Revista Filosofía

La utilidad de la filosofía

Por Hetairo
La utilidad de la filosofía
César Ricardo Luque Santana
En esta mesa de trabajo se pretende abordar El ser y quehacer de la filosofía en su dimensión social, la cual fue propuesta por los estudiantes de la carrera de filosofía de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN) para analizar un asunto que es recurrente en esta licenciatura, particularmente por aquellos estudiantes de recién ingreso aunque no exclusivamente por ellos, en el cual se manifiesta la preocupación que se tiene acerca de las posibilidades de ocupación laboral del licenciado en filosofía. Esta cuestión se percibe como delicada por varias razones, entre ellas porque seguramente tienen la presión externa de familiares y amigos que no entienden qué hace un filósofo profesional o de qué va a vivir, lo cual va de la mano de una noción de la filosofía muy vaga y prejuiciosa. En este sentido se está ante una percepción social de la filosofía más o menos negativa en términos de su inserción al mundo del trabajo, lo que lleva implícito como he dicho, una noción limitada de qué es la filosofía y de la función social que cumple. Con base en estas premisas quiero ofrecer una reflexión al respecto que ofrezca perspectivas válidas a las dudas que en este caso se tienen.
Para comenzar, podría decir que este tipo de suposiciones negativas o escépticas sobre la filosofía como profesión o actividad no son nuevas sino que datan desde la antigüedad misma, sobre todo desde el momento en que la filosofía empieza a ser distinguida como una actividad intelectual específica. Hecho que a mi juicio sucede claramente con Platón, pues creo que tanto él como Sócrates intentaron que la filosofía se distinguiera de la sofistica, siendo los sofistas sus adversarios intelectuales, a pesar de lo cual algunas personas percibían a Sócrates como sofista. En Platón, la filosofía, pese a su característica eminentemente intelectual, es concebida como un saber al servicio de la vida o lo que él y Sócrates entendían por ello, esto es, vivir con probidad y justicia siendo leales a la verdad y la razón, aunque al parecer, muchos de sus coetáneos no lo vieron de ese modo. No sólo los sofistas caracterizados por un fuerte pragmatismo, sino también los epicúreos, los estoicos y otros para quienes los platónicos había convertido la filosofía en una actividad especulativa desvinculada de la vida, lo cual se desprende no sólo porque la metafísica platónica se orientó hacia posiciones idealistas, sino por la importancia que ambos concedían al conocimiento y con ello a la vida intelectual. Desde otro punto de vista, la filosofía puede despertar un sentimiento de respeto en algunas personas, quienes no obstante ello, coinciden en negarle una aplicación práctica, pero de algún modo saben que el pensamiento filosófico tiende a ser profundo y que proporciona a quien la cultiva una riqueza espiritual. Para otros, simplemente la filosofía es algo exótico que sólo saben que significa “amor a la sabiduría”, según reza su significado etimológico.
La imagen del filósofo como alguien que vive en las nubes o alejado de los asuntos cotidianos es sin embargo todavía más antigua, pues ya está contenida en la famosa anécdota de Tales de Mileto -el padre de la filosofía (siglo VI a. C.)- quien cayó a un pozo por ir mirando las estrellas, lo que le ganó la burla de una sirvienta de Tracia quien exclamó divertida que cómo quería saber cosas de las estrellas si ni siquiera veía dónde ponía sus pies, lo que sugiere que los filósofos no tienen los pies sobre tierra sino que viven absortos o ensimismados en su elucubraciones. Por cierto, los primeros filósofos que buscaban el arjé o sustancia primordial del universo se les conocen como cosmólogos. Tales era además de filósofo un gran astrónomo que predijo con éxito un eclipse de Sol y realizó brillantemente otras muchas actividades. Entre ellas, demostró ser un hábil comerciante que utilizando sus conocimientos de meteorología predijo exitosamente una buena cosecha de aceitunas, así compró con anticipación toda la producción y la vendió luego con una buena ganancia; lo que indica que un filósofo puede emplear su conocimiento para hacer dinero si es ése su propósito. Hegel, uno de los más grandes filósofos de la era moderna, dijo sobre aquella anécdota que quienes se burlan de los filósofos porque caen a un pozo, no se dan cuenta que ellos no pueden caer en él porque ya están adentro.
