Revista Cultura y Ocio

La utilidad del dolor

Publicado el 09 agosto 2012 por Mterrones

Sentirse perdido en este mundo no es algo tan extraño. Supongo que aún menos si se es un adolescente lúcido como James Sveck y el contexto en el que se encuentra es el de una familia desestructurada de pijos y esnobs con ínfulas intelectuales residentes en Manhattan en pleno siglo XXI. Las crisis de identidad son un fenómeno frecuente por el que todos hemos pasado por lo menos una vez en nuestras vidas. Me pregunto si es afortunado quien sólo la padece una vez o el que la padece muchas, a pesar del dolor que éstas irremediablemente conllevan. La autoconciencia extrema puede ser un fenómeno literariamente interesante si se sabe sacar provecho de ella, pero puede ser una tortura infernal para quien la carga consigo todas las horas de su vida y no sabe cómo manejarla.
La utilidad del dolor
Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron(Libros del Asteroide), es una novela de título evocador y lleno de esperanza, aunque a primera vista pueda parecer lo contrario. El título proviene de la inscripción que hay en la puerta de entrada de un campamento en el que reforman a adolescentes con trastornos importantes mediante el trabajo físico y el contacto directo con la naturaleza y al que los padres del protagonista le obligaron a asistir: “Sé paciente y resiste: algún día este dolor te será útil”[1](55). En resumen, aunque el sufrimiento presente nos parezca injusto e insoportable, no hay mal que por bien no venga o lo que no te mata te hace más fuerte. Éste es, en definitiva, el testamento que James recibe de uno de los pocos personajes al que ama y respeta sin ningún tipo de duda e incondicionalmente:
“Tener malas experiencias a veces es una ayuda, te aclara más lo que deberías hacer. Sé que esto parece demasiado optimista, pero es cierto. Quienes solo han tenido buenas experiencias no son muy interesantes. Puede que estén contentos y sean felices de alguna manera, pero son superficiales. Ahora te parecerá un contratiempo, algo que te complica la vida, pero... es demasiado sencillo vivir sin complicaciones. No es que la felicidad sea necesariamente simple, pero no creo que tú vayas a tener una vida fácil y será mejor para ti. Lo difícil es no dejarte abrumar por las malas rachas. No debes permitir que te derroten. Tienes que verlas como un regalo... un regalo cruel, pero regalo a fin de cuentas.” (226-227)
Un mensaje cargado de verdad, aunque con matices. Me resisto a creer en que por norma las personas felices son superficiales y que las infelices son profundas. Conozco unos cuantos ejemplos que desmienten las dos afirmaciones, aunque no puedo negar que la superficialidad puede ayudar a la felicidad, por lo que la primera puede tener de inconsciencia. Es un hecho: pensar no ayuda a ser feliz. James Sveck piensa mucho, demasiado. Es normal que no se sienta a gusto entre gente de su edad, incluso entre adultos. Cualquier acto comunicativo es una pérdida de tiempo porque un mundo interior rico provoca que el exterior se vuelva vacuo y carente de interés. Reconcentrado, autosuficiente y retroalimentativo, nada es más urgente que el yo. Es más, a fuerza de mantener un diálogo incesante con uno mismo dificultamos que los demás puedan convertirse en un interlocutor válido, porque nadie es capaz de entendernos como creemos, y sí, digo creemos, entendernos a nosotros mismos.
La novela de Peter Cameron es divertida, aunque a primera vista, antes de sumergirnos en la lectura, el título, aunque muy cierto y apropiado, nos pueda inducir a error y pensemos que nos vamos a encontrar con una novela melodramática. Los diálogos son ágiles e inspirados y las reflexiones del protagonista inteligentes. El ritmo de la narración provoca que la lectura sea adictiva, si bien no es una novela de acción. Las sesiones de James Sveck con su psicoterapeuta no tienen desperdicio. Así como tampoco lo tiene el nombre de algunos de sus personajes.

[1] Esta imagen no deja de recordar las ya tan asimiladas imágenes de las entradas de los campos de concentración nazis con su inscripción de “Arbeit macht Frei”. Moraleja: desconfía de las inscripciones de cualquier tipo de centro en el que se “trate” a grupos de personas.

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