El pasado 2 de Marzo moría en Boston el eminente politólogo James Quinn Wilson, autor de obras como “Pensando en la delincuencia”, “El sentimiento moral” y otras muchas que ayudaron a la Administración Pública norteamericana a encontrar caminos inequívocos a la hora de hacer política. Su larga trayectoria fue culminada con el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Harvard.
En su ensayo titulado “La ventana rota”, publicado en el diario The Atlantic Monthly, en Marzo de 1982, puso el siguiente ejemplo:
"Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuegos adentro. O consideren una acera o banqueta. Se acumula algo de basura. Pronto, más basura se va acumulando. Eventualmente, la gente comienza a dejar bolsas de basura de restaurantes de comida rápida o a asaltar coches."
Una buena estrategia para arreglar todo esto, sería arreglar cuanto antes la ventana o limpiar todos los días la basura para evitar que la gente siguiera acumulando más basuras allá donde vieran suciedad.
Esta teoría hará que los actos de menor importancia disminuyan y como consecuencia no sean el preludio ni el camino de actos de mayor gravedad, lo cual trasladado al ámbito sociológico supone que si adoptamos una política de tolerancia cero con la delincuencia será más fácil hacer que disminuyan o desaparezcan los delitos, pues se dan allá donde se les facilita el camino para llevarlos a cabo.
La teoría de la ventana rota es aplicable a nuestra política y a la actual situación, pues en nuestro país la ventana lleva rota durante mucho tiempo y ello ha permitido que esa falta de reparación haya llevado a romper más ventanas hasta que la maldad ha irrumpido en el edificio institucional con un elevado coste para toda la sociedad.
La rotura de la ventana supuso que la corrupción que, al principio entraba en pequeñas dosis por ese agujero, al no repararse y al abandonarse por completo el edificio se instalara en él y llegara a dominar la vida política. Como consecuencia, el edificio está ocupado por delincuentes, abandonado y con una acumulación de basuras tal, que lo mejor que podría hacerse con él sería derribarlo y construir uno nuevo. No cabría mejor solución.
La ventana rota nos viene a decir que la única vocación política es la vocación moral, la política está para cambiar espíritus, cambiar las mentes, convertir. Así era la política de la ética de Aristóteles. Por eso, cuando la Administración ve una ventana rota hay que arreglarla porque de lo contrario se está produciendo una invitación a destrozarla, a la maldad. De ahí que haya que identificar el mal y eliminarlo cuanto antes.
La política no está solamente para la gestión pública sino para el debate moral. Esto nos lleva a profundizar sobre el aspecto que está tomando la política en España, si se siguen rompiendo ventanas y si nadie las repara. El único objetivo de esta perspectiva de la política es la falta de dilema moral que no se produce en nuestra sociedad, el debilitamiento moral que se apodera de la política y que la deshumaniza y el hedor que produce la corrupción que de todo ello se desprende. La imposibilidad de arreglar las ventanas rotas hace que los ciudadanos tengan que reflexionar sobre la, cada día más clara alternativa, del derribo del edificio para evitar que la pestilencia los contamine.