En cuanto a la condena de la filosofía por su inutilidad aparente, me permito traer a colación la discusión entre Sócrates y el sofista menor Callicles en un pasaje del Diálogo platónico "Gorgias o de la retórica" donde éste le dice a Sócrates que la filosofía no es para la gente seria y madura sino una actitud romántica de juventud que sólo debe ser vista como una etapa para cultivar el espíritu porque, según su concepción de la filosofía, resulta una actividad inútil para la vida práctica; es decir, que es -diríamos con el lenguaje actual- una actividad no rentable. Insiste en que la filosofía es interesante y noble pero sólo es aceptable admitir hasta una determinada etapa de la vida pues si se persiste en cultivarla más tiempo se actúa infantilmente. Textualmente Callicles dice lo siguiente: “¿Qué estimación, Sócrates, puede merecer un arte que reduce a la nulidad a los que a él se dedican con las mejores cualidades, que los pone en estado de no poder defenderse a sí mismos, de no poder salvar de los mayores peligros, ni a su persona, ni la de ningún otro;” Enseguida lo conmina a que abandone las “vanas sutilezas” de su filosofar, las cuales se perciben –según él- como “extravagancias y puerilidades” y que sólo conducen “a la miseria” económica. Sócrates rechaza desde luego las observaciones y recomendaciones del sofista y expresa que la filosofía tiene por objeto formar verdaderos seres humanos cuyo comportamiento se guíe por la razón y los valores morales y le señala que la búsqueda del éxito personal anclado en la consecución de bienes materiales no guarda relación con la filosofía.
Más en general, José Ortega y Gasset en su libro “Origen y epílogo de la filosofía”, ilustra reproches parecidos a los primeros filósofos que se hicieron más frontales cuando la filosofía se tornó una actividad intelectual más visible en la era de Pericles, dando lugar a un inevitable conflicto con los no-filósofos dada la naturaleza crítica de la filosofía que cuestionaba las creencias populares, lo cual, a su vez, según su interpretación, llevó a concebir la denominación de “filosofía” como un disfraz para presentar su actividad reflexiva como relativamente inocua ya que los filósofos no se mostraban ante los demás como sabios que tenían la última palabra, sino solamente como buscadores permanentes de la verdad. En efecto, el filósofo es alguien que desea saber, lo que significa que no posee un saber acabado (sólo permitido a los dioses), pues, según el eros platónico, sólo se desea lo que no se tiene y lo que se juzga valioso en sí mismo.
Durante el helenismo, la filosofía se volcó decididamente como un saber al servicio de la vida, en el sentido de ofrecerles a las personas la posibilidad de construir un proyecto de vida personal que los llevara a alcanzar la felicidad espiritual sin la exigencia intelectual de rigor de pensamiento de los platónicos. Más tarde, en la época moderna, los filósofos viven de los mecenazgos de los reyes y laborando como cortesanos sin que esta palabra tenga aquí un sentido peyorativo, pues era común que fueran llamados a las cortes como consejeros del rey o la reina. Luego, los filósofos se incrustaron en las universidades que ya existían desde la alta Edad Media, lo que les dio también una alternativa de empleo que a veces, los que no procedían de familias adineradas, tenían que alternar con otra actividad remunerativa. Ahora bien, en la medida en que la filosofía se refugió en las universidades y se desarrolló a altos niveles de especialización, reforzó esta percepción que ya le achacaban a Sócrates y Platón de ser una ocupación intelectual alejada de los problemas reales (de la vida cotidiana), cuando en realidad las preguntas sobre el hombre y su lugar en el mundo revelan el carácter mundano de la filosofía. En todo caso, la objeción a los platónicos debería ser sólo porque concebían a la filosofía en términos intelectualmente elitistas.
En este sentido, la filosofía no se agota en sus aspectos académicos sino que en lo personal está al servicio de la vida y en lo social cumple una función crítica, indispensable tanto para el pensamiento científico como para la vida democrática de la sociedad. Sin embargo, hasta aquí pienso que la defensa de la filosofía, la demostración de que, en efecto, no está en función de una utilidad en sentido egoísta o estrecho, sino que cumple un papel significativo como aliada de la ciencia y en la promoción de un mundo mejor mediante el pensamiento crítico, no es suficiente para contestar a la inquietud respecto a de qué van vivir como profesionales de filosofía. Esto indica que es necesario saber a qué atenerse al respecto, esto es, saber si se puede vivir no sólo “para” sino también “de” la filosofía. Particularmente, en un contexto como el actual que, al acotar la educación a criterios mercantilistas, parecería que la filosofía es superflua, que sus espacios de desarrollo laboral son muy limitados, o que está reducida al ámbito académico, principalmente en el bachillerato. Esta situación indicaría además que no tiene posibilidades de un ejercicio liberal económicamente hablando, pues el empleo de un licenciado en filosofía, desde esta óptica, dependería invariablemente de alguna institución educativa pública o privada que actúa como su empleador.
