Revista Cine
Director: Roman Polanski
Tenía tantas ganas de ver La Venus de las pieles que interrumpí la retrospectiva de mi querido Hal Hartley que he venido haciendo el último tiempo -de la cual no me queda prácticamente nada-. Por desgracia, supongo que hasta el momento esta no ha sido una semana de muchas películas para mi. Como sea, al menos tuve tiempo de ver la última de Polanski, que siempre promete por lo menos buenas películas que disfrutar. Y así fue, mucho más que una buena película, es una excelente y grandiosa -entre muchos otros adjetivos halagadores- película. Uno piensa que al principio es buena, y termina siendo increíble, toda una explosión. Te agarra y no te suelta hasta que termina, y luego de ello, uno se queda sin fuerzas de la pura maestría desplegada.
Ok ok, bueno. La Venus de las pieles se trata sobre un director de teatro -Mathieu Amalric- que hace audiciones para encontrar a la actriz perfecta para el rol protagónico pero que lamentablemente no la ha encontrado, lo cual lo enoja y estresa bastante. De la nada, llega una simpática chica llamada Vanda -Emmanuelle Segnier-, con la cual iniciará toda una locura llena de intercambios de roles, realidades que se funden, etc. etc. etc. Una película llena de capas que nos deleita con cada una de ellas.
La Venus de las pieles me parece de lo más inteligente y complejo que se ha hecho en el último tiempo, y sin ser para nada pretencioso, ya que lo que más potencia todo aquello que tiene es la simplicidad con la que está hecha; simplicidad que se puede notar en el hecho de que hay un único escenario donde transcurre toda la acción, y que sean dos los únicos actores los que están dentro de este perverso pero delicioso juego. Para hablarles sobre esta película no sé realmente por dónde comenzar, o por dónde terminar; los límites son tan difusos que intentar establecerlo sería ridículamente infructuoso.
Supongo que voy a partir por lo más "simple", que sería la dirección de Polanski. Puse "simple" entre comillas porque dirigir una película como esta no lo hace cualquiera, y mucho menos como Polanski, con una sensibilidad estética que pocos pueden presumir. Uno pensaría que no hay mucha ciencia a la hora de dirigir toda la acción en un único escenario, sobre todo si ese escenario es un teatro, aparentemente mucho más fácil para filmar. Pero el manejo que Polanski tiene de los espacios cerrados es sensacional. Esto ya es personal, pero en ningún momento sentí claustrofobia por estar siempre en el mismo espacio cerrado los noventa minutos de metraje; al contrario, me sorprendía -por decirlo de alguna forma- como ese teatro se ampliaba con ciertos encuadres y composiciones, aprovechando los espacios de manera natural y coherente con la historia y los movimientos de los personajes. No se engañen, que sea en un teatro no significa que todo suceda en la plataforma donde se actúa. Cuando digo que Polanski aprovecha todo el lugar es porque realmente lo aprovecha todo, sin forzar nunca las situaciones; los personajes son los que guían el relato, el fascinante flujo de acontecimientos, en una procesión de genialidades. En la misma lógica del uso del espacio, más allá del uso de plano/contraplano y esos recursos mayormente vistos en los diálogos, me atrevo a decir que muy pocos planos se repiten: siempre vemos algún elemento nuevo en la pantalla, alguna nueva forma de relacionar los elementos, la manera en que la cámara se mueve en ocasiones, y lo que nos muestra -y cómo lo muestra- la cámara en determinados momentos. Como digo, la sensibilidad estética de Polanski es admirable, a estas alturas de su carrera el tipo se mueve como pez en el agua en estos espacios cerrados, si me apuran, una de sus especialidades. Y mientras escribía las líneas del párrafo anterior, también recordé eso de como relaciona los elementos en el plano. Profundizar en ello sería caer en detalles que sería un pecado revelar, pero cuando lo vean verán que las composiciones -los ángulos, los espacios utilizados del plano, la escala de plano, etc.- tienen una intención sobrecogedora, indicios de un trabajo meticuloso y -especulo- obsesivo. Y lo genial es que todo eso se esconde bajo una aparente simplicidad de las cosas, casi como si estuvieran improvisando y dijeran lo que se les viene en gana, moviéndose por donde quieran.
