Lo reconozco, tengo debilidad por Alfred Hitchcock. Concretamente, me apasiona su producción cinematográfica durante la década de los 50. No es que en las otras décadas no tuviera grandes películas pero es que esta década me parece absolutamente sobresaliente. Y entre todas esas obras maestras hay una película que es idónea para el ciclo de cine de verano que acabamos de empezar: La Ventana Indiscreta.
James Stewart es Jeff, un fotógrafo que debe guardar reposo a causa de una pierna escayolada. Los días son largos y calurosos y su principal entretenimiento es observar desde la ventana a los habitantes de las viviendas de enfrente. Pero una noche contemplará una escena que le hará sospechar que uno de sus vecinos ha asesinado a su mujer. La cuestión es ¿alguién le creerá?
Todos tenemos algo de voyeur, somos curiosos por naturaleza y tenemos especial predilección por enterarnos de la vida de los demás y, por eso, La Ventana Indiscreta atrae tanto. Es fascinante la manera en la que vamos conociendo, de la mano del personaje de James Stewart, la vida de sus vecinos y resulta casi imposible no sentirse identificado porque, absolutamente todos, acabaríamos haciendo lo mismo que él. En el fondo, disfrutamos conociendo los trapos sucios de la gente y el vecindario de James Stewart sería el paraíso para cualquier cotilla.
Ya desde el arranque de la película vemos dos elementos esenciales en ella. Por un lado, la cámara nos guía a través del patio de vecinos y vamos entrando en cada vivienda y conociendo a sus habitantes. Hitchcock nos obliga a mirar, a hacer que nos interesemos por la vida de esos desconocidos y a plantearnos que importancia tendrán en el relato posterior. Y, por otro lado, aparece un aspecto que es esencial en el desarrollo de la película: el calor. El calor es un actor más, es el que hace que esos vecinos hagan vida fuera de sus casas (en sus terrazas, en el jardín) y el que causa que todas las ventanas estén abiertas, además, a lo largo de la película hay varias referencias al calor por lo que no dejamos de tenerlo en cuenta todo el tiempo.
Y qué decir de la pareja de protagonistas. Hitchcock tenía muy buena mano para escoger actores y, en este caso, la elección de Grace Kelly y James Stewart fue un acierto. No fue esta la primera vez, ni sería la última, en la que ambos actores rodaron con Hitchcock pero creo que ambos nos regalaron unos personajes inolvidables. El de James Stewart es una especie de preludio del Scottie de Vértigo, película en la que también sus condiciones físicas estaban mermadas y eran un elemento esencial en el desarrollo de la historia, y el de Grace Kelly era tan deslumbrante y seductora como su Frances Stevens en Atrapa a un Ladrón.
Que estamos ante una película que ha causado sensación queda claro cuando vemos su repercusión. Desde el remake televisivo de 1998 protagonizado por el malogrado Christopher Reeve hasta los homenajes que se le hacen en producciones tan dispares como Misterioso Asesinato en Manhattan (Woody Allen, 1993) y Disturbia (D.J. Caruso, 2007) o en sendos capítulos de Los Simpson (Bart of Darkness, 1994) o Castle (The Lives of Others, 2013) es innegable que el cine de el gordo marcó un antes y un después.
No me molesto en decir que la recomiendo. Vedla y punto.