Sin embargo, habría que señalar, en principio, que la problemática actual de encontrar empleo no es privativa de la carrera de filosofía sino que actualmente todas las demás carreras pasan por dicha dificultad en estos momentos de crisis económica estructural del capitalismo, donde el modelo económico prevaleciente (el neoliberalismo) está muy ceñido a la generación de riqueza material en beneficio de una minoría de grandes empresarios. De manera que las “mejores” opciones profesionales en términos lucrativos estarían orientadas en general a carreras muy vinculadas a las tecnologías en muy altos niveles de especialización. En otras palabras, estamos ante un esquema económico-social que en sí mismo es altamente excluyente.
No obstante ello la filosofía, presenta un abanico de oportunidades o tiene un campo de trabajo más o menos amplio. Lo que no significa lo mismo que hablar de “mercado de trabajo” pues éste se refiere a un espacio de inserción laboral un tanto variable y volátil. En cambio, hablar de “campo de trabajo” nos ofrece un panorama más concreto y alentador porque, por ejemplo, podemos constatar que se han abierto más oportunidades al ejercicio profesional de la filosofía. En primer lugar, el espacio más o menos tradicional que tiene los egresados de filosofía es la docencia filosófica en el bachillerato, porque, con la reciente reforma al bachillerato en todas sus modalidades, se logró hace unos cuantos meses, mediante una lucha de la comunidad de filosofía de todo el país encabezada por el Observatorio Mexicano de Filosofía, que se consideren las unidades de aprendizaje filosóficas de Introducción a la Filosofía, Ética, Lógica y Estética como obligatorias en todas las modalidades del bachillerato. Esto significa que deben incorporarse a los planes de estudios respectivos, y enseguida, en congruencia con las políticas de calidad educativa que tanto pregonan, se debe permitir que esas plazas sean ocupadas por egresados de filosofía, pues, como hemos visto durante décadas, habitualmente estas asignaturas han estado en manos de improvisados y diletantes con resultados generalmente negativos. Desafortunadamente, el presupuesto para el año 2010 en materia educativa presenta un recorte a la educación del 6.7 % que afectará de manera sustantiva precisamente al bachillerato.
Otras opciones que nos señala el perfil de egreso de nuestra carrera están en las instituciones de cultura públicas o privadas y también en los medios de comunicación impresos y electrónicos donde los filósofos pueden desempeñar adecuadamente diversas tareas. Asimismo, se contempla la posibilidad de trabajo en instituciones políticas como analista político en instancia de gobierno o partidos políticos. Además de estas actividades, el campo de trabajo de los egresados de filosofía se ha ensanchado en los últimos veinte o veinticinco años, durante los cuales han ido emergiendo otras opciones que incluso permiten un ejercicio liberal de la profesión, tanto individual como colectivo, como es el programa de Filosofía para Niños que puede permitir a una agrupación de colegas, organizados para ello, ofrecer este servicio al público el cual se puede implementar de diversas maneras. También ha surgido otra actividad conocida como Consultoría Filosófica que es una terapia filosófica parecida (mas no igual) a la psicológica; además de otras actividades como algunas experiencias de filósofos en empresas privadas, donde, si bien se cuenta con escasa información al respecto, se sabe de casos donde los empresarios se han interesado en los servicios de los filósofos para la innovación en negocios, ocuparse del tiempo libre de los trabajadores mediante programas culturales, realizar tareas en recursos humanos e incluso para funciones de índole ideológica.
Se puede apreciar desde este abanico de actividades profesionales, del campo de trabajo que puede desarrollar un filósofo, que existen opciones pero que su concreción depende de diversos factores como la cuestión del interés personal de cada uno, la capacidad de organización como gremio y una preparación extra y ad hoc para incursionar con éxito en determinadas actividades. En este sentido, el campo de posibilidades mediante actividades como las aquí señaladas, son sólo una muestra de que no tenemos las limitaciones que una falsa percepción de la carrera se nos ha endosado.
Pienso, por último, que es importante asumir que podemos y debemos abonar a nuestra causa haciendo más visible a la sociedad las actividades filosóficas de las que somos capaces, para lo cual la construcción de una asociación cultural de filosofía propia sería una buena plataforma para ese propósito, además de la necesidad de en lo personal, incorporarse a otras organizaciones académicas de filosofía en el ámbito nacional para crecer intelectual y profesionalmente.
Nota: ponencia presentada en la mesa “El ser y quehacer de la filosofía en su dimensión” el día 12 de noviembre, en las jornadas de filosofía que organizó la licenciatura en filosofía de la Universidad Autónoma de Nayarit en el marco de los festejos del Día Internacional de la Filosofía.
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Noviembre de 2009

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