"Mi muñeca está bien. No me duele. Lo que me duele es el pecho. Tengo algo atascado en la boca del estómago. No sé qué es. Siempre está ahí. Ahora siento esa pesada masa a todas horas aunque no lleve el sujetador. Por más que respiro profundamente, no se me aligera el pecho.Son gritos, alaridos apretujados, que se han atascado allí. Es por la carne. He comido demasiada carne. Todas esas vidas se han encallado en ese sitio. No me cabe la menor duda. La sangre y la carne fueron digeridas y diseminadas por todos los rincones del cuerpo y los residuos fueron excretados, pero las vidas se obstinan en obstruirme el plexo solar.Por una vez, una sola vez, quisiera gritar con todas mis fuerzas. Quisiera salir corriendo por la oscura ventana. ¿Entonces podré desembarazarme de esa masa que me obstruye el pecho? ¿Será eso posible? Nadie puede ayudarme. Nadie puede salvarme. Nadie puede hacerme respirar.""He tenido un sueño". Yeonghye ha tenido un sueño. Yeonghye tiene sueños. Y son esos sueños los que la impelen a tomar una decisión. Una decisión que llevará hasta sus últimas consecuencias. Una decisión que nadie comprenderá y de la que todos tratarán de hacerla desistir. Porque sorprende. Porque incomoda. Porque nadie está preparado para la silenciosa tenacidad de Yeonghye. Yeonghye ha tomado una decisión. Probablemente la primera que verdaderamente toma en su vida. Y nadie va a quitarle eso. Nadie va a quitarle el poder de decidir sobre sí misma.
"Tu propio cuerpo es lo único a lo que le puedes hacer daño. Es lo único con lo que puedes hacer lo que quieres. Pero ni eso te dejan hacer".Ni eso te dejan hacer. Ni eso le dejan hacer a Yeonghye.
Yeonghye toma un día la decisión de no ingerir más carne. Al primero que sorprende su determinación es a su marido. Le inquieta casi más el cambio de hábitos y comportamiento de Yeonghye que la nueva dieta en sí. Se casó con ella porque era una mujer que no destacaba en ningún aspecto y esa falta de atractivo no ponía de manifiesto su propia mediocridad. La única peculiaridad de Yeonghye cuando la conoció era su negativa a usar sujetador, a oprimir ese pecho que para ella es la única parte de su cuerpo incapaz de dañar. También la eligió porque era servicial y le hacía la vida más fácil. El día que Yeonghye toma la decisión de no volver a comer carne es el primero de su vida de casados en que ésta no le ayuda a prepararse para ir al trabajo ni le acompaña a la puerta, un primer indicio de la nueva situación que se avecina y que terminará por tornarse insostenible.
El esposo acudirá a la familia de Yeonghye en busca de ayuda: padres, hermanos, cuñados. Todos tratarán de hacerla desistir de su negativa a tomar carne; con firmeza (perdón por el eufemismo), con ruegos, con más o menos tacto. La preocupación que sienten por su cada vez más deteriorado estado de salud se mezcla con la incomprensión que les produce su obstinado comportamiento que llegan incluso a tildar de egoísta.
"Yeonghye, come. Si comes, te nacerán las fuerzas".
"Si no comes carne, te devorará el resto del mundo".Afirma Han Kang, autora del libro que os traigo hoy, que "rechazando la carne, mi protagonista rechaza la violencia del ser humano". Cuenta también que para ella escribir es hacer preguntas y que La vegetariana "es una pregunta imposible. Hay una mujer, un ser humano que ya no quiere formar parte de la humanidad. Un ser que pone en juego su vida para no dañar a nadie ni a nada, un ser a quien un día deja de importarle en absoluto vivir o morir". Con su novela la escritora coreana tan solo quiso preguntar "si una mujer así se quedara en silencio, y llevara a cabo su decisión, qué es lo que pasaría; con qué se encontraría al final del camino".
Con qué se encontraría. Y hacia dónde (hasta dónde) nos llevaría Yeonghye con su silencio.
El silencio de Yeonghye es un aullido, como los gritos y alaridos que siente aprisionados en su pecho durante sus sueños; es fiereza bajo la aparente calma. A Yeonghye nos la cuenta su silencio, esos mismos sueños y los tres personajes que Han Kang elige para ello y que dividen esta novela en tres partes cada una de ellas más cautivadora, más subyugante, más paralizante.
El marido. El cuñado. La hermana...
Egoísmo, sumisión, anulación, invisibilidad. Sensibilidad, belleza, trasgresión, frustración, carencia. Negación, reconocimiento, caída, hermanamiento...
