Revista Educación

La utopía también mueve montañas

Por Siempreenmedio @Siempreblog

La utopía también mueve montañasNo quería escribir sobre la huelga general. Han pasado ya cuatro días y, desde hace tres, ya no es noticia. Al menos para quienes nos dedicamos a informar a diario. Lógicamente hay lecturas sosegadas posteriores sobre los efectos, los fallos, los éxitos y hasta sugerencias de nuevas movilizaciones que también se publican en los medios de comunicación. Sin embargo, a pesar de que ya no es noticia, en mi entorno llevo exactamente cuatro días hablando de ella. Con amigos, familiares, y hasta personas desconocidas en la calle, a la que robo fragmentos de conversaciones a mi paso fugaz, porque en el fondo soy muy curiosa y me gusta saber qué y cómo opina la gente con la que comparto esta sociedad.

Yo fui a la huelga. Y lo hice por los siguientes motivos: el primero, porque estoy en contra de una reforma laboral atroz que reventará (ojalá me equivoque) el poco bienestar social que nos va quedando; el segundo, porque hasta la fecha es la única herramienta que conozco que me permite manifestar pública y democráticamente mi oposición a una decisión injusta del Gobierno de mi país, que es el que es, aunque yo no le haya votado; el tercero, porque a pesar de los sindicatos y todos sus graves errores, que los tienen, son colectivos necesarios en nuestra forma de Estado, la que tenemos, nos guste más o menos; la cuarta, porque juntos somos más y sigo creyendo en que la unión hace la fuerza; y quinto, porque necesitaba dormir tranquila con mi conciencia el 29 de marzo.

Yo respeto a quienes, por los motivos que sea, optaron por no ir, o quienes quisieron hacerlo y, lamentablemente, no tenían un trabajo del que ausentarse ese día. Soy consciente de las grandes dificultades que se viven hoy en muchas empresas; entiendo, incluso, que haya miedo, porque al fin y al cabo se trata de un sentimiento que cada uno puede tener libremente. Lo que me resulta insultante es escuchar “no fui a la huelga porque no vamos a conseguir nada”. Esa es la actitud que me entristece como trabajadora, porque es como si quienes sí fuimos hubiéramos sido estúpidos, insensatos o ridículos. Puede que me tachen de utópica pero, señores, la utopía también mueve montañas.


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