por Marcelo Molina
“Algunas personas se acostumbran tanto al flujo de adrenalina descargada en las crisis, que dependen de ella para sentirse con entusiasmo y energía. ¿Cómo se siente en los casos de urgencia? ¿Estresado? ¿Presionado? ¿Tenso? ¿Exhausto? No cabe duda. Pero, para hablar con sinceridad, ésas resultan experiencias vivificantes. Nos sentimos útiles, exitosos, valorados. Nos sentimos bien. Siempre que surge un problema, cabalgamos hacia el pueblo, desenfundamos la pistola, aniquilamos al bandido, soplamos el humo del cañón de nuestra arma y nos alejamos rumbo al crepúsculo como héroes. Obtenemos así resultados instantáneos y gratificación inmediata”.
Así es como describe Stephen Covey a la “Adicción a lo urgente” en su famoso libro “Primero lo primero”. En base a esto, te propongo una reflexión:
* ¿Con cuánta frecuencia perdemos el sentido de lo urgente y de lo importante en nuestra vida?
* ¿Qué es lo que hace que dediquemos el tiempo a aquellas cuestiones que identificamos como urgentes, mientras que aquellas que nosotros mismos valoramos como importantes, quedan “para después” o “cuando haya tiempo?
Mirando la cuestión desde ese lugar, pareciera que el “tiempo” es la variable fundamental en la tarea –casi constante—que supone la toma de decisiones, y de hecho, es quizás la variable más importante. Aunque no definitoria. Veamos si puedo fundamentar esta apreciación.
Te invito a considerar que el tiempo, como “cosa” externa e independiente del ser humano, no existe. Si este concepto te resulta un tanto descabellado o ilógico, antes de abandonar la lectura de esta nota te pido una pequeña cuota de confianza, avanza un poquito más… a ver “qué trae la marea…”
Resulta innegable que la variable “tiempo” es requisito excluyente para realizar una coordinación de acciones efectiva, en todos los niveles y dominios. Si esta variable no está definida y acordada, solo un milagro hará que las cosas sucedan como se las planea, en el momento que se desea que suceda.
Ahora bien, si consideramos que el tiempo es una construcción lingüística, que como comunidad humana (al menos en gran parte del planeta) hemos acordado en medir y mantener universalmente, podemos decir que no existiría si esos acuerdos lingüísticos no se mantienen. O sea, lo que hace que el “tiempo” se cree, es un compromiso (como personas ó como países, unos con otros) con ese acuerdo común que manifestamos, por ejemplo, alineando la hora de nuestros relojes a la “hora oficial” del huso horario correspondiente al lugar de residencia.
Dada esta construcción lingüística es que yo puedo juzgar que “no tengo tiempo suficiente para llevar a cabo la actividad “X”, porque la actividad “Y” me insume mayor cantidad de tiempo del que dispongo”
En el momento en que digo que “tengo” o “no tengo” tiempo disponible, estoy asumiendo que el tiempo es algo independiente de mi, que existe sin mi intervención, y frente al cual no tengo ninguna posibilidad de controlar. Y que en su implacable avance, segundo a segundo, “el tiempo” me va arrastrando a su paso, según su insondable designio…
Aquí viene el desafío:
¿Te imaginás creando “tiempo” a voluntad? ¿Qué sentirías si puedas “manejar” el tiempo según tu criterio? ¿Cómo te “resuena” la posibilidad de crear tiempo de la nada?
La clave para realizar esta “magia” es:
- Estar consciente de mis valores a cada instante
- Focalizarme en la visión a cada momento
- Tomar todas y cada una de las decisiones, en base a los puntos 1 y 2 antes mencionados
Estando constantemente presentes al “qué” (visión) y al “cómo” (misión y valores), tenés la posibilidad de que las únicas e irrepetibles 24 horas de cada uno de tus días las vivas en plenitud, disponiendo de ellas y distribuyendo las actividades según tu particular constitución de vida y diseño de futuro. Ninguno de tus minutos los valorarás como “pérdida de tiempo”, ya que los estarás utilizando para lo que realmente querés. Esta experiencia (por cierto, totalmente subjetiva) redundará en una liviandad de existencia, plena de sentido. De este modo “tendrás” tiempo para todo (para todo aquello a lo que le des valor y sea funcional a tu visión y diseño de futuro).
¿Pueden suceder “imprevistos”? ¿Pueden ocurrir “contratiempos”? ¿Se pueden dar situaciones “inconvenientes”? ¿Pueden acontecer “eventos inesperados”? Sí, por supuesto! Y si somos consistentes con nuestra visión declarada, todos estos emergentes no harán más que recordarnos una y otra vez, cuáles son nuestros compromisos, es decir, compromiso con la visión y con los valores elegidos como importantes para nuestra propia vida.
Te invito a que, en un ejercicio adicional de sincera autovaloración, te preguntes:
- ¿Cuál o cuáles actividades que sabes que, si las hubieras desempeñado con excelencia y sin descanso, habrían redundado en importantes resultados positivos para tu vida personal o profesional?
Y luego de esta pregunta reflexiva, te obsequio otra, (que juzgo más poderosa aún):
- Si sabes que todas esas cosas habrían significado una diferencia sustancial… ¿por qué no las has hecho…?
“Todo lo que no llega a ser un compromiso consciente con lo sustancial, resulta un compromiso inconsciente con lo insustancial” – Stephen R. Covey
Como siempre, quedo a tu disposición para acompañarte en el camino hacia una vida más plena, con la posibilidad de descubrir nuevas distinciones que te permitan distribuir tu energía en aquello que realmente te permita experimentar la felicidad en tu vida.
Autor Marcelo Molina
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