébano, pino sangrado o sin sangrar. El castellano es el primer idioma del mundo. En copia de voces y en riqueza de matices. Y su tesoro de modismos, frases adverbiales, refranes, es fabuloso. Más voces tiene el inglés. Pero en el inglés el acarreo de las voces, deja a las voces intactas, en tanto que en el castellano son modificadas, plasmadas en el ambiente. El castellano es un tejido, ya de seda, ya de hilo, ya de lana -de lo que se trate-, en que hay que considerar la urdidumbre y el color. La urdidumbre la constituye el tiempo y el color lo da la abundancia de vocablos. El tiempo es o lento o rápido, más o menos rápido o más o menos lento. Podremos tejer una tela de colores brillantes. Pero no podremos hacer que esa tela -el idioma, el castellano, el español- sea excelente sin una buena urdidumbre. Y se puede aceptar, se puede gustar, una tela de buena urdidumbre sin que esa tela tenga el color brillante. Prosas pobres hay, pobres en vocabulario, que son artísticas, puesto que en ellas la urdidumbre, es decir, el tiempo que conviene al arte. Y hasta se ha defendido la parquedad -diríase mejor, la pobreza- en las voces, en cuanto al estilo. El color, en la literatura, no se produce con decir: esto es rojo, y esto es verde, y esto es azul. Nace de la palabra apropiada y pura, de la expresión concreta, del modismo oportuno y del refrán gustoso, del regusto añejo, en fin, sin tocar en el arcaísmo pedante". (Reedición de la editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, p. 170).
Podríamos discutir lo que Azorín comenta sobre el inglés (y todo lo demás, desde luego). Pero el resto me parece muy sabio: tiempo, movimiento (con una trama novelesca o sin ella); y color: visión, encarnación de la realidad. Tiempo que ha de ser seguro, que ha de llevar de la mano al lector, un hilo de Ariadna. Sin inconsistencias, sin vacíos de sentido (si no es por efecto estético). No hay literatura sin paseo.