En cuanto a lo más complicado y fascinante -todo en este filme es fascinante, a decir verdad-, todo parte en la concepción de su historia, de la idea, ya que el filme está basado en una obra de teatro del mismo nombre -de hecho, el autor de la obra co-escribió junto con Polanski este guión-, obra a su vez basada en una novela homónima escrita por Leopold von Sacher-Masoch, quien a su vez se inspiró en una pintura de Tiziano Vecellio llamada La Venus del Espejo. El presente filme parte entonces como un juego entre formatos, mezclando y fundiendo magistralmente lo que son los códigos de cada arte, siempre potenciados con el lenguaje cinematográfico que Polanski posee. Por ejemplo, me gusta que la posibilidad de que la cámara se acerca a los personajes -siempre en distintos valores de plano- evite que los dos tremendos actores tengan que caer en exageradas pantomimas o hablar molestamente a los gritos. Claramente, las composiciones son otra virtud hábilmente aprovechada, al igual que el montaje. Pero en fin, que sea un juego de formatos no es lo más interesante en este caso, ya que el parecido de Amalric con Polanski es sugerente, y claramente hay una intención detrás, y el hecho de que Emmanuelle Seigner sea su actual pareja ayuda mucho más a volar la imaginación en torno a qué quiere realmente decirnos Polanski. Lo cierto es que también estamos ante un juego de realidades, en el cual los límites de la trama per se de la película se mezclan y confunden maravillosamente con los de la realidad de Polanski, y sus obsesiones, fetichismos, etc. Y cómo si fuera poco, la trama en sí misma es muchísimo más compleja de lo que inicialmente aparenta, ya que no estamos únicamente ante una actriz que llega tarde a una audición y que intenta de todas formas ganarse el papel; estamos ante un desvío hacia el mal camino, un juego de dominación y seducción, con cambios de roles, cambios de significados, mezclas de personajes e intenciones, descubrimientos asombrosos y alocados... a medida que corran los minutos se van a ir sintiendo cada vez más emocionados y probablemente excitados ante tamaña genialidad. Vamos, intenten decirme con precisa exactitud qué es lo que vieron, y no lo harán a la primera.
En cuanto a los actores, no tengo nada más que decir que están sensacionales, especialmente Seigner. Amalric como un director de su obra -o como un Polanski rejuvenecido- está genial, pero es Seigner ante quien me rindo, ante quien me arrodillo. Que mujer, por Dios santo. No sé cómo lo hace para ser tan encantadora y tan natural, su simpatía y seducción van más allá de mi entendimiento. Y, precisamente, su capacidad seductora es la característica ideal para llevarnos a todos por el mal camino -a los espectadores, a Amalric, a Polanski, etc.-. La química entre los dos es natural, los diálogos son espectaculares, y no sé qué más decir sobre ellos. Te amo, Emmanuelle.
Antes que lo olvide, este detallito me gustó bastante al verlo: mientras actúan en la audición, a veces los dos hacían como que usaban tazas, platos, y cosas así, y cada vez que lo hacían se escuchaba -por un audio que ponían, claramente- como las tazas sonaban al tocar los platos, las cartas romperse, y cosas así. Eso quedó muy bien.
Y si me meto en el terreno de buscar alguna respuesta, hablando con un sujeto que, al igual que yo, quedó encantado, decíamos que esta mujer -Seigner- es algo completamente simbólico -nótese cuando llega al teatro, y todos los detalles que nos dicen que ella es mucho más de lo que inicialmente parece ser-, y que en el fondo es la Diosa que viene a castigar al Polanski rejuvenecido precisamente por querer rejuvenecer, habiendo hecho alguna especie de (con)trato con alguien de poderes mayores que el nuestro ¿Cómo llegamos a eso? Dándole vueltas al hecho de que aparezca el libro Fausto -de Goethe-, y el significado de su inclusión -lo que nos demuestra nuevamente que nada acá es al azar, todo es producto de un meticuloso y tremendo trabajo-.
Y ya para terminar, el guión me parece espectacular, todo va in crescendo hasta llegar hasta esos veinte minutos finales, explosivos y... no se me ocurre ningún adjetivo. Me recuerda un poco a como me sentí viendo Killer Joe, genial filme que iba bastante bien, pero que en su media hora final era todo un cóctel de emociones y hechos bizarros, que te pegaban de una y te dejaban loco y aturdido, al igual que con esta película.
Se las recomiendo totalmente, dudo que alguien no vaya a disfrutar con esta lección de cine.
Más capturitas (ahora que me fijo bien, realmente cagué bien cagadas las capturas, jaja; al menos en el tercio derecho. Perdón, no sé cómo se me fue, xP)