De todos los rincones pueden contarse historias que con el paso de los años nos vienen a la mente, como néctar caprichoso que nos renueva el aire. Aquí, en esta parada, vivió Prudencio González, hermano de Pepe "el de la Fábrica", al que apodaban "Campa", de donde parece lógico pensar que procede el nombre de la Venta. Mi tatarabuelo, Apolinar Fernández de Lózar, lo tuvo arrendado en el siglo pasado y ya daba comidas y vendía ultramarinos. Otro pariente, Apolinar, ya casi centenario, vivió en esta casa a primeros de siglo al refugio de su abuelo y recuerda con gracia, no exenta de orgullo, cuando llegaron a buscarle para darle unas "castañas" por haberle pisoteado la huerta a la familia Gómez. Esta anécdota, contada por un hombre que tantos caminos anduvo, de lado a lado de la montaña, primero en Pernía, después en Alba de los Cardaños, para terminar asentándose definitivamente cerca de Valderredible, en Quintanilla de las Torres, le da vida y prestigio a una Venta, a la que hace muy pocos meses Vega Antuña se atrevía a comparar con el "Chicote" de Madrid.
Hay una historia interna, actual, que todos hemos vivido con una sorprendente calma. Hace años, Carlos se sometió a un trasplante dé corazón en Valdecilla y ahora mismo le da otro aire a la casa, siempre con la consiguiente cautela, pero sin dejar el oficio al que le recuerdo entregado cuando yo apenas despuntaba. En ese mismo marco se me aparece Luis, agarrado a su cachaba, observando el trasiego del establecimiento; también Dámaso y, a su lado y en su entorno, médicos, boticarios, secretarios y maestros."
Venta Campa era el lugar de encuentro y pese a la proliferación en los alrededores de restaurantes y tabernas, sigue respirándo ese poso de tipismo que le hace único. Por allí pasaron el maestro Tejerina, allí le despidieron al segoviano Angel Arribas, y en aquel mismo circulo se movieron el veterinario Victor Pérez, el secretario Luis Gallardo, el cura Angel Rubin y algunos otros, representantes de una época anterior a la nuestra, pero quizá cuando más se notaba el cargo en un pueblo pequeño como éste. Por aquí pasó y aquí comería un buen plato de legumbre -me imagino- el actual defensor del Pueblo, Fernando Alvarez de Miranda. Martín Villa fue más espléndido e hizo una donación para restaurar la Colegiata. Los presidentes de la Diputación, Jesús Mañueco, Emilio Polo y Casas Carnicero, el presidente del Partido Popular, José Mª Aznar; los tres jinetes del Carrión, que realizaban una incursión por estas latitudes buscando un suculento reportaje. Un lector que me sigue semanalmente a través de este periódico desde algún punto de Valladolid, me hace la siguiente precisión cuando le confieso que voy a publicar un articulo sobre la Venta Campa: "San Salvador y la Venta Campa van tan ligados, que no se comprende uno sin otro". . Francisco Merino Bravo, escritor costumbrista de Barruelo, que llenaba su "fadrique" en la Venta de Nico, anota en un pasaje de su libro "Sobre fondo blanco y verde": "En San Salvador bajamos del autobús, que paró frente a la "Campa". Fueron sus continuadores, Francisco Pérez y Manuela, parientes de quienes ahora mismo la administran. Esta Venta que, junto a la de Camasobres, Areños, Santa Lucía de Vañes y Morena, servía de refugio y despensa a carreteros y caminantes, es hoy una prueba de constancia y tenacidad. Y sirve siempre como guía y referencia a todo visitante.