Nos cuenta Gabi Martínez en el prólogo de esta novela (y volveré pronto con Gabi Martínez, porque estoy con sus defensas, Las defensas, mis defensas, lectura que, salvando las distancias e incluso los abismos, enlaza a la perfección con ésta) particularidades sobre la Corea del Sur en la que transcurre esta historia. Se lo agradezco, por arrojar luz sobre la idiosincrasia de un país que me resulta lejano (aprovecho también la ocasión para agradecer a una desconocida editorial :Rata_ que haya hecho posible que los lectores españoles podamos disfrutar de esta magnífica novela y para destacar el mimo y el detalle con el que ha cuidado la edición de la misma). Me ha encantado su prólogo, además, y ha acrecentado aún más las ganas que tenía de leer este libro. Pero pienso que, excepto para poner el foco sobre una literatura bastante desconocida por estas latitudes como es la coreana, las referencias explícitas a ese país son innecesarias para la comprensión de las páginas que nos ocupan. La vegetariana es una obra universal: trasciende fronteras, culturas y, gracias a la inestimable y casi siempre olvidada labor de los traductores, en este caso de Sunme Yoon, trasciende además idiomas. Es más, aún es pronto para afirmarlo, pero tengo la impresión de que trascenderá también el tiempo. ¿Por qué? Porque los temas que trata son universales y atemporales
El título de La vegetariana no hace referencia a un régimen alimenticio exento de productos cárnicos. No hay en ella motivos ideológicos, religiosos o de salud. Tampoco cuando la dieta de su protagonista se hace más exigua puede hablarse de anorexia o cualquier otro trastorno alimenticio por más que en algún momento no haya podido evitar recordar los aullidos silenciosos de Delphine de Vigan en sus Días sin hambre. El silencio de Yeonghye es una patada al corazón de nuestra sociedad, aquel que insufla la sangre que da vida a su determinismo, a su insolidaridad, a su sordera; es también la voz de los que nos hemos hundido y naufragado en nuestro propio hundimiento aún sin ser conscientes de ello durante mucho tiempo, de aquellos que hemos sentido momentos en los que no nos hubiese importado desaparecer, de los que hemos hecho un viaje interior para escucharnos y hemos terminado por abrirnos al exterior como nunca lo habíamos hecho, al exterior de verdad y no a aquel que nos dicen cómo ha de ser, tal y como Yeonghye, con su negativa a comer, consigue desprenderse de todo lo superfluo.
"Después de reírse un buen rato, pensaba que la vida era muy extraña. La gente comía, bebía, iba al baño, se bañaba y seguía viviendo después de pasar por cualquier hecho, incluso el más terrible. A veces hasta se reía a carcajadas".
"Tomó consciencia de todo esa tarde de primavera en el andén del metro, cuando le parecía que la muerte estaba solo a meses de distancia, cuando creía que la roja sangre que fluía continuamente de su cuerpo era una prueba de ello. Supo que ella estaba muerta desde hacía mucho tiempo. Que su dura vida no era más que teatro y pura fantasmagoría. La cara de la muerte, que se había acercado para ponerse a su lado, le era familiar, como si fuera alguien de su propia sangre que hubiera perdido hacía tiempo y volvía a encontrar".
"¿Por qué será? Todo me parece desconocido, como si viera las cosas desde atrás. Como si estuviera encerrada detrás de una puerta sin picaporte. No es eso, será que estuve allí desde el principio y me di cuenta de ello repentinamente. Está todo oscuro. Todo está negro y machacado".La oscuridad en la que vive sumida Yeonghye es luz para el que la lee pero yo me declaro incompetente para codificar esa luz. Comprendo los silencios pero no sé ponerlos en palabras. Siento que mi reseña no le está haciendo justicia al tesoro que nos ha regalado Han Kang.
Ella sí sabe dar voz al silencio; ella sí tiene las palabras. Y sus palabras son certeras y hermosas. Hermosas, que no bonitas. No hay en ellas complacencia. Tienen algo de salvaje y de cruel. Hay (y, ahora sí, lo digo y lo escribo con todas las letras) violencia en lo que nos cuentan; violencia silenciada, soterrada, violencia por acción y violencia por inhibición ("¿No podría haber evitado todas esas cosas? ¿Qué las vidas de las personas que la rodeaban se desmoronaran como una montaña de arena?") Son como una lluvia torrencial que al caer sobre nosotros nos golpea y nos hiere. Pero es lluvia que con el dolor que inflige lava, limpia, diluye. Luz de tormenta. Penetrante y misteriosa lluvia. A veces lluevo por dentro y me empapo de silencio.
"Inhye... Todos los árboles del mundo me parecen mis hermanos".
"Estaba a punto de entrar en la tierra... derretida por la lluvia... completamente derretida. Es la única manera que existe... para nacer de nuevo al revés".
Like Hounted. Fotografía de vivek Joshi
A punto de acabar esta lectura, buscando entre mis discos fetiche alguno que acompañara los rayos de sol de este verano que ya nos deja, me reencontré con el álbum Hacia lo salvaje del dúo zaragozano Amaral. Ni yo misma puedo explicarme cómo hacía tanto tiempo que no lo escuchaba. Primera canción, que comparte título con el álbum: noqueada. Creo que no podré volver a escucharla sin acordarme de Yeonghye pues para mí ambas ya son indisolubles. Hay quien no solo sabe ponerle letra a los silencios sino también música. Con su rugido os dejo.
Ficha del libro:
Título: La vegetariana
Autora: Han Kang
Traductora: Sunme Yoon
Prologuista: Gabi Martínez
Editorial: :Rata _
Año de publicación: 2017
Nº de páginas: 236
ISBN: 978-84-16738-13